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¡Nueva entrada! Y después de un tiempo volvemos con nuestra magnífica sección Operaciones secretas de la Segunda Guerra Mundial, a cargo del gran David López Cabia. Hoy os traemos un nuevo e impactante capítulo bélico que se dio en los últimos albores de este gran conflicto histórico.
En el otoño de 1944 la guerra tomó un derrotero nefasto para los intereses de Alemania. Las fuerzas alemanas habían sido duramente castigadas en Normandía y tras la Operación Bagration el ejército alemán del frente oriental quedó seriamente tocado.
Hitler buscaba un golpe decisivo que le permitiese dejar fuera de escena a los aliados. Para ello, optó por una contraofensiva en las Ardenas (Bélgica). El sector era el punto más débil de los aliados, guarnecido tan solo por el 8º Cuerpo de Estados Unidos, entre cuyas tropas se encontraban divisiones novatas como la 99ª y la 106ª. La meta final de los alemanes era romper la conexión entre los ejércitos aliados y llegar a la ciudad portuaria de Amberes. De ese modo, podrían destruir numerosas divisiones aliadas y empujar al mar a los angloamericanos.
Con los aliados derrotados en Europa occidental, Hitler podría negociar la paz con Gran Bretaña y Estados Unidos y volcar todas sus fuerzas militares sobre su gran enemigo: la Unión Soviética. Para que la contraofensiva de las Ardenas tuviese éxito, se emprenderían una serie de operaciones especiales que la respaldasen.
Así pues, Hitler recurrió a uno de sus más audaces expertos en operaciones especiales: Otto Skorzeny, quien había participado en el rescate del dictador italiano Benito Mussolini.
Otto Skorzeny. Imagen sujeta a derechos de autor |
Los hombres de Skorzeny debían saltar tras las líneas alemanas vestidos con uniformes estadounidenses, haciéndose con el control de estratégicos puentes, sembrando el desconcierto y cambiando las señales de tráfico. Ahora bien, esta operación permaneció oculta, inmersa en el más absoluto de los secretos.
Quienes tomasen parte en la Operación Greif, al vestir el uniforme enemigo podían ser considerados espías o saboteadores en caso de ser capturados. Todo ello podía costarles la vida.
Por otra parte, era necesario que, quienes se embarcasen en la Operación Greif, hablasen inglés, de lo contrario, su coartada se derrumbaría rápidamente. No obstante, entre el grupo de hombres seleccionados había quienes solo estaban allí por tener ciertas nociones de la lengua inglesa. Por ello, se clasificó a las tropas en tres grupos: los de categoría 1, al dominar el inglés, serían quienes tuviesen que asumir un papel más activo; los de categoría 2 serían solo capaces de entender y hacerse entender en inglés, por lo que era mejor que procurasen no hablar, mientras que los de categoría 3 no tenían ninguna opción de hacerse pasar por soldados americanos.
La unidad capitaneada por Skorzeny recibió el nombre de 150º Brigada Panzer de las SS, que disponía de varios jeeps y dos tanques Sherman, uno de los cuales presentaba importantes problemas mecánicos. Ante la insuficiencia de vehículos estadounidenses, la fuerza de Skorzeny fue completada con vehículos alemanes modificados para parecer norteamericanos. También se enviaron dos batallones de paracaidistas para complementar a la brigada de Skorzeny.
Brigada Panzer. Imagen sujeta a derechos de autor |
Existía el riesgo de que, una vez entrasen en territorio enemigo, los soldados de Skorzeny fueran hechos prisioneros. Por todo ello, se les indicó que difundiesen una serie de bulos que provocasen la confusión en las retaguardias aliadas.
Por fin, en la noche del 13 al 14 de diciembre, la 150º Brigada Panzer de las SS fue trasladada al frente para incorporarse a la gran contraofensiva de las Ardenas. Con el comienzo del contraataque alemán, el 16 de diciembre de 1944, dotados de armas y equipo estadounidense, los hombres de Skorzeny se sumaron a la ofensiva.
Estos comandos se dedicaron a cortar líneas telefónicas, cambiar los indicadores de carretera o a enviar columnas de vehículos estadounidenses en dirección contraria al frente. Las acciones que protagonizaron llegaron a ser en algunos momentos cómicas, mientras que pequeños detalles en el modo de hablar y de comportarse, terminaron por delatarles.
Soldados en la batalla de las Ardenas. Imagen sujeta a derechos de autor. |
No obstante, cuatro alemanes, haciéndose pasar por americanos, disponiendo unas cintas rojas, hicieron creer a los estadounidenses que las carreteras que conducían a la línea del frente estaban minadas.
No todos tuvieron tanta suerte. Por ejemplo, uno de los comandos alemanes, con su jeep escaso de combustible, fue a un depósito estadounidense a pedir gasolina. Uno de los alemanes dijo “petrol, please”, cuando en realidad los americanos se referían a la gasolina como “gas”, sin olvidar que “please” sobraba en aquella frase. El soldado que debía proporcionarles combustible descubrió a los alemanes. Los teutones trataron de darse a la fuga, pero, inmediatamente, patinaron con el vehículo sobre el hielo y se estrellaron contra un camión. Acto seguido, fueron apresados.
A dos kilómetros de Poteau, un 18 de diciembre de 1944, los comandos alemanes, a bordo de un jeep, se toparon con un convoy norteamericano. Se trataba de la Tropa E del 18º Escuadrón. Llamó la atención de uno de los estadounidenses que el calzado de uno de los falsos estadounidenses no era el reglamentario. Uno de los hombres del jeep, tratando de aplacar las sospechas, respondió que eran de la compañía E. Pero en las unidades de caballería solo se denominaban compañías los escuadrones de tanques ligeros. Si hubiera querido salir indemne, el alemán debería haber dicho que eran “troop”. Este pequeño detalle significó la muerte para el saboteador germano.
Otra situación bastante peculiar se produjo cuando un alemán se propuso desertar. El teutón buscó soldados estadounidenses a los que rendirse, pero para su desgracia, se topó con un guardia que también formaba parte de los comandos de Skorzeny.
Aunque queda claro que la Operación Greif no logró sus objetivos, los comandos alemanes sí que lograron provocar cierto nivel de histeria en las retaguardias aliadas. Los vehículos eran detenidos en los controles de carretera y se sometía a los soldados a extensos interrogatorios sobre la cultura estadounidense o sobre deportes como el béisbol. Todo con tal de determinar si se estaba ante espías.
Un claro ejemplo de la psicosis que existía entre los norteamericanos fue lo que le sucedió el 20 de diciembre de 1944 al general Bruce Clarke, al mando del Comando de Combate B de la 7ª División Acorazada. La Policía Militar le hizo pararse en un control de carretera. El tiempo apremiaba y Clarke debía defender St. Vith, pero los policías militares le tomaron por un espía. A pesar del estallido de ira de Clarke, los dos prebostes creyeron que se trataba de un agente alemán, por lo que fue arrestado. Finalmente, Clarke fue sacado del calabozo y, en una situación ya de por sí surrealista, uno de los policías militares le pidió un autógrafo.
General Bruce C. Clarke. Imagen sujeta a derechos de autor |
También uno de los mandamases aliados, el general Bradley, que comandaba el 12º Grupo de Ejércitos, tuvo que someterse a esta clase de interrogatorios en los controles. Precisamente Bradley se quejaría amargamente por el tiempo perdido en este tipo de controles.
La 150º Brigada Panzer de las SS, dotada de medios insuficientes, encontraría un amargo destino en la batalla de las Ardenas. Las bajas se acumulaban, casi todos los tanques estaban destruidos, valerosos oficiales como Von Fölkersam estaban heridos y el efecto sorpresa se había desvanecido. La brigada se había desangrado en su ataque a Malmédy. El propio Skorzeny terminó sufriendo heridas en una pierna y en un ojo. Las cosas no pintaban bien y la ofensiva alemana en las Ardenas empieza a tomar un cariz muy desesperanzador.
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Con la 150º Brigada Panzer de las SS prácticamente destrozada, el 28 de diciembre acudió el 1º Cuerpo Panzer de las SS a su relevo. El propio Skorzeny fue evacuado a Alemania y pudo salvar el ojo gracias a que la herida había sido limpia.
El pánico fue más allá de las Ardenas, llegando incluso a París. Varios comandos alemanes capturados contribuyeron a la desinformación afirmando que su misión era capturar al general Eisenhower, comandante en jefe de las fuerzas aliadas en Europa. Encerrado en su cuartel, Eisenhower se guarecía de los comandos alemanes, rodeado de estrictas medidas de seguridad. Y es que, la Operación Greif, pese a ser una misión fallida, había contribuido a generar cierto nivel de histeria entre los aliados. Es más, tal era el temor a Skorzeny que llegó a ser conocido como “el hombre más peligroso de Europa”.
A la difusión de rumores infundados también contribuyeron los medios de comunicación. Así, Radio Niza afirmó que los paracaidistas de Skorzeny habían asaltado un banco en la ciudad francesa, mientras que el periódico británico Daily Telegraph advertía de espías alemanas entrenadas por Skorzeny que habían llegado a París para seducir a las tropas estadounidenses y acuchillarlos por sorpresa con una daga.
Quienes fueron capturados corrieron una desgraciada suerte. Al estar ataviados con el uniforme estadounidense fueron ejecutados. Así, el 23 de diciembre, tres comandos alemanes fueron ejecutados por un pelotón de fusilamiento. En los días siguientes, más alemanes serían capturados y fusilados tras ser apresados vistiendo el uniforme estadounidense. No todos fueron capturados y ejecutados, pues un pequeño grupo de supervivientes logró ganar la seguridad de las líneas alemanas.
comandos de Skorzen fusilados. Imagen sujeta a derechos de autor |
BIBILOGRAFÍA
-Operaciones especiales de la Segunda Guerra Mundial, Manuel J. Prieto
-Comandos y raids, Pere Romanillos
-Ardenas 1944, la última apuesta de Hitler, Antony Beevor
-La guerra secreta, Charles Whiting
-La batalla de las Ardenas, Michel Herubel
-Los zorros de la guerra, David Rooney
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