viernes, 26 de febrero de 2021

¿Qué es lo lovecraftiano?: verdades y mitos sobre el Necronomicón

 





¡Viernes literario! Tengo el gusto de volveros a presentar a nuestro colaborador Francisco Negrete, alias El conde de Betancourt que nos trae esta interesante desmitificación del Necronomicón, como bien nos dice Francisco la obra más famosa de Lovecraft y sobre la que, sin duda, pesan más leyendas y supersticiones. Os invitamos a leer y sacar vuestras propias conclusiones. 



¡El Necronomicón! Quizás la obra más famosa de Lovecraft. Voy a ir directo al grano para evitar a toda costa los rodeos: este libro ha sido una de las principales causas que ha malformado por entero lo Lovecraftiano y Los Mitos de Cthulhu por igual. Basta con poner las tan temidas palabras clave en el buscador de Youtube, o de cualquier otra plataforma que albergue contenido audiovisual, para ser bombardeados con cientos y cientos de aportes sin sentido que únicamente desinforman a los ingenuos, haciéndolos pensar que esta obra se trata de un auténtico libro de hechizos.

  No voy a negar que la literatura ocultista y esotérica existe en el mundo real. Hablar sobre este tema es como intentar buscar una aguja en un pajar, siendo el asunto muy similar al de otras polémicas de porte equiparable y que no quiero mencionar porque terminaríamos por quedar varados en un punto muerto. No obstante, esto no pasa con el Necronomicón: un libro de magia ficticio que no es otra cosa que un elemento que explica varias «lagunas literarias» que existen dentro de Los Mitos Cthulhu y que los lectores de Lovecraft bien podrían aprovechar en lugar de estar actuando como imbéciles. Sí, he dicho imbéciles.

  Quizás algunos puedan estar pensando que es ahora cuando donde comenzaré a echar pestes sobre el contenido de DrossRotzank y del resto de hacedores de creepypastas, ¿cierto? Si bien merecido se lo tienen, la verdad es que la leyenda urbana del Necronomicón se remonta mucho antes del uso del internet tal y como lo conocemos en la actualidad, y esto no lo digo para sonar profundo o convincente; es que es la verdad. ¿O es que ya se olvidaron de la trilogía original de Evil Dead?

  Supongo que cualquier mexicano que se respete conocerá el tan afamado programa radiofónico de La mano peluda: unos episodios que aún hoy se transmiten durante las noches en la estación de Radio Fórmula, en donde se tocan temas de lo insólito como los espectros, los troles, y por supuesto, el Necronomicón. Al menos para mí, es imposible no reírme de la veracidad de ciertos temas aquí tratados y de algunos testimonios que han aportado determinados radioescuchas, aunque lo que sí no me causa gracia es la muerte que sufrió su más entrañable anfitrión, Juan Ramón Sáenz, misma que está rodeada de un halo macabro.

  El documento que nos deja ver con más claridad cómo Lovecraft fue construyendo El Necronomicón es la famosa carta del 27 de noviembre de 1927 que le envió a Clark Ashton Smith en donde describe levemente el fondo de la trama principal, es decir, la historia de Abdul Alhazred, el libro en sí y El horror de Dunwich, además de otros datos interesantes. Les recuerdo que gran parte de las cartas de Lovecraft han sido publicadas por Hippocampus press, todas ellas en varios volúmenes que cuentan con la participación del genial S.T. Joshi, aunque claro, cabe resaltar que el tema de la correspondencia Lovecraftiana es bastante extenso, y que hablar de él es casi imposible a raíz de que algunas misivas forman parte de colecciones privadas. En fin, según el mensaje:

  No he tenido ninguna oportunidad de producir material nuevo este otoño, pero he estado clasificando apuntes y sinopsis como preparación para algunos cuentos monstruosos más luego. En particular, he elaborado algunos datos sobre el célebre e inconfesable Necronomicón del árabe loco Abdul Alhazred. Parece que esta blasfemia espantosa se produjo por un autóctono de Sanaá, en Yemen, quien florecía alrededor del año 700 d.C. y hacía muchas peregrinaciones misteriosas a las ruinas de Babilonia, las criptas de Memfis y los estériles páramos llenos de diablos de los grandes desiertos del sur de Arabia — en Roba de Khaliyeh— donde afirmaba haber hallado señales de cosas más viejas que la raza humana, y aprendido la adoración de Yog-Sothoth y Cthulhu.

  El libro fue un resultado de la vejez de Abdul, que pasaba en Damasco, y el título original fue Al Azif — azif (cf. las notas a Vathek de Henley) era el nombre que se ponía a esos extraños ruidos de la noche (de insectos) que los árabes atribuyen al aullido de demonios. Alhazred murió —o desapareció— bajo circunstancias terribles en el año 738. En el año 950, Al Azif se tradujo al griego por el bizantino Theodorus Filetas bajo el título Necronomicón, y un siglo después el libro fue quemado por orden de Miguel, Patriarca de Constantinopla. Se tradujo al latín por Olaus en el año 1228, pero fue puesto en el Index Expurgatorius por el Papa Gregorio IX en 1232. El texto original se perdió antes del tiempo de Olaus, y la última copia conocida de la versión griega se estalló en Salem en 1692. La obra fue publicada en los siglos XV, XVI y XVII, pero pocas copias son existentes. Dondequiera que exista, se guarda cuidadosamente por el bien de la sensatez y bienestar del mundo. Una vez, un hombre leyó la copia en la biblioteca de la Universidad Miskatonic, en Arkham —lo leyó y huyó desenfrenadamente al campo—... ¡Pero eso es otro cuento!

  Me resulta bastante curioso cómo alguien que se dedicó a resaltar en demasía los defectos del género gótico en su célebre ensayo, El horror sobrenatural en la literatura, haya utilizado un elemento tan característico de éste al escribir el Necronomicón y atribuirle un pasado tan tumultuoso como el del Codex Gigas, sin olvidarnos de que también nos hace creer que lo que tenemos en nuestras manos es una traducción de un libro bastante añejo.

  A partir de aquí es que debo de hacer un pequeño paréntesis, ya que al contrario de lo que mucha gente piensa, Lovecraft jamás formuló esta serie de «prácticas mágicas», ya que no existe un dato en sus biografías o fuentes validadas por S.T. Joshi que haga constatar que haya concebido un libro de tal contenido. Sólo se hace mención de que escribió el relato de Historia del Necronomicón en 1938 —fecha que está muy próxima a la de la carta dirigida a Clark Ashton Smith— y cuya premisa ya mencioné por accidente. Lo pueden leer tranquilamente en el Volumen II de la Narrativa completa, impresa por Valdemar.

  Este inciso me estaba provocando un gran quebradero de cabeza, hasta que mi buen amigo Mario Garcéz —el chico que me vendió el ejemplar de Más allá de los eones— me recordó la existencia de El Necronomicón de Simon. Pero, ¿qué es El Necronomicón de Simon? Básicamente es una miscelánea del relato que he mencionado hace unos instantes y varios preceptos de la Magi(k) ceremonial de Crowley, es decir, una sofisticada estructura psicológica para entablar contacto con el Sí más elevado del iniciado, vinculando a los personajes de Lovecraft con los dioses del panteón sumerio y babilónico. De ahí que se mencionen entidades como Marduk, Pazuzu o Lilith, además de ciertas pronunciaciones fonéticas como Kutulu, destinada para nuestro cefalópodo favorito, Dios Loco del Caos para Nyarlathotep y Azag-Thoth, para el Caos Nuclear.

  Podríamos pensar que su asombrosa estructura no termina aquí, puesto que, si nos acercamos y tomamos un ejemplar de cualquier librería, seremos capaces de advertir que su estética literaria tira por emular la de determinados «grimorios» que rondan por ahí, como por ejemplo, la típica Clavícula Menor y Mayor del Rey Salomón, El Grimorio De Aka Paimon y varios ejemplares que se pueden conseguir sin mucho esfuerzo a través de la editorial Manus Sinistra. Mi amiga Nieves Guijarro concuerda en este punto. Les recuerdo que ella, además de su labor literaria, sube a su blog Caosfera lo que tiene a la mano sobre magia del caos, tótems, sin olvidar de que comulga con la doctrina del luciferismo. Tal y como lo dije en el vídeo anterior: el verdadero conocimiento arcano no se distribuye tan fácil y únicamente se limita a ser compartido por miembros de grupos muy selectos.

  Se mezclan también otros conceptos como el HADES, presente en algunas malas traducciones para el término Sheol (o Infierno judío) en las creencias cristianas y como nombre del carismático dios griego de la antigüedad. Yo sé que tras revisar las supuestas invocaciones uno se puede llegar a impresionar en demasía, pero el «¡IA! ¡IA! ¡Cthulhu!» de algunos rezos, terminan por delatarlo.





  La idea de entrelazar los caminos de Crowley y Lovecraft no es tan vieja tampoco. Si bien el blog de El espejo gótico tiene un artículo sobre ello, la información y análisis completo lo pueden consultar en la primera sección del propio Necronomicón de Simon impreso por La Factoría de Ideas —no confundirla con una antología de relatos del mismo nombre y editorial— cuyo enlace de compra en su versión digital de la Google Playstore voy a dejar en el comentario fijado.

  Cabe resaltar también, como dato curioso, que existe una secta denominada como La Orden Tifoniana que mira a nuestro hombre como un auténtico profeta. Esto último no me extraña, sabiendo que existe una religión en torno al canon de Star Wars llamada Jediismo. Ya lo comentaban los verdaderos sabios: el abuso del politeísmo llevó al monoteísmo, el abuso del monoteísmo al ateísmo, y mi aporte para tal idea es que el ateísmo se desvió hacia estas cosas. Y ahora que me atreví a mencionar al ateísmo, tengo serias cuestiones sobre lo que Lovecraft, un duro ateísta, habría pensado sobre lo que se cree actualmente de su persona si nos basamos en la declaración que le hizo a Clark Ashton Smith al momento de escribir El horror de Red Hook, diciendo que tales congragaciones no eran sino un nido de gente inculta que solía estar relacionado con los inmigrantes.

  Si voy un paso más allá, considerando una misiva hacia Willis Conover del 29 de julio de 1936, Lovecraft dice:

  Ahora bien, sobre «los libros terribles y prohibidos», me fuerzan a decir que la mayoría de ellos son puramente imaginarios. Nunca existió ningún Abdul Alhazred o el Necronomicón, porque inventé estos nombres yo mismo. Luwdig Prinn fue ideado por Robert Bloch y su De Vermis Mysteriis, mientras que el Libro de Eibon es una invención de Clark Ashton Smith. Robert E. Howard debe responder de Friedrich von Junzt y su Unaussprechlichen Kulten.... En cuanto a libros escritos en serio sobre temas oscuros, ocultos, y sobrenaturales, en realidad no son muchos. Esto se debe a que es más divertido inventar trabajos míticos como el Necronomicón y el Libro de Eibon.

  Me hace mucha gracia que De Vermis Mysteriis aparezca en el Necronomicón de Simon de La Factoría de Ideas como un trabajo de Lovecraft cuando, tal y cómo se apreció, es una inventiva de Robert Bloch que aparece en El vampiro estelar. En resumen, al menos por parte de sus verdaderos padres, no existe ningún Necronomicón, De Vermis Mysteriis o Libro de Eibon. Al menos no físicamente.

  Para rematar con la serie de inconsistencias que he estado enumerando, me gustaría citar a un «hermano gemelo» de El Necronomicón de Simón que se hace llamar Grimorium Imperium o El libro de los viejos espíritus de un tal John Dee. Creo que no existe discusión cuando una obra literaria está bien realizada, pues ésta llega a tener a varios admiradores que intentan reproducirla, algo que, como ya repasamos, también hizo Lovecraft con Dunsany, Poe y Machen. Le pasó también a Ann Radcliffe, a Cervantes y a Conan Doyle. Lo que me sorprende es que el problema no sólo persiste en el habla hispana: los angloparlantes tienen también sufren por él. Veamos, gracias a la herramienta de traducción instantánea, lo que un comprador de Amazon opina tras haberlo adquirido…

  Si nos apoyamos en una versión electrónica que tengo a la mano, veremos que aparece muchas veces la palabra de Nyarlathotep…

  Regresando al verdadero Necronomicón, al ficticio, la condición de libro maldito es algo que Lovecraft utilizó muy bien y que los más versados en el terror saben que tomó de la genial novela de El rey de amarillo, de Robert William Chambers; así que las supuestas maldiciones que podrían ocurrir tras leerlo no son lo que aparentan. Pero entonces, ¿qué son todos esos hechos inexplicables, esas calamidades que ocurren luego de que la gente lea estos supuestos conjuros? Tantas personas no podrían estar equivocadas, ¿o sí? Al menos dentro de lo poco que yo entiendo de estas cosas, esas «fuerzas misteriosas» son una manifestación del poder energético de la propia mente, y no me refiero a la sugestión y otros problemas psiquiátricos y psicológicos, sino a algo parecido al fenómeno poltergeist. Al final, lo que Juan Ramón Sáenz decía en su programa no estaba del todo tan incorrecto; únicamente mal enfocado. En serio, deberían de tenerle más consideración al poder del pensamiento humano.

  Sin embargo, me estoy olvidando de lo verdaderamente importante: del valor literario del Necronomicón dentro de Los Mitos de Cthulhu. Me sorprende que BitielAventura, un creador de contenido que se enfoca por entero a los videojuegos, entienda mucho mejor lo Lovecraftiano que otros que se dedican a subir vídeos de terror. Y es que en la comparativa que hace entre Bloodborne y la literatura de El solitario de Providence, Bitiel comenta que al igual que Los Grandes en la obra de Fromsoftware, los Great Old Ones de Lovecraft, o Los Grandes Antiguos, no son dioses en su totalidad, sino extraterrestres que se encuentran en un plano superior de la existencia y que aparentan ser deidades a nuestros débiles ojos porque no somos capaces de comprender su naturaleza. Y es aquí en donde entra Abdul Alhazred y el Necronomicón, demostrando a leguas nuestro estéril entendimiento. Los Great Old Ones son entidades a las que se les puede hacer daño, como a Cthulhu en la parte final de la novela, o a la mismísima aberración de El horror de Dunwich. De hecho, algunos piensan que los poderes de los Great Old Ones no son otra cosa que tecnología avanzada que aparenta ser magia, aspecto que se hace constatar en Las montañas de la locura con los shoggoths. Siempre que veo la litografía de H. R. Giger llamada también Necronomicón, se me viene mucho a la cabeza todo esto.

  Regresando al Necronomicón de Simon, diré que me estoy basando en la segunda edición de 2008 publicada por Editorial TOMO. Sí, he dicho bien: la marginal Editorial TOMO. Mucho he especulado sobre por qué este libro no se encuentra en mejores condiciones. Tras mirar este meme sobre Los hornos de Hitler, creo entender el motivo.

  Y es que para empezar, las mismas editoriales y librerías también han alentado a esta ola de desinformación al colocar al Necronomicón de Simon junto a los ejemplares de santería, horóscopos y tarot. El maquetado, empastado e imagen de cubierta que le dan no ayudan mucho tampoco pues aparenta ser un libro de ese estilo, sin descartar que se lo atribuyen totalmente a Lovecraft y de que tampoco tiene el nombre correcto.

  Existe, no obstante, una alternativa hispanoamericana que se ha arriesgado a darle una cara lujosa a la obra y rescatarla de esta podredumbre. Me estoy refiriendo, faltaba menos, al colectivo peruano llamado Editorial Cthulhu. Ellos lo dotaron con un empastado de madera asombroso. Honestamente, pese a las diferencias que tengo con la editora y algunos de sus escritores, animo a toda mi audiencia peruana a que lo compren, dado a que es una edición muy bonita que admito que yo mismo quisiera tener. Eso sí queridos paisanos y resto de espectadores: absténganse de preguntar en su página de Facebook sobre si hacen envíos al extranjero, que esta editorial suele mostrarse bastante hostil por ello (si lo sabré yo). Intentan ser profesionales en el ramo, aunque realmente no lo son. De cualquier modo, la mala publicidad es siempre nula.





  Los chicos de Editorial Mirlo también apuestan por darle un enfoque adecuado al Necronomicón, quiero decir, meramente literario. No tengo su creación, pero por lo que sé, se encuentra ilustrada. En mi opinión, este rasgo le da un toque muy artístico que me llama mucho la atención. Por lo poco que he visto de su índice en un par de fotos, parece que también cuenta con algunos cuentos como Los otros dioses, lo que podría reforzar la experiencia.

  Regresando a la edición de TOMO, el libro comienza muy bien con la explicación de cómo fue el verdadero proceso de imprenta de Historia del Necronomicón; según nos dicen, Lovecraft no tenía pensado publicar ya que sólo era para distribuirla a sus amigos. En 1938 se editaron 80 ejemplares como panfleto conmemorativo de la Rebel Press, después la reimprimiría Derleth en 1943 en la antología Beyond the Wall Sep y de ahí en adelante iría publicándose de manera subsecuente. Me gusta mucho un fragmento de una carta dirigida a Harry O. Fischer de 1937 que dice:

  El nombre Necronomicón (nekros: cadáver; nomos: ley; icon: imagen = Una imagen [o representación] de la ley de los muertos) se me ocurrió durante un sueño, aunque la etimología es perfectamente válida.

  Desgraciadamente, este genial punto se ve rápidamente dilapidado cuando se mezcla la historia del árabe loco sin detenerse a explicar dónde comienza la realidad y dónde la ficción. Todos conocemos la trama: Abdul Alhazred se interna en las ruinas de la vieja Babilonia, entonces, aparecen unos seres de naturaleza desconocida, que en lugar de matarlo para preservar su conocimiento, se lo transmiten a lo largo de los años. Al final, el erudito muere despedazado de día, a ojos de miles de testigos, por culpa de una bestia invisible. Las páginas siguientes son sólo un compilado de sellos, embrujos y demás rituales varios que sirven, como no, para fines netamente materialistas.

   Pero, ¿quién es Abdul Alhazred? El tipo no es más que otro alter ego de Lovecraft al igual que Randolph Carter. La creencia popular dice que es una referencia hacia Las Mil y una noches —aspecto que dudo en demasía porque no encontré ningún nombre parecido ahí en la Edición de Edhasa, la más fiel—; mientras que Spregue De Camp nos dice que no era más que un sobrenombre que Lovecraft utilizaba en su infancia durante sus juegos y que fue sugerido por un viejo amigo de la familia; y por último, S.T. Joshi nos comenta en un libro de la Hippocampus Press del 2017 —mismo que reúne todas las cartas dirigidas, nuevamente, a Harry O. Fischer— la relación del poeta loco con el libro y el motivo por el que se complementan perfectamente entre sí:

   El nombre Necronomicón se me ocurrió en el curso de un sueño. Al asignar un autor árabe a un libro de nombre griego, estaba invirtiendo caprichosamente la condición por la cual el monumental trabajo astronómico del griego Ptolomeo (Megalê Syntaxis Tês `Astronomias) se conoce comúnmente por el nombre árabe Almagesto (o más verdaderamente, Tabrir al Magesthi), el cual, se desarrolló a partir de la corrupción del título original cuando los árabes hicieron su traducción…

  A manera de conclusión, volveré a repetir de que si bien la gran mayoría de creadores de creepypastas son culpables de difundir una mala información sobre el Necronomicón, y que las ofensas que algunos le lanzan están más que justificadas —en donde algunos como Dross no les queda otra cosa sino que que admitir, en letra muy pequeña, que sus vídeos son solamente para entretener— la realidad es que los verdaderos culpables en todo esto son ustedes: los espectadores, puesto que se quedan con la primera información que encuentran sin siquiera tener la iniciativa de compararla con otra, aunque tampoco ayuda mucho si esa «otra» son también puras mentiras. Un refrán que decimos en la ingeniería que se aplica por entero aquí es que cuestionen siempre lo que escuchen. De hecho, únicamente créanme la mitad de lo que les acabo de decir y de la otra duden, pero traten de averiguarlo ustedes. Recuerden que estaba por equivocarme con el nombre de El Necronomicón de Simon.

  Quizás no soy el más original o el más pacífico al momento de mostrar mi contenido; sin embargo, si trato de ser el más honesto debido a que yo mismo pasé por esto cuando me adentré al mundo de la literatura de terror; y sinceramente, sentí mucho coraje cuando me di cuenta del tipo de ideas absurdas que tenía en la cabeza por culpa de unos idiotas. Vulgarmente diré que me vieron «la cara de oaxaco». Así que todos, en algún momento, hemos llegado a pensar que El Necronomicón es un libro real de magia y que entre sus páginas moran las fórmulas mágicas para hacer aparecer a los Great Old Ones.


versión audio en el canal de El conde de Betancourt






viernes, 19 de febrero de 2021

Solve et coagula

 




¡Viernes de relato! Escribí este texto hace unos años con motivo de una convocatoria en la que se pedían textos relacionados con el esoterismo y/o brujería. Finalmente, este cuento terminó publicado en la excelente web almas oscuras allá por el año 2016. No obstante, al revisarlo años después quedé muy descontenta con el resultado y es por eso que hoy os traigo esta versión revisada y corregida en la que mejora tanto la historia como el aspecto narrativo. No os voy a decir nada, tan sólo os invito a que leáis y saquéis vuestras propias conclusiones...




Más de seis decenios revelaban su iniquidad sobre aquella frente protuberante y surcada de pliegues apergaminados, síntomas de la senectud que comenzaba a encorvar su imponente figura. El amplio rostro abrigaba la luz de una mirada inquieta y desafiante. Contraídos en una mezquina mueca, sus labios se fruncían hasta casi desaparecer entre la cenicienta foresta que se extendía a lo largo de aquel mentón prominente. El peso de los años se cebaba en la persona de Alphonse, hombre de intenso temperamento que prefería aceptar con dignidad los estragos propios de la inevitable vejez.

  Anclado desde su niñez en el impulso vocacional de sus inquietudes religiosas, el incombustible Alphonse había luchado en pos de encontrar un sustento en su completa entrega a la fe, vocación que había logrado satisfacer aún a pesar de la dificultad devenida de la humildad de sus orígenes. Aceptaba la religión como una parte incorruptible e ineludible de su ser, pues apreciaba en ella una nueva y confrontada visión de las debilidades competentes a la raza humana. Su mente rememoraba, con emoción, los primeros años de estudio en Saint-Nicholas-Du-Chardonnet, cuando tan sólo era una imberbe criatura de quince años sin un ápice de picardía, un muchacho fácilmente impresionable por la austeridad de aquellos muros lineales y sagrados situados en pleno centro de París. En aquellos momentos la ciudad se agitaba por los excesos de la fiebre liberal que sacudía una Europa heredera de los principios de Rousseau. Corría el año mil ochocientos veinticinco por aquel entonces, fecha imprimida en su alma como el inicio de una prometedora carrera. Bien era cierto que Saint Nicholas había sido sólo el primero de los seminarios en los cuales había completado su formación, pues los nada desdeñables años en Issi y Saint sulpice habían acabado de brindarle la fortaleza y experiencia necesarias para alimentar aún más su necesidad espiritual, sin embargo sentía especial predilección por la figura de aquel lugar consagrado donde se había iniciado su despertar. Con setenta y tres años a sus espaldas, Alphonse podía preciarse de una vida tan erudita como asombrosa. Su corazón había experimentado sentimientos como el amor terrenal y divino, el desengaño, la rendición y, en definitiva, toda una suerte de intensas emociones que habían curtido su frágil espíritu.

  La victoria estaba escrita en su sangre, o al menos eso decía siempre su querida madre cuando tan sólo era un niño inquieto. El pequeño Alphonse, una mente prodigiosa como pocas surgida del alimento de sus propias convicciones, había crecido tanto física como espiritualmente. Tal fue su esfuerzo que logró  un puesto privilegiado entre los principales sectores de la sociedad parisiense del momento. Su compañía era solicitada, sobre todo, en el marco de las más altas esferas culturales, donde se le consideraba un osado profeta capaz de remover el mundo al grito de sus nuevas y revolucionarias doctrinas propias de un hereje. Curiosa definición para aludir a un hombre amante de la integridad que, aferrado a unos principios rayanos al socialismo utópico, pretendía rescatar los dogmas de la cristiandad de su tumba institucional. Alphonse sólo vivía para defender aquella fe bajo cuyo escudo se le había mostrado una realidad tergiversada por el sectarismo de epígonas doctrinas.

  Absorto en el empeño pragmático que comenzaba a ocupar el primer plano de sus dedicaciones, no tardó en verse seducido por la extraña petición de aquel aclamado y extravagante círculo que, conocedor y admirador de sus censuradas obras, rabiaba de morbo ante la necesidad de nuevas emociones.

  Esclavo de la debilidad humana, así era como el bueno de Alphonse podría haberse definido en aquellos momentos, tanto como para entrar en la espiral de aquel juego macabro que sólo alimentaba su resurgida vanidad; por momentos, una temible inseguridad parecía brotar en sus pensamientos a la velocidad del elegante trotar de los caballos sobre el empedrado de las calles de aquel foco de miseria. Con emoción, recordaba la impresión que la caótica Lvtetia le había causado en su primera visita, el espanto que sus ojos experimentaron ante la contemplación de aquella mundanidad desaforada. Su ilusión se desvanecía ante la máscara de sofisticación que disfrazaba la miseria que se adueñaba de una parte importante de la urbe: pestilentes y estrechos suburbios colmados de insalubridad donde proliferaba la pobreza a la par que el rancio olor a excrementos. Mientras contemplaba este cuadro de decadencia se había llegado a preguntar, en más de una ocasión, si su Dios era realmente tan misericordioso como quería creer. Es por ello que sentía un inmenso alivio ante el positivo cambio orquestado por las ansias modernistas de Napoleón III, lo único que consideraba valorable de la política del emperador al cual se había atrevido a comparar abiertamente con Calígula, atrevimiento que pagó enclaustrado durante meses entre los muros de una infecta prisión. Sin embargo, Alphonse jamás se amedrentaba ante las malas experiencias que, lejos de derrumbarle, parecían insuflarle un valor desaforado.

  Aquella noche, el anciano había sido presa de agitadas y nerviosas ensoñaciones que inconscientemente interpretó como un posible augurio. Sea como fuere, lo cierto es que estas elucubraciones no habían supuesto impedimento alguno para que Alphonse cayese rendido a mitad del viaje, siendo, horas después, arrancado de su letargo por las insistentes sacudidas del joven cochero que, haciendo gala de un  francés mancillado por su agudo tono de voz, le indicaba el final de su destino. Asombrado, contempló la magnífica villa rodeada de una amplia extensión sembrada de exótica flora e hileras de árboles frutales. La clara influencia de los preceptos neoclásicos revestía la fachada principal con su excesiva sobriedad. En contraste con aquel ampuloso conjunto lineal precedido por un amplio soportal de columnas corintias, destacaba la verticalidad de dos torreones laterales rematados en pináculo que aportaban un toque siniestro al ya de por sí asombroso conjunto. Aunque, sin duda, lo que más sorprendió a Alphonse era la destacada tonalidad rojiza que engalanaba aquellos muros bordeados de hiedra trepadora. Nunca había estado en aquel lugar, pero no dudaba de la autoría de tan extravagante desfalco.

  Con paso lento y distraído, dirigió sus desgarbados andares hacia el portón principal que, lentamente, comenzó a abrirse para dar paso a la elegante anfitriona. La altiva Judith salió al encuentro de su avejentado huésped, ofreciéndole amablemente el brazo en señal de apoyo a su visiblemente deteriorado estado físico.

  —La pugna del clasicismo en su afán por desgarrar los nuevos valores de estos tiempos tan estrambóticos, ¿qué opina, Monsieur?

  El hombre se limitó a sonreír ligeramente al tiempo que aplicaba inofensivos y amistosos golpecitos sobre la delicada mano que sostenía su brazo tembloroso. La disparidad de las ideas de Judith siempre le había parecido inusualmente descabellada.

  Extasiado ante tal cúmulo de lujosas liviandades, Alphonse quedó enmudecido frente al magnífico trabajo orfebre que testimoniaba la regia entrada de roble tallada con motivos silvestres. Al poco de irrumpir en el interior, un fastuoso recibidor labrado en oro anunciaba la grandeza resguardada bajo aquellos amplios artesonados. Con elegancia y lentitud, la dama asió el dorado candelabro de cuatro brazos que reposaba sobre la marmórea superficie y, al amparo de aquel tenue fulgor anaranjado, pidió a su invitado que la siguiese entre la inmensidad lineal de aquel vestíbulo a cuyos lados se abrían un sinfín de lujosas estancias.

  —Tal vez estemos a punto de reescribir nuestro destino, ¿no está decididamente nervioso?

  La pregunta fue liberada con un tono de voz entre divertido y grandilocuente, teatralidad muy propia de aquella mujer tan inquieta como soberbia. Judith estaba acostumbrada al hermetismo de su invitado, pues sabía por experiencia que los hombres inteligentes como Alphonse solían manifestar cierta parquedad oratoria.

  —Prepárese para cruzar el umbral de lo prohibido.

  Sentenció con suprema gravedad al tiempo que sus manos trémulas giraban la bronceada manija con forma de laurel que daba paso a una de las habitaciones alineadas a la derecha, concretamente situada antes de llegar al enorme salón en el cual desembocaba aquel amplio pasillo. Una ligera sonrisa se dibujó en sus labios al contemplar la irreal escena que se abría ante sus ojos: la estancia había sido desprovista de mobiliario, mostrando una vacuidad siniestra e hilvanada de sombras. Sobre las diminutas y coloristas teselas que componían la superficie se apreciaban unos trazos negruzcos que formaban la perfecta figura de un tetragrámaton que ocupaba el centro de la sala. Alphonse sintió cómo una profunda emoción recorría sus venas al observar cada perfecto detalle de la ilustración; su vértice superior delimitado por los ojos de Júpiter, el símbolo de marte colocado en cada una de sus terminaciones laterales, el tótem dorsal situado en el centro junto a los signos de Venus y Mercurio y, a sus pies, la marca de Saturno. La lineal conjunción había sido rodeada por un círculo de sal traslúcida que, al contacto con la tenue luz de una docena de cirios dispuestos en derredor del círculo, liberaba cristalinos destellos.

  —Como puede comprobar, todos y cada uno de los detalles revisten el mayor de los cuidados —inquirió a modo de recibimiento el mayor de los dos hombres que, pacientemente, aguardaban su llegada en el interior del habitáculo. Acto seguido, extrajo del bolsillo interior de su chaqué lo que parecía una pequeña y sencilla caja de madera— .La orientación en base a los cuatro puntos cardinales ha sido exhaustiva —recalcó con seriedad al tiempo que mostraba la brújula resguardada, con celosía, en el interior del secreto compartimento.

 Alphonse y Víctor, pues así se llamaba el segundo interlocutor, habían tenido el placer de conocerse durante una de las interminables recepciones de Judith. Digna descendiente de Theophile, uno de sus más fervientes amigos, la muchacha ensombrecía con sus aptitudes y brillantez a las más altas cúspides de la sociedad intelectual del momento. Sus arranques de inteligencia eran consecuentes y estudiados, tanto que al conocer las inquietudes de ambos hombres había predispuesto la situación con vistas a que se forjase una amistad entre ambos, y no una amistad cualquiera, sino un sentimiento de inquebrantable y mutua lealtad. Pues aún hoy día, resulta irrebatible el hecho de que las causas unen los caracteres más contrarios.

  El tercer miembro que componía la misteriosa comitiva no era sino Catulle, el compañero sentimental de la aclamada anfitriona. Al igual que ésta, compartía su musical pasión por Wagner a la par que la creciente aversión por el malogrado Luis Napoleón.

  —Si les parece bien, creo que deberíamos de dar comienzo ―inquirió Alphonse con la solemnidad que solía caracterizarle—. Les explicaré de qué forma deben colocarse para completar el rito.

  Acto seguido, indicó a la mujer que presidiese el vértice superior, orientado hacia el Norte, y ordenó a ambos hombres que se situasen uno en cada saliente lateral, cuyos puntos cardenales correspondían con Este y Oeste. Alphonse tomó lugar en la zona sur, custodiando los extremos inferiores. Una vez la disposición se hubo completado, pidió absoluto silencio, entornó los párpados y, sumido en una absoluta concentración, entreabrió los labios:

  —Spiritus Dei ferebatur super aqua, et inspiravit in faciem hominis spiraculum vitae…

  Sus palabras retumbaban como un pálpito, estremeciendo el silencio con su fluidez impía.

  —In isto sale sit sapientia el ab omni corruptione servet mentes nostros et corpora nostra, per Hotchmael et in virute Ruach Hochmael, recedant ab isto…

  El fulgor anaranjado de las titilantes llamas oscilaba ante las exhortaciones.

  —Caput mortuum imperet tibi Dominus per vivum et devotum sepentem…

  La incertidumbre se grababa a fuego en los corazones de los presentes, poseídos por una mezcla de expectación y pánico. Alphonse se movía con una gran teatralidad, unas veces parecía que se estuviese apuñalando el pecho, otras que un atisbo de locura invadía sus desencajadas facciones. Su discurso se tornaba en un retruécano indescifrable y creciente.

  —¡Chaiot ha Qadosh gritad, hablad, mugid, Qadosh, Qadosh, Qadosh, Shadai, Adonai, Iod Chavah, Eheieh Asher Eheieh… ¡te ordeno que tomes la forma que te corresponde y obedezcas las ordenes de quienes te invocan!

  Tras la exhortación, se sumió en el más estricto de los silencios, convirtiéndose en el epicentro de aquel coro de abrumadoras miradas.

  —Ahora es momento de esperar, ¿no? —preguntó Judith resaltando la obviedad de su galopante escepticismo.

 Sin embargo, Alphonse permanecía absorto en su hermetismo emocional, ajeno a la irrespirable tensión de aquella habitación, devorada por una titilante negrura.

  —Se acabó. Esta valiente necedad ha llegado hasta aquí. Está visto que esto es un vulgar disparate…

  Repentinamente, los párpados de Alphonse se abrieron, revelando el horror concentrado en aquellas pupilas inflamadas de rosácea maldad. Un grito incontenido escapó a los labios de Judith que, ofuscada ante la estremecedora visión, abandonó el círculo en un despavorido alarde de locura.

  —¡No, Judith, no! —vociferaron Hugo y Catulle al unísono, polarizando su atención sobre la temblorosa y agitada figura.

  Un tempestuoso bramido brotó entonces de la nada y, segundos después, el cuerpo de la mujer fue embestido con una brutalidad estremecedora. En un alarde de valentía, Catulle abandonó su correspondiente lugar para socorrer a la esposa. Sus oídos permanecían sordos ante los inconexos balbuceos de Víctor que pugnaban por convertirse en advertencias. Catulle ni siquiera había logrado acercarse al cuerpo exánime de la mujer cuando otro descarnado ataque se cebó sobre su alargada figura. El rostro de Víctor palideció al contemplar los cuerpos inconscientes de sus compañeros. Enmudecido por el pánico, no acertaba a responder ante la voz cavernosa de aquella presencia, que ahora usurpaba la identidad de su admirado Alphonse.

  —¿Inquietud, venganza, dominio, cuáles pueden ser las motivaciones de un hombre para transgredir las leyes de lo ignoto? Ignoro la realidad de vuestros objetivos, deploro vuestra obsesión por la manipulación de voluntades, débiles y sujetas a esa simplicidad corrosiva. Vida, poder, ambición, deseáis exorcizar como sea esa angustia que siembra de hostilidad vuestros corazones. Y pensáis en vuestra ignorancia que el camino a recorrer es asombrosamente fácil, tanto como unas simples palabras pronunciadas por la boca de un débil anciano

  El avejentado rostro se tensó en una mueca terrible, y Víctor sintió cómo cientos de insidiosas punzadas se apoderaban de su desprotegida y temblorosa piel.

  —Os mostráis orgullosos ante la criba de esa máscara que os condena al más absoluto de los oscurantismos, consentís regodearos en la miserable lacra que os empequeñece. Pero vuestro ego se acrecienta, aún a pesar de que jamás lograreis aprehender una cuarta parte de aquello que presumís acaparar. Podéis continuar vanagloriándoos de vuestro papel de marionetas torturadas por la mano de la más vil ignorancia, bestias regocijadas al amparo del carnal abismo. Las puertas están abiertas, burlando la ceguera perpetua que os oprime. Os convertís en el enemigo propio, ardiendo de rabia. Tomad la fe encerrada en que disolución y esencia se dan la mano. ¡Oh, mártir de la concordia, abraza la comunión de lo terreno y lo prohibido, pues causa y efecto caminan de la misma mano!

  Embelesado ante la verdad que brotaba de aquellos enardecidos labios, el hombre se abandonó al magnetismo que le provocaba la sutil invitación. Obediente, se aferró con fuerza a la temblorosa mano de su amigo, la misma que se mantenía extendida con las palmas hacia arriba, buscando saciar su desaforada ambición.

  —Acepta esta sutil permuta y rebélate contra la insignificancia. La disolución significa el germen de una esencia restaurada…

  Sus manos agarrotadas se contrajeron al sentir el violento tirón que le arrebataba la lucidez. Entreabiertas, las heridas de su cordura rezumaban el peso de enmascaradas realidades. Rogó porque su conciencia dejase de tejer aquel horror. Sus ausentes retinas, anegadas en lágrimas, testimoniaban la crueldad más devastadora.

 —Queríais luz, iniciación, privilegios, escuchar el eco reverberante de lo prohibido. Disfruta de las conclusiones que con tanta valentía habéis osado abordar.

  Trató de zafarse de aquella opresión que le precipitaba al peor de los abismos, pero fue inútil.

  —Dado os es lo que lo que ya teníais y no habéis sabido ver, mas os será arrebatado lo que atesoráis con tanto empeño. 
  
  La bestia humana que otrora se conociese por el nombre de Alphonse, lanzó el desdichado cuerpo contra la puerta entrampada, que resistió la crudeza del golpe. El desdichado Víctor abrió los ojos con lentitud, pero el golpe había afectado su capacidad de visión. Sólo acertó a discernir una sombra abstracta que reptaba y se acercaba peligrosamente.

  —Alphonse —acertó a esbozar entre balbuceantes siseos—. Alphonse, amigo, nunca te faltó voluntad, tú has sido siempre para mí el mayor símbolo de perseverancia, antes y después de conocerte…

 Con ternura, el monstruo observó el brillo renovado que luchaba por aflorar a la ausente mirada de su amigo. La negrura de aquella oscuridad vítrea parecía querer esfumarse.  

 ‹‹Toda causa tiene su efecto y todo efecto parte de una causa››, pensó Víctor para sus adentros obviando la clarividencia en la afirmación. Se sintió algo mejor y supo enseguida que sobreviviría. Había sido elegido.

  Entonces, observó lo poco que quedaba del rostro de Alphonse y acertó a comprender que el tiempo se había detenido para depositar toda la luz del universo en aquellos iris acerados.




viernes, 12 de febrero de 2021

Entrevista a Sophie Canal

 




¡Viernes de entrevista! Ya había ganas, y hoy tengo el placer de presentaros a la escritora francesa Sophie Canal, Máster en filosofía por la Universidad de Tours (Francia) con especialidad en estética y religión. Radica en Lima desde el 1998 donde enseña filosofía en el Colegio Franco Peruano. Es cofundadora del sello editorial independiente Matalamanga donde trabajó como editora del 2005 al 2008. Sophie responde a esta entrevista con mucha sinceridad y nos permite conocerla en profundidad, cosa que le agradezco desde el cariño. Entrad y disfrutad de su palabra :)



1. ¿Quién es Sophie Canal?

  Soy una escritora y profesora francesa que escogió otro país y otro idioma antes que su lengua materna para vivir y escribir, lo que hace de mí una suerte de impostora o agente doble, posición que ni mi país de adopción ni mi país de origen me perdonan realmente. No me consideran peruana en el medio literario peruano ni escritora francesa en el medio francés. Entonces me gusta pensar que pertenezco a este limbo intermedio de los traidores literarios como lo fueron Beckett, Ionesco, Kundera, Cioran, Nabokov, Conrad, Kristof, etc, y que la escritora Aleksandra Lum retrata con mucho humor en su novela Los palimpsestos. Ser impostora me posiciona de cierta manera como espía, cosa que siempre quise ser desde la infancia, jaja. A nivel existencial tiene que ver con la capacidad de sumergirse en la vida del otro para sacar información, a nivel del lenguaje permite interrogar y reinventar continuamente las posibilidades que ofrece el idioma, cosa de la que a veces uno se olvida cuando escribe en su lengua nativa.


2. ¿De dónde nace tu interés por el ámbito literario?

  Empecé a escribir a los 18 años porque me aburría mucho y quería huir de lo cotidiano. Vivía en un pueblito de la campiña francesa, mis papás se peleaban sin cesar y ninguno de los jóvenes de mi edad me parecía lo suficiente interesante como para satisfacer mis grandes deseos de evasión y exploración. Entonces lo único que me quedó fue escaparme leyendo novelas, viendo muchas series en la tele y escribiendo cosas delirantes en mi cuaderno escolar después de las tareas y los fines de semana. En esa época empecé a redactar una novela titulada El dorado que trataba del viaje sin retorno de unos vendedores de aspiradoras, en un crucero de lujo, hacia un país recién descubierto donde les esperaba supuestamente un futuro mejor. ¡Una suerte de distopía con título premonitorio! Luego, a los 23 años, cuando era una joven profesora casada, me enviaron como docente a la bretaña profunda, región donde siempre llueve. Continué inventándome aventuras y escribí una novela de iniciación, partiendo de mi luna de miel en California, que abarcaba hechos como secuestros de universitarios por parte enanos perversos. Me ocupó 5 años y fue aceptada por una gran editorial francesa a condición de que la acortase, ¡tenía 500 páginas! Cosa que no acepté hacer por soberbia. Pero creo que fue a partir de allí que decidí dedicar mi vida a la literatura.

  A los 30 años cuando me dieron un puesto de profesora en el Perú logré por fin hacer mi propio viaje a El dorado. A partir de este momento y hasta ahora diría yo, mi realidad nunca ha dejado de ser mágica. Para un francés el Perú es un país surrealista. Todo lo que viví allí fue literario. Latinoamérica es como una gran novela.

  Es el Perú, mi país de residencia y adopción, quien me dio la primera oportunidad de ser publicada en español con mi primer libro de cuentos, Geometría del deseo. Tuve que pasar por otro idioma y varios años de desenraizamiento para realizarme como escritora. Lo escribí en francés durante los primeros 5 años de mi estancia en este país, luego lo traduje con la ayuda de un amigo escritor franco peruano y recién se publicó en español en el 2012 con Borrador Editores. Siempre lo tendré presente. Yo ya había creado una casa editorial en Lima y tenía medio reconocimiento como editora, pero lo que quería en el fondo era publicar mis cosas. Demoré mucho, pero al final ocurrió. Fue como un segundo nacimiento. Y pasó curiosamente cuando me casé con un peruano. El editor me llamó en plena celebración de mi matrimonio a la 1 de la mañana para decirme que le había encantado el libro. Nunca lo olvidaré. Fue como mi primer DNI en este país.


3. ¿Te consideras una autora de género?

  Para nada. Más bien hace muy poco que empecé a escribir literatura fantástica. Tengo un libro de cuentos y una novela publicados, una novela a punto de salir y cuatro más en proceso, pero ninguno de esos textos entraría en esa clasificación. Fue en apariencia la coyuntura que me llevó a lo fantástico, pero no creo en el azar. El año pasado, me contactó la Editorial peruana Pandemónium para su convocatoria Ucronía. No tenía nada más que hacer en el verano y necesitaba retos. Tomé en serio el pedido y escogí escribir sobre la Dama de Cao, gran gobernante de la cultura mochica, que murió muy joven por complicaciones de su embarazo. Me planteé la pregunta siguiente: ¿Qué hubiera pasado si la dama de Cao hubiera abortado?, tema que me apasionó tanto que me fui de viaje a investigar en el mismo sitio. Ya tenía algo de experiencia gracias a algunas publicaciones en las antologías de la editorial Altazor, con cuentos de género que me gustaba escribir como respiro entre mis proyectos realistas. Me venía bien, calmaba mi sufrimiento mientras escribía otro tipo de cosas. La relación que tuve con Pandemónium y su gente me salvó de la angustia de la página en blanco y luego del confinamiento. Seguí respondiendo sus llamadas cuando me convocaron para la antología escrita por mujeres El día que regresamos en marzo del 2020, al inicio de la pandemia, cuando no teníamos ni idea de lo que iba a pasar con este virus y nuestras vidas. La antología salió en físico en dos semanas y tuvo bastante éxito. Luego seguí con casi todas las convocatorias de Pandemonium y de la revista Aeternum, y con Extrahumanos gané el premio del mejor cuento con 300 botellas al mar. Ahí fue cuando realmente descubrí el placer de salir de mis parámetros como escritora. La pandemia me enseñó literalmente que la literatura te puede salvar de cualquier encierro. Mis cuentos de esta época se nutren de las primeras emociones que sentí a partir del mes de marzo cuando nos quitaron todos los derechos y la ciudad se llenó de militares armados. Me aferré a esta editorial porque sentí que este género correspondía a nuestras interrogaciones sobre nuestro futuro como especie humana. ¡También soy filósofa, ja! Y debo decir que el género fantástico me permitió reconciliarme con la otra parte de mi cerebro que goza con la frecuentación de las teorías y los conceptos.



4. ¿Tienes algún autor o autora fundamentales en tu acercamiento al camino de las letras?

  Tengo muchos. Escribo bajo la sombra de una primera capa que es la de los maestros de la literatura francesa con los cuales me educaron: Montaigne, Voltaire, El Marqués de Sade, Camus, Balzac, Zola, Stendhal, el teatro de Sartre, L.F. Céline, Lautréamont, Baudelaire, Rimbaud. La segunda capa es la de los filósofos que vienen de mi formación académica: Nietzsche, Freud, Marx, Spinoza, Epicuro, Platón, Bergson me inspiraron mucho en la manera de dar vida a los conceptos abstractos, son filósofos con hermosa prosa, siempre los tengo presentes a la hora de escribir ficción. La tercera capa es la de la literatura norteamericana del siglo XX, Edgar Allan Poe, Steinbeck, Faulkner, Fante, Bukowski, Henry Miller, Kerouac, Mac Carthy, Russell Banks, Paul Auster. La tercera capa es la del boom latinoamericano, Cortázar, Vargas LLosa, Fuentes, García-Marqués, Borges, Donoso, Onetti. Luego tengo otra capa de sombras inspiradoras que es la femenina: Agatha Christie, La Condesa de Segur, George Sand, Colette, Nancy Huston, Annie Ernaux, Marguerite Duras, Carson Mac Cullers, Agota Kristov, Clarice Lispector, Virginia Woolf, Alejandra Pizarnik. Pero creo que la autora que realmente hizo que me enamore por primera vez de las letras fue Agatha Christie. Leí todos sus libros en el verano de mis 15 años y entendí gracias a Miss Marple y a Hercules Poirot que nunca más me iba a aburrir en mi vida.


5. ¿Cuál es el germen de tus obras?

  Siempre me inspiro en mi vida, en mis experiencias. Tengo muy mala memoria entonces escribo en libretas las cosas que quiero recordar desde que tenía 18 años de edad. Todo lo que escribo sale de esas libretas. Tengo cómo 20. Luego de mucho tiempo las vuelvo a leer e intento dibujar un mapa de lo que es mi vida dentro del plan universal gigante. Intento darle sentido al todo. Primero intento captar la energía de lo vivido a nivel personal y la elevo para que cuadre con lo que humildemente puedo percibir de lo que está pasando a nivel global. Me guío en esta idea de Pessoa: si quieres llegar a lo universal tienes que profundizar lo íntimo. Así fue como nacieron todos mis libros. En mi primer libro de cuentos, Geometría del deseo, ordené algunas de las experiencias vividas desde mi llegada en el Perú, En La flor artificial, novela que escribimos a cuatro manos con Christiane Félip Vidal soy Silvia Li, la poeta surrealista arequipeña que desaparece en la selva amazónica y que rescatamos del olvido. Me pasa lo mismo con mis producciones de género. Para dar un ejemplo más preciso, en 300 botellas al mar, el cuento que ganó la convocatoria Extrahumanos de la Editorial Aeternum, me inspiro de mi cuarentena de marzo a junio del 2020 en mi casa con mi hijo, de la observación de mis vecinos, de la calle de mi barrio en Miraflores, Lima. Todo es autobiográfico. Lo leyó mi hijo y hasta ahora nos reímos cuando nos cruzamos con el chino de la esquina que en el cuento resulta ser el mutante de tipo B, el que se come a toda su familia y a los muebles de su sala o con Leonor nuestra empleada que aparece en el cuento como la que nos salva de los mutantes con su planta de la vida. Me encanta distorsionar mi propia vida, darle vuelta a lo cotidiano. Con eso nacen tanto mis distopías como mis utopías.


6. ¿Crees que la situación de la mujer en el ámbito de la literatura internacional ha mejorado todo lo que debiera?

  Yo ahora lo veo todo a través del extremo equivocado del telescopio. La literatura en general va muy mal en el Perú, aunque mejorando cada vez más. Por otro lado, va peor la condición de la mujer y obviamente peor aún la literatura escrita por mujeres y entonces ni hablar de la literatura de género escrita por mujeres. El mundillo de la literatura peruana es un ambiente muy machista y patriarcal. Dentro de este medio a las escritoras de ficción nos consideran unas freaks, brujas. Pero justamente por eso vale la pena apostar en esa causa perdida. Más allá de la situación peruana es un reto mundial. Y como escritores necesitamos retos. Yo considero que es mi aporte a la sociedad: enseñar mis visiones del futuro, diseñar modelos distintos. Estamos en el momento preciso, creo yo. El mundo está cambiando. Ya nadie cree en la política. Y las mujeres tenemos mucho que decir, años luces de silenciamiento. Apostemos en eso. A mí me encantan las causas perdidas. Las grandes revoluciones siempre nacieron de esto. Al mismo tiempo nunca he visto tanta energía como a la hora de reunirme con grupos de escritoras latinoamericanas. Siento que estamos empezando a cambiar las cosas. Conversar sobre temas como ultra violencia, sexo, ciencia ficción y terror con escritoras latino americanas madres de familia que se dan un tiempo los domingos en la mañana entre pañales y atenciones al marido, me da mucha alegría y esperanza. Veo que hay más y más que se atreven a hacer oír su voz. Confío en la sororidad que somos capaces de desarrollar entre nosotras las mujeres. Este fenómeno no se veía tanto hace unos años.


7. ¿Cuál dirías que es tu obra más perfecta?

  Creo que La flor artificial, la novela que escribimos con Christiane Felip Vidal. Es una obra total cuyo proceso creativo me llenó de gracia. Para empezar, es el resultado de una gran historia de amistad literaria con Christiane. Escribir a cuatro manos es algo que permite salir del egocentrismo. Creo que cada escritor lo debería probar. Cada etapa del proceso, al compartirlo con el otro, pasa por el filtro de la crítica y ahí fue cómo aprendí a deshacerme de la idea de que cada línea que sale de mi es un huevo de oro. Enseña humildad. Segundo: pretendemos abarcar con esa novela todos los modos de escritura: poético, dramaturgo, ensayista, periodístico, etc. Y para terminar creo que logramos fusionar la ficción con la historia real. Es una suerte de collage sobre la identidad que responde a la pregunta ¿Quién es Silvia Li? y que intenta unir a la vez las dos mitades que tenemos en común Christiane y yo: el universo francés y el peruano, todo bajo la energía creativa del surrealismo.


8. ¿Y en la que más te has involucrado?

  En cada uno de mis escritos me involucro, son mis biografías escondidas. Quien quiere conocerme tiene que leer mis obras.


9. ¿Y la que te ha dado más complicaciones?

  Creo que con la novela que está por salir ahora. Es una novela que escribí en francés en el 1997, justo antes de llegar al Perú. La dejé dormir 20 años en un cajón de la casa de mi abuela como la bella durmiente y recién la saqué en el 2018 cuando tuvimos que vaciar la casa al mudar mi abuelita a una residencia de ancianos. La volví a leer y sentí que tenía que traducirla al español para reconciliarme con esa parte dolorosa de mi pasado. Fue una reescritura cómo lo exige cualquier traducción. La mandé a la editorial Planeta quien la aceptó, pero parece que aún va a tener que esperar para ver la luz, por culpa de la pandemia.


10. ¿Prefieres convertirte en una autora comercial o hacer lo que te dé la gana?

  Definitivamente hacer lo que me da la gana. Cuanto más libre, más auténtica, y cuanto más auténtica mejor. Lo único que busco en la escritura es la verdad. El resto, las ventas, el reconocimiento vendrá por sí mismo. El futuro lo dirá. Lo que más me importa es tocar a mis cercanos, a mis 4 0 5 lectores inteligentes, poder compartir algo de mi cosmovisión con la gente que amo, mi hijo, mi familia, mis amigos, mis alumnos.


11. ¿Tienes algún tipo de rituales o manías antes de abordar tus momentos de escritura?

  Siempre escribo a partir de las 5 de la tarde, cuando terminé todos mis deberes de madre, de profesora y de ama de casa. Necesito estar sola en mi escritorio sin nada ni nadie que me interrumpa, con mi música, mi biblioteca, mi gata en el sofá y una copa de buen vino.


12. Cuéntanos todo acerca de tus últimos lanzamientos.

  He dedicado el año de pandemia a la escritura de cuentos de género. Varios ya se publicaron o están a punto de salir por la celebración del bicentenario de la independencia del Perú. Uno será parte de un colectivo sobre las libertadoras olvidadas del virreinato, otro de un manual de historia del Perú versus zombis, luego está la ucronía Dama de Cao y uno de ciencia ficción que imagina la Lima del futuro. Por otro lado, espero la salida de mi segunda novela con la editorial Planeta.



13. ¿Tienes proyectos inmediatos? Añade todo lo que desees.

  Tengo varios proyectos a la vez en el aire, siempre. Tantos que a veces me pierdo.

  A fin de mes lanzaremos de nuevo La flor artificial por su edición en ebook.

 También empecé una novela sobre la experiencia ambivalente que siempre tuve en el Perú con mis empleadas del hogar, gran tema ese, se llamará Esclavas. Es una suerte de dialéctica del maestro y el esclavo versión latino americana. Pero sigo apostando por mis respiraciones de género. Ahora mismo estoy terminando mi primer cuento “gorno” para la convocatoria Hedónica de Pandemonium. Me reí mucho trabajándolo. Hago volar mi imaginación, me encanta irme al extremo, investigando mi propia violencia. Siempre tengo algún cuentito bajo la manga que quiere romper con la norma. Es mi manera de ser rebelde.

  Mi último comentario sería: que nadie se quede en la literatura de género (ni escritores, ni lectores). Al final todo es literatura, ¡que abran sus mentes! Los extremos son para pensar nuestra realidad y mejorarla, no para escaparnos de ella. Lo peor que nos puede pasar como seres humanos es encerrarnos en casilleros. Al final lo que cuenta es leer y escribir, vivir la vida y contarla en todas sus formas. Yo no quiero ser una escritora de género. ¡Nada peor para mí que  mis amigos literatos me calificasen como escritora de terror entre muecas de burla! Solo quiero contribuir humildemente a que la humanidad no desaparezca de este planeta, a que seamos más humanos. Poner mi piedra contra la amenaza de los zombis, ja.

 Textos míos que pueden leer:

 Mi primer libro de cuentos publicado en Perú en el 2012: Geometrías del deseo (Borrador Editores), y en el 2015 en México (Cuadrivio editores. Cuadrivio.com). Se encuentra en algunas librerías de Lima (El virrey, Librería Sur) y en el stand de Borradores Editores en las ferias.

 La Flor Artificial, novela escrita a cuatro manos con la escritora Christiane Félip Vidal (Cocodrilo Ediciones, 2016). Cuenta de varias formas la biografía de Silvia Li, poeta arequipeña del siglo XX que inventamos. Se encuentra en las librerías Sur, El Virrey, Ibero, en librerías virtuales como librosperuanos.com, ferias. Pueden ver mas en este link:



  Cuentos míos en antologías como 201 (Ediciones Altazor, 2013), Ultra violentos, Antología del cuento sádico en el Perú (Ediciones Altazor, 2015), 69 (Ediciones Altazor, 2016), Mario y los escribidores/27 relatos sobre el universo vargasllosiano (Ediciones Altazor, 2019), El día que regresamos (Pandemonium editorial, 2020), 300 botellas al mar (Cuento ganador de la convocatoria Extrahumanos de la revista Aeternum, 2020).

  Todos se encuentran en plataformas de ventas de libros virtuales o en las mejores librerías de Lima como: El Virrey, Librería Sur, la Familia, Ibero, Escena libre y sus respectivas plataformas, y al final en todas las ferias.





viernes, 5 de febrero de 2021

La sombra de Orlok

 




¡Viernes cinematográfico! Tengo el gusto de presentaros hoy en Caosfera un artículo inédito a cuatro manos entre el escritor Rafael Lindem y una servidora. En él, repasamos las obras más emblemáticas surgidas bajo la inspiración de uno de los personajes más emblemáticos del cine de terror de los años 20: el conde Orlok, heredero, como no, del famoso mito vampírico creado por Stoker. Espero que disfrutéis de este breve pero intenso repaso :)



Cuando Florence Balcombe, viuda por aquel entonces del famosísimo escritor Bram Stoker, abrió la carta con sello berlinés que acaba de recibir, entró inmediatamente en cólera. En ella, una mano anónima había dejado testimonio de un evento cinematográfico con acompañamiento orquestal, celebrado en el Jardín Zoológico de la capital alemana. Corría el año 1922, y el evento no era otro que el estreno del célebre film Nosferatu, dirigido por Friedrich Murnau y protagonizado por el enigmático actor Max Schreck. La obra, referente definitivo del cine de vampiros, había tomado prestados múltiples elementos de la novela de Stoker, Drácula, aunque sabiamente matizados por el guionista Henrik Galeen y también por Albin Grau, fundador de la productora Prana Films y reputado ocultista. Un inspiradísimo Murnau hizo el resto, creando un universo de suntuosos escenarios, muchos de ellos rodados en la propia Rumanía, en el que la muerte y las ratas, orquestadas por el conde Orlok, amenazan con devorar el apacible, casi dormido, mundo de los vivos. 

  Pero la ira de Balcombe, heredera de los derechos de Drácula, y a la que ni siquiera se había consultado antes de iniciar el rodaje de esta libre adaptación, era ciega a la importancia artística de semejante logro. Con la ley de su parte, ordenó la destrucción de los negativos de Murnau, y de cuantas copias se hubiesen realizado. Por fortuna, el brazo de la ley no fue lo suficientemente largo, y varias copias consiguieron salvarse del fuego y llegar hasta nuestros días. También, por supuesto, su influencia, inamovible ya en el imaginario del público, que ha sabido dar a este clásico adulterado su puesto de honor junto al canónico conde de Stoker. Incluso contó con su propio remake en 1979, realizado por Werner Herzog y con el iracundo Klasus Kinski en el papel de Orlok. 






  Este segundo film, de una belleza extraordinaria, se sirvió también de los exteriores y escenarios para sumergir al espectador, pero gracias al sonido y a la hipnótica partitura del grupo musical alemán Popol Vuh, logró potenciar si cabe el don transformador, poético, casi místico, de la pieza original. Este remake tendría posteriormente una vergonzosa secuela, Nosferatu en Venecia, ya sin Herzog al timón, y que sufrió los avatares de un decadente e intratable Klaus Kinski, que incluso se empeñó en mal-dirigir algunos pasajes de la cinta. 





  La película podría definirse como una sucesión de escenas sin orden ni concierto, en un bochornoso montaje en el cual además de Kinski metieron baza nombres como Lewis Coates, Mario caiano o Mauricio Lucidi. Resultan obvias las desavenencias de producción que, por supuesto, fueron las principales culpables de este estrepitoso bochorno. Pero lo que no pudo quemar la esposa de Stoker, no pudo ser destruido por el loco y colérico Kinski: estrenando el nuevo milenio, Orlok regresaría de la mano de Elias Merhige para su afortunado homenaje a Murneau en La Sombra del Vampiro. En esta más que interesante cinta nos encontramos al camaleónico Willem Dafoe personificando al mismísimo Max Schreck convertido aquí en un verdadero vampiro. El que el actor principal no fuese tal, sino una auténtica criatura de la noche, fue un rumor que corrió hasta el punto de ganar un importante peso en el imaginario popular. Si a esta premisa principal le añadimos la presencia del también camaleónico John Malkovich en el papel del malogrado Murnau, tenemos un perfecto cocktail con grandes dosis de histrionismo, eso sí, muy bien llevado. Imposible no obviar su exquisita ambientación, su excelente banda sonora firmada por Dan Jones, en la que también podemos encontrar piezas clásicas y, por supuesto, el enorme nivel interpretativo a lo largo de toda la producción (Catherine McCormack, Udo Kier). Sin duda, uno de los más interesantes proyectos en los que el tan odiado como admirado Nicholas Cage ha aportado su granito de arena como productor.




  Como vemos, ni el hecho de que la inmortal producción de Murnau supusiese la quiebra de Prana Films, ni el que posteriormente muchas de las cintas firmadas por el prestigioso director nunca pudiesen ser recuperadas o que en el año 2015 la profanación del cadáver del cineasta fuese noticia en todo el mundo —acontecimientos que bien pueden atribuirse a la eterna maldición del conde Orlok— han constituido óbice alguno para que esta obra de arte fraudulenta siga conservando su sello distintivo y superando todo tipo de avatares como una auténtica criatura de la noche.