¡Viernes literario! Tengo el gusto de volveros a presentar a nuestro colaborador Francisco Negrete, alias El conde de Betancourt que nos trae esta interesante desmitificación del Necronomicón, como bien nos dice Francisco la obra más famosa de Lovecraft y sobre la que, sin duda, pesan más leyendas y supersticiones. Os invitamos a leer y sacar vuestras propias conclusiones.
¡El Necronomicón! Quizás la obra más famosa de Lovecraft. Voy a ir directo al grano para evitar a toda costa los rodeos: este libro ha sido una de las principales causas que ha malformado por entero lo Lovecraftiano y Los Mitos de Cthulhu por igual. Basta con poner las tan temidas palabras clave en el buscador de Youtube, o de cualquier otra plataforma que albergue contenido audiovisual, para ser bombardeados con cientos y cientos de aportes sin sentido que únicamente desinforman a los ingenuos, haciéndolos pensar que esta obra se trata de un auténtico libro de hechizos.
No voy a negar que la literatura ocultista y esotérica existe en el mundo real. Hablar sobre este tema es como intentar buscar una aguja en un pajar, siendo el asunto muy similar al de otras polémicas de porte equiparable y que no quiero mencionar porque terminaríamos por quedar varados en un punto muerto. No obstante, esto no pasa con el Necronomicón: un libro de magia ficticio que no es otra cosa que un elemento que explica varias «lagunas literarias» que existen dentro de Los Mitos Cthulhu y que los lectores de Lovecraft bien podrían aprovechar en lugar de estar actuando como imbéciles. Sí, he dicho imbéciles.
Quizás algunos puedan estar pensando que es ahora cuando donde comenzaré a echar pestes sobre el contenido de DrossRotzank y del resto de hacedores de creepypastas, ¿cierto? Si bien merecido se lo tienen, la verdad es que la leyenda urbana del Necronomicón se remonta mucho antes del uso del internet tal y como lo conocemos en la actualidad, y esto no lo digo para sonar profundo o convincente; es que es la verdad. ¿O es que ya se olvidaron de la trilogía original de Evil Dead?
Supongo que cualquier mexicano que se respete conocerá el tan afamado programa radiofónico de La mano peluda: unos episodios que aún hoy se transmiten durante las noches en la estación de Radio Fórmula, en donde se tocan temas de lo insólito como los espectros, los troles, y por supuesto, el Necronomicón. Al menos para mí, es imposible no reírme de la veracidad de ciertos temas aquí tratados y de algunos testimonios que han aportado determinados radioescuchas, aunque lo que sí no me causa gracia es la muerte que sufrió su más entrañable anfitrión, Juan Ramón Sáenz, misma que está rodeada de un halo macabro.
El documento que nos deja ver con más claridad cómo Lovecraft fue construyendo El Necronomicón es la famosa carta del 27 de noviembre de 1927 que le envió a Clark Ashton Smith en donde describe levemente el fondo de la trama principal, es decir, la historia de Abdul Alhazred, el libro en sí y El horror de Dunwich, además de otros datos interesantes. Les recuerdo que gran parte de las cartas de Lovecraft han sido publicadas por Hippocampus press, todas ellas en varios volúmenes que cuentan con la participación del genial S.T. Joshi, aunque claro, cabe resaltar que el tema de la correspondencia Lovecraftiana es bastante extenso, y que hablar de él es casi imposible a raíz de que algunas misivas forman parte de colecciones privadas. En fin, según el mensaje:
No he tenido ninguna oportunidad de producir material nuevo este otoño, pero he estado clasificando apuntes y sinopsis como preparación para algunos cuentos monstruosos más luego. En particular, he elaborado algunos datos sobre el célebre e inconfesable Necronomicón del árabe loco Abdul Alhazred. Parece que esta blasfemia espantosa se produjo por un autóctono de Sanaá, en Yemen, quien florecía alrededor del año 700 d.C. y hacía muchas peregrinaciones misteriosas a las ruinas de Babilonia, las criptas de Memfis y los estériles páramos llenos de diablos de los grandes desiertos del sur de Arabia — en Roba de Khaliyeh— donde afirmaba haber hallado señales de cosas más viejas que la raza humana, y aprendido la adoración de Yog-Sothoth y Cthulhu.
El libro fue un resultado de la vejez de Abdul, que pasaba en Damasco, y el título original fue Al Azif — azif (cf. las notas a Vathek de Henley) era el nombre que se ponía a esos extraños ruidos de la noche (de insectos) que los árabes atribuyen al aullido de demonios. Alhazred murió —o desapareció— bajo circunstancias terribles en el año 738. En el año 950, Al Azif se tradujo al griego por el bizantino Theodorus Filetas bajo el título Necronomicón, y un siglo después el libro fue quemado por orden de Miguel, Patriarca de Constantinopla. Se tradujo al latín por Olaus en el año 1228, pero fue puesto en el Index Expurgatorius por el Papa Gregorio IX en 1232. El texto original se perdió antes del tiempo de Olaus, y la última copia conocida de la versión griega se estalló en Salem en 1692. La obra fue publicada en los siglos XV, XVI y XVII, pero pocas copias son existentes. Dondequiera que exista, se guarda cuidadosamente por el bien de la sensatez y bienestar del mundo. Una vez, un hombre leyó la copia en la biblioteca de la Universidad Miskatonic, en Arkham —lo leyó y huyó desenfrenadamente al campo—... ¡Pero eso es otro cuento!
Me resulta bastante curioso cómo alguien que se dedicó a resaltar en demasía los defectos del género gótico en su célebre ensayo, El horror sobrenatural en la literatura, haya utilizado un elemento tan característico de éste al escribir el Necronomicón y atribuirle un pasado tan tumultuoso como el del Codex Gigas, sin olvidarnos de que también nos hace creer que lo que tenemos en nuestras manos es una traducción de un libro bastante añejo.
A partir de aquí es que debo de hacer un pequeño paréntesis, ya que al contrario de lo que mucha gente piensa, Lovecraft jamás formuló esta serie de «prácticas mágicas», ya que no existe un dato en sus biografías o fuentes validadas por S.T. Joshi que haga constatar que haya concebido un libro de tal contenido. Sólo se hace mención de que escribió el relato de Historia del Necronomicón en 1938 —fecha que está muy próxima a la de la carta dirigida a Clark Ashton Smith— y cuya premisa ya mencioné por accidente. Lo pueden leer tranquilamente en el Volumen II de la Narrativa completa, impresa por Valdemar.
Este inciso me estaba provocando un gran quebradero de cabeza, hasta que mi buen amigo Mario Garcéz —el chico que me vendió el ejemplar de Más allá de los eones— me recordó la existencia de El Necronomicón de Simon. Pero, ¿qué es El Necronomicón de Simon? Básicamente es una miscelánea del relato que he mencionado hace unos instantes y varios preceptos de la Magi(k) ceremonial de Crowley, es decir, una sofisticada estructura psicológica para entablar contacto con el Sí más elevado del iniciado, vinculando a los personajes de Lovecraft con los dioses del panteón sumerio y babilónico. De ahí que se mencionen entidades como Marduk, Pazuzu o Lilith, además de ciertas pronunciaciones fonéticas como Kutulu, destinada para nuestro cefalópodo favorito, Dios Loco del Caos para Nyarlathotep y Azag-Thoth, para el Caos Nuclear.
Podríamos pensar que su asombrosa estructura no termina aquí, puesto que, si nos acercamos y tomamos un ejemplar de cualquier librería, seremos capaces de advertir que su estética literaria tira por emular la de determinados «grimorios» que rondan por ahí, como por ejemplo, la típica Clavícula Menor y Mayor del Rey Salomón, El Grimorio De Aka Paimon y varios ejemplares que se pueden conseguir sin mucho esfuerzo a través de la editorial Manus Sinistra. Mi amiga Nieves Guijarro concuerda en este punto. Les recuerdo que ella, además de su labor literaria, sube a su blog Caosfera lo que tiene a la mano sobre magia del caos, tótems, sin olvidar de que comulga con la doctrina del luciferismo. Tal y como lo dije en el vídeo anterior: el verdadero conocimiento arcano no se distribuye tan fácil y únicamente se limita a ser compartido por miembros de grupos muy selectos.
Se mezclan también otros conceptos como el HADES, presente en algunas malas traducciones para el término Sheol (o Infierno judío) en las creencias cristianas y como nombre del carismático dios griego de la antigüedad. Yo sé que tras revisar las supuestas invocaciones uno se puede llegar a impresionar en demasía, pero el «¡IA! ¡IA! ¡Cthulhu!» de algunos rezos, terminan por delatarlo.
La idea de entrelazar los caminos de Crowley y Lovecraft no es tan vieja tampoco. Si bien el blog de El espejo gótico tiene un artículo sobre ello, la información y análisis completo lo pueden consultar en la primera sección del propio Necronomicón de Simon impreso por La Factoría de Ideas —no confundirla con una antología de relatos del mismo nombre y editorial— cuyo enlace de compra en su versión digital de la Google Playstore voy a dejar en el comentario fijado.
Cabe resaltar también, como dato curioso, que existe una secta denominada como La Orden Tifoniana que mira a nuestro hombre como un auténtico profeta. Esto último no me extraña, sabiendo que existe una religión en torno al canon de Star Wars llamada Jediismo. Ya lo comentaban los verdaderos sabios: el abuso del politeísmo llevó al monoteísmo, el abuso del monoteísmo al ateísmo, y mi aporte para tal idea es que el ateísmo se desvió hacia estas cosas. Y ahora que me atreví a mencionar al ateísmo, tengo serias cuestiones sobre lo que Lovecraft, un duro ateísta, habría pensado sobre lo que se cree actualmente de su persona si nos basamos en la declaración que le hizo a Clark Ashton Smith al momento de escribir El horror de Red Hook, diciendo que tales congragaciones no eran sino un nido de gente inculta que solía estar relacionado con los inmigrantes.
Si voy un paso más allá, considerando una misiva hacia Willis Conover del 29 de julio de 1936, Lovecraft dice:
Ahora bien, sobre «los libros terribles y prohibidos», me fuerzan a decir que la mayoría de ellos son puramente imaginarios. Nunca existió ningún Abdul Alhazred o el Necronomicón, porque inventé estos nombres yo mismo. Luwdig Prinn fue ideado por Robert Bloch y su De Vermis Mysteriis, mientras que el Libro de Eibon es una invención de Clark Ashton Smith. Robert E. Howard debe responder de Friedrich von Junzt y su Unaussprechlichen Kulten.... En cuanto a libros escritos en serio sobre temas oscuros, ocultos, y sobrenaturales, en realidad no son muchos. Esto se debe a que es más divertido inventar trabajos míticos como el Necronomicón y el Libro de Eibon.
Me hace mucha gracia que De Vermis Mysteriis aparezca en el Necronomicón de Simon de La Factoría de Ideas como un trabajo de Lovecraft cuando, tal y cómo se apreció, es una inventiva de Robert Bloch que aparece en El vampiro estelar. En resumen, al menos por parte de sus verdaderos padres, no existe ningún Necronomicón, De Vermis Mysteriis o Libro de Eibon. Al menos no físicamente.
Para rematar con la serie de inconsistencias que he estado enumerando, me gustaría citar a un «hermano gemelo» de El Necronomicón de Simón que se hace llamar Grimorium Imperium o El libro de los viejos espíritus de un tal John Dee. Creo que no existe discusión cuando una obra literaria está bien realizada, pues ésta llega a tener a varios admiradores que intentan reproducirla, algo que, como ya repasamos, también hizo Lovecraft con Dunsany, Poe y Machen. Le pasó también a Ann Radcliffe, a Cervantes y a Conan Doyle. Lo que me sorprende es que el problema no sólo persiste en el habla hispana: los angloparlantes tienen también sufren por él. Veamos, gracias a la herramienta de traducción instantánea, lo que un comprador de Amazon opina tras haberlo adquirido…
Si nos apoyamos en una versión electrónica que tengo a la mano, veremos que aparece muchas veces la palabra de Nyarlathotep…
Regresando al verdadero Necronomicón, al ficticio, la condición de libro maldito es algo que Lovecraft utilizó muy bien y que los más versados en el terror saben que tomó de la genial novela de El rey de amarillo, de Robert William Chambers; así que las supuestas maldiciones que podrían ocurrir tras leerlo no son lo que aparentan. Pero entonces, ¿qué son todos esos hechos inexplicables, esas calamidades que ocurren luego de que la gente lea estos supuestos conjuros? Tantas personas no podrían estar equivocadas, ¿o sí? Al menos dentro de lo poco que yo entiendo de estas cosas, esas «fuerzas misteriosas» son una manifestación del poder energético de la propia mente, y no me refiero a la sugestión y otros problemas psiquiátricos y psicológicos, sino a algo parecido al fenómeno poltergeist. Al final, lo que Juan Ramón Sáenz decía en su programa no estaba del todo tan incorrecto; únicamente mal enfocado. En serio, deberían de tenerle más consideración al poder del pensamiento humano.
Sin embargo, me estoy olvidando de lo verdaderamente importante: del valor literario del Necronomicón dentro de Los Mitos de Cthulhu. Me sorprende que BitielAventura, un creador de contenido que se enfoca por entero a los videojuegos, entienda mucho mejor lo Lovecraftiano que otros que se dedican a subir vídeos de terror. Y es que en la comparativa que hace entre Bloodborne y la literatura de El solitario de Providence, Bitiel comenta que al igual que Los Grandes en la obra de Fromsoftware, los Great Old Ones de Lovecraft, o Los Grandes Antiguos, no son dioses en su totalidad, sino extraterrestres que se encuentran en un plano superior de la existencia y que aparentan ser deidades a nuestros débiles ojos porque no somos capaces de comprender su naturaleza. Y es aquí en donde entra Abdul Alhazred y el Necronomicón, demostrando a leguas nuestro estéril entendimiento. Los Great Old Ones son entidades a las que se les puede hacer daño, como a Cthulhu en la parte final de la novela, o a la mismísima aberración de El horror de Dunwich. De hecho, algunos piensan que los poderes de los Great Old Ones no son otra cosa que tecnología avanzada que aparenta ser magia, aspecto que se hace constatar en Las montañas de la locura con los shoggoths. Siempre que veo la litografía de H. R. Giger llamada también Necronomicón, se me viene mucho a la cabeza todo esto.
Regresando al Necronomicón de Simon, diré que me estoy basando en la segunda edición de 2008 publicada por Editorial TOMO. Sí, he dicho bien: la marginal Editorial TOMO. Mucho he especulado sobre por qué este libro no se encuentra en mejores condiciones. Tras mirar este meme sobre Los hornos de Hitler, creo entender el motivo.
Y es que para empezar, las mismas editoriales y librerías también han alentado a esta ola de desinformación al colocar al Necronomicón de Simon junto a los ejemplares de santería, horóscopos y tarot. El maquetado, empastado e imagen de cubierta que le dan no ayudan mucho tampoco pues aparenta ser un libro de ese estilo, sin descartar que se lo atribuyen totalmente a Lovecraft y de que tampoco tiene el nombre correcto.
Existe, no obstante, una alternativa hispanoamericana que se ha arriesgado a darle una cara lujosa a la obra y rescatarla de esta podredumbre. Me estoy refiriendo, faltaba menos, al colectivo peruano llamado Editorial Cthulhu. Ellos lo dotaron con un empastado de madera asombroso. Honestamente, pese a las diferencias que tengo con la editora y algunos de sus escritores, animo a toda mi audiencia peruana a que lo compren, dado a que es una edición muy bonita que admito que yo mismo quisiera tener. Eso sí queridos paisanos y resto de espectadores: absténganse de preguntar en su página de Facebook sobre si hacen envíos al extranjero, que esta editorial suele mostrarse bastante hostil por ello (si lo sabré yo). Intentan ser profesionales en el ramo, aunque realmente no lo son. De cualquier modo, la mala publicidad es siempre nula.
Los chicos de Editorial Mirlo también apuestan por darle un enfoque adecuado al Necronomicón, quiero decir, meramente literario. No tengo su creación, pero por lo que sé, se encuentra ilustrada. En mi opinión, este rasgo le da un toque muy artístico que me llama mucho la atención. Por lo poco que he visto de su índice en un par de fotos, parece que también cuenta con algunos cuentos como Los otros dioses, lo que podría reforzar la experiencia.
Regresando a la edición de TOMO, el libro comienza muy bien con la explicación de cómo fue el verdadero proceso de imprenta de Historia del Necronomicón; según nos dicen, Lovecraft no tenía pensado publicar ya que sólo era para distribuirla a sus amigos. En 1938 se editaron 80 ejemplares como panfleto conmemorativo de la Rebel Press, después la reimprimiría Derleth en 1943 en la antología Beyond the Wall Sep y de ahí en adelante iría publicándose de manera subsecuente. Me gusta mucho un fragmento de una carta dirigida a Harry O. Fischer de 1937 que dice:
El nombre Necronomicón (nekros: cadáver; nomos: ley; icon: imagen = Una imagen [o representación] de la ley de los muertos) se me ocurrió durante un sueño, aunque la etimología es perfectamente válida.
Desgraciadamente, este genial punto se ve rápidamente dilapidado cuando se mezcla la historia del árabe loco sin detenerse a explicar dónde comienza la realidad y dónde la ficción. Todos conocemos la trama: Abdul Alhazred se interna en las ruinas de la vieja Babilonia, entonces, aparecen unos seres de naturaleza desconocida, que en lugar de matarlo para preservar su conocimiento, se lo transmiten a lo largo de los años. Al final, el erudito muere despedazado de día, a ojos de miles de testigos, por culpa de una bestia invisible. Las páginas siguientes son sólo un compilado de sellos, embrujos y demás rituales varios que sirven, como no, para fines netamente materialistas.
Pero, ¿quién es Abdul Alhazred? El tipo no es más que otro alter ego de Lovecraft al igual que Randolph Carter. La creencia popular dice que es una referencia hacia Las Mil y una noches —aspecto que dudo en demasía porque no encontré ningún nombre parecido ahí en la Edición de Edhasa, la más fiel—; mientras que Spregue De Camp nos dice que no era más que un sobrenombre que Lovecraft utilizaba en su infancia durante sus juegos y que fue sugerido por un viejo amigo de la familia; y por último, S.T. Joshi nos comenta en un libro de la Hippocampus Press del 2017 —mismo que reúne todas las cartas dirigidas, nuevamente, a Harry O. Fischer— la relación del poeta loco con el libro y el motivo por el que se complementan perfectamente entre sí:
El nombre Necronomicón se me ocurrió en el curso de un sueño. Al asignar un autor árabe a un libro de nombre griego, estaba invirtiendo caprichosamente la condición por la cual el monumental trabajo astronómico del griego Ptolomeo (Megalê Syntaxis Tês `Astronomias) se conoce comúnmente por el nombre árabe Almagesto (o más verdaderamente, Tabrir al Magesthi), el cual, se desarrolló a partir de la corrupción del título original cuando los árabes hicieron su traducción…
A manera de conclusión, volveré a repetir de que si bien la gran mayoría de creadores de creepypastas son culpables de difundir una mala información sobre el Necronomicón, y que las ofensas que algunos le lanzan están más que justificadas —en donde algunos como Dross no les queda otra cosa sino que que admitir, en letra muy pequeña, que sus vídeos son solamente para entretener— la realidad es que los verdaderos culpables en todo esto son ustedes: los espectadores, puesto que se quedan con la primera información que encuentran sin siquiera tener la iniciativa de compararla con otra, aunque tampoco ayuda mucho si esa «otra» son también puras mentiras. Un refrán que decimos en la ingeniería que se aplica por entero aquí es que cuestionen siempre lo que escuchen. De hecho, únicamente créanme la mitad de lo que les acabo de decir y de la otra duden, pero traten de averiguarlo ustedes. Recuerden que estaba por equivocarme con el nombre de El Necronomicón de Simon.
Quizás no soy el más original o el más pacífico al momento de mostrar mi contenido; sin embargo, si trato de ser el más honesto debido a que yo mismo pasé por esto cuando me adentré al mundo de la literatura de terror; y sinceramente, sentí mucho coraje cuando me di cuenta del tipo de ideas absurdas que tenía en la cabeza por culpa de unos idiotas. Vulgarmente diré que me vieron «la cara de oaxaco». Así que todos, en algún momento, hemos llegado a pensar que El Necronomicón es un libro real de magia y que entre sus páginas moran las fórmulas mágicas para hacer aparecer a los Great Old Ones.
versión audio en el canal de El conde de Betancourt
muy bueno
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