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Hacía ya varios meses que no nos embarcábamos en un nuevo repaso por la historia y lo echábamos de nuevo. Por suerte, volvemos a tener con nosotros a David López cabia, que nos trae otra de sus interesantes colaboraciones. Han sido varias las operaciones secretas de la Segunda Guerra Mundial que se han tratado en Caosfera y, claro está, no podía faltar la Operación Archery, una de las más exitosas llevadas a cabo por los comandos británicos. Os dejo con esta ración de historia.
En las fases iniciales de la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas alemanas funcionaron como una maquinaria militar implacable, perfectamente engrasada. Uno de los primeros países en sucumbir al Tercer Reich fue Noruega, que cayó en 1940.
Con Noruega bajo ocupación, Alemania decidió sacar partido de su industria. En la apacible isla de Vaagso se hallaban fábricas de procesamiento de aceite de pescado. Pues bien, este aceite de pescado era un elemento fundamental para la fabricación de glicerina, necesaria para poder obtener explosivos de alta potencia.
Por aquel entonces, Gran Bretaña permanecía a la defensiva, y solo podía permitirse combatir al Eje en el norte de África y llevar a cabo pequeñas incursiones en territorio enemigo. Fue aquí donde los comandos jugaron un papel fundamental a la hora de mantener alta la moral británica. Así pues, desde Operaciones Combinadas se decidió golpear en Noruega, un frente secundario.
Los británicos, decididos a demostrar que aún seguían en la lucha, decidieron atacar en Vaagso y destruir las factorías de aceite de pescado. Un total de 570 comandos, respaldados por cuatro destructores y el crucero HMS Kenia partieron desde Gran Bretaña, rumbo a la lejana Noruega.
Sin embargo, los problemas meteorológicos postergaron la Operación Archery hasta el 27 de diciembre de 1941. Entre los chascarrillos que circulaban entre la flota de asalto, había quienes aseveraban que las operaciones militares se habían pospuesto por petición del Papa, quien buscaba unas fechas navideñas exentas de enfrentamientos bélicos.
Ateridos, los comandos marchaban a bordo de las lanchas de desembarco. La flota aliada había logrado burlar la vigilancia alemana y sobre sus cabezas pasaron volando los bombarderos Hampden de la Royal Air Force. Mientras tanto, en el horizonte se perfilaban los picos nevados y las luces de las casas brillaban como puntos amarillos desde Vaagso.
Así pues, la cercana isla de Maloy, donde los alemanes habían instalado una batería de cañones, fue bombardeada desde el mar y desde el aire. Desafortunadamente, el fuego amigo produjo bajas entre las filas británicas. Dos comandos murieron al caer una bomba de fósforo en su embarcación. Más víctimas se sumarían posteriormente a esta triste lista fruto de las quemaduras provocadas por la detonación de la bomba de fósforo.
A pesar de todo, los comandos lograron neutralizar la amenaza que representaban los cañones de Maloy. Cabe destacar la sobresaliente actuación del pintoresco oficial de comandos Jack Churchill, quien, espada en mano, lideró a sus hombres en el asalto. Y es que, era habitual a Jack Churchill acudir al combate provisto de espada, flechas y arco. De ahí que se ganase el sobrenombre de Jack “el loco” Churchill.
Jack Churchill |
Por el contrario, la lucha en Vaagso se recrudecía. La resistencia alemana en las calles era cada vez más enconada. Los francotiradores mantenían a raya a los británicos y el cuartel general alemán, ubicado en el Hotel Ulvesund, se había convertido en un baluarte inexpugnable. Los británicos se estaban enfrentando no a tropas de retaguardia de segunda clase, sino a veteranos curtidos.
Ante las dificultades con las que se toparon en el ataque al Hotel Ulvesund, los comandos no tuvieron más remedio que solicitar refuerzos. Tras bombardear el Hotel Ulvesund con morteros y después de un nuevo asalto, la resistencia germana se desmoronó.
Con los principales núcleos de resistencia alemanes doblegados, era el momento de llevar a cabo las labores de demolición. Las fábricas de aceite de pescado saltaron por los aires. Vaagso parecía una gran hoguera rodeada por un mar de nieve.
Tampoco se dejaron de lado otras tareas de sabotaje y destrucción, pues los británicos arrasaron los muelles, mandaron a pique los barcos y capturaron gran cantidad de información. Cabe señalar el testimonio de Peter Young, quien en sus memorias Asalto desde el mar describe con toda clase de detalles cómo capturaron un importante botín de documentos enemigos.
Peter Young |
Brindando protección aérea, la Royal Air Force había mantenido ocupada a la Luftwaffe. Para ello, se atacaron los campos de aviación de Hedla y Stavanger. Gracias a ello, la mayoría de los aviones de combate alemanes se mantuvieron alejados de Vaagso.
Derrotados los alemanes y con las fábricas de aceite de pescado destruidas, llegó el momento de la retirada. Los comandos reembarcaron llevando consigo a un total de 98 prisioneros.
El balance de la Operación Archery era claramente satisfactorio, al tiempo que había puesto de manifiesto una excelente cooperación entre las tropas terrestres, los buques de la Royal Navy y la Royal Air Force.
No hay que olvidar que los golpes de mano británicos en Noruega sirvieron a otros propósitos. Los alemanes, temiendo nuevos ataques, reforzaron sus guarniciones en tierras noruegas. Se trataba de un importante desvío de tropas que podrían haber sido de gran utilidad en frentes como Normandía o la Unión Soviética. Prueba de ello es que, en 1944, los alemanes mantenían unas fuerzas de ocupación en Noruega que sumaban alrededor de los 370.000 hombres.
BIBLIOGRAFÍA
Operaciones Secretas de la Segunda Guerra Mundial, Jesús Hernández
Operaciones Especiales de la Segunda Guerra Mundial, Manuel J. Prieto
Asalto desde el mar, Peter Young
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