Un viernes más, nuestro colaborador David López Cabia nos sumerge en la historia más cruda. En esta ocasión, nos trae uno de los más terribles episodios de la Segunda Guerra Mundial, la Operación Anthropoid, que desembocó en la terrible represalia nazi con el pueblo de Lídice. La historia nunca deja de aterrarnos y sorprendernos...
Las ansias expansionistas de Hitler llevaron a centrar su atención en la vecina Checoslovaquia. Ya en marzo de 1938, Alemania se había anexionado Austria y la amenaza nazi pendía sobre los checoslovacos.
Con las tropas alemanas haciendo maniobras cerca de la frontera, Checoslovaquia puso en alerta a su ejército. Sin embargo, la política de apaciguamiento de Chamberlein y Daladier tuvo como resultado lo que sería conocido como los acuerdos de Munich. Así, Gran Bretaña y Francia permitían a Alemania la anexión de la región de los Sudetes. Sin embargo, las ansias expansionistas de Hitler no estaban saciadas y en marzo de 1939, ante la falta de respuesta de Francia y Gran Bretaña, las tropas alemanas ocuparon la totalidad de Checoslovaquia.
El país centroeuropeo era de gran importancia para el Tercer Reich, pues su industria era fundamental para el esfuerzo bélico alemán. Había una guerra mundial en ciernes que terminaría por estallar el 1 de septiembre de 1939 con la invasión alemana de Polonia.
A medida que transcurría el tiempo, la ocupación alemana de Checoslovaquia se hacía más difícil. Los alemanes sufrían actos de sabotaje, la resistencia checa se había convertido en una china en el zapato, la productividad de los trabajadores era insuficiente y la comida escaseaba. Para atajar aquellos problemas, Hitler sustituyó a Konstantin von Neurath como gobernador de Bohemia y Moravia y envió a Checoslovaquia a uno de sus más despiadados hombres, Reynhard Heydrich. Prueba de la crueldad de Heydrich serían sus sobrenombres como: el hombre con el corazón de hierro, la bestia rubia y el carnicero de Praga.
Reynhard Heydrich |
Así, el 28 de septiembre de 1941, Heydrich tomó posesión de su nuevo cargo en el castillo de Praga. Durante su etapa como Reichsprotektor, Heydrich aplicaría la política de la zanahoria y del palo. En este sentido, aumentó las raciones a la población y ofreció ciertos beneficios sociales a los trabajadores, pero también aumentó la represión, intensificándose la persecución a los judíos.
Paralelamente al terror que Heydrich sembraba en Checoslovaquia, se abordó la cuestión judía. Reunido entre otros con Adolf Eichmann, planeó la denominada Solución Final, el exterminio masivo de los judíos.
Mientras el temido Reichsprotektor actuaba impunemente, en suelo británico se planeaba el asesinato de Reynhard Heydrich. La misión se bautizó con el nombre de Operación Antropoide. Dos comandos checos saltarían sobre su país. Sus nombres eran Josef Gabcik y Jan Kubis.
En la tarde del 28 de diciembre de 1941 despegó un bombardero Halifax desde Inglaterra. A primeras horas del 29 de diciembre, Gabcik y Kubis saltaban del avión y tomaban tierra en Checoslovaquia. Pero los dos comandos checos habían caído fuera de su zona de aterrizaje, por lo que deambularon hasta encontrar refugio en una cantera. Allí, fueron encontrados por un hombre llamado Baumann, que les puso en contacto con la resistencia.
Con la ayuda de la resistencia, Gabcik y Kubis llegaron hasta Praga. Una vez infiltrados en la capital, se escondieron en distintos pisos y se pusieron manos a la obra. Con discreción, se encargaron de estudiar las rutinas de Reynhard Heydrich. Ambos hombres descubrieron que Heydrich era muy descuidado en su seguridad, pues viajaba únicamente escoltado por su chófer en un Mercedes descapotable y siempre seguía la misma ruta. Así pues, encontraron una curva muy cerrada en la que el chófer de Heydrich siempre se veía obligado a reducir considerablemente la velocidad. Ese sería el lugar del atentado, situado en el suburbio de Liben.
La resistencia checa se percató de las intenciones de Gabcik y Kubis. Sabían las terribles consecuencias que podía acarrear el asesinato de Heydrich. Las represalias alemanas serían implacables, por lo que solicitaron a Londres la cancelación de la operación. Sin embargo, acabar con el sanguinario Heydrich estaba por encima de cualquier consecuencia. Así, Gabcik y Kubis decidieron que el atentado contra el Reichsprotektor se llevaría a cabo el 27 de mayo de 1942.
Aquella mañana, Heydrich se retrasaba y Gabcik y Kubis, situados en la curva fijada para el atentado, empezaban a perder la paciencia. Con demora, el Mercedes negro descapotable de Heydrich avanzaba inexorablemente hacia la fatídica curva.
Así pues, el tercer hombre que colaboraba en el atentado, Josef Valcik, hizo señas a Gabcik y Kubis para advertirles de la llegada de Heydrich. El momento de la verdad había llegado. Ambos comandos se dirigieron hacia la fatídica curva al tiempo que llegaba un tranvía.
Gabcik se situó ante el Mercedes y de su maleta extrajo un subfusil Sten, pero en el momento clave, el arma se atascó. El Mercedes se detuvo y Heydrich y su chofer desenfundaron sus armas para repeler el ataque. Kubis actuó inmediatamente lanzando una granada. El artefacto explotó hiriendo a Heydrich. Ambos comandos pusieron pies en polvorosa para abandonar la zona del atentado.
Mercedes de Heydrich tras el atentado |
Heydrich fue trasladado al hospital de Bulovka y las tropas de las SS se desplegaron para asegurar el hospital. Solo el personal alemán podía entrar en las instalaciones. Aunque Heydrich estaba vivo, preocupaban sus heridas. El Reichsprotektor tenía una esquirla metálica en la columna vertebral y una herida con crin de caballo procedente de la tapicería del coche alojada en el bazo.
Himmler envió desde Alemania a un médico de las Waffen-SS para tratar las heridas de Heydrich. Así, se inició un tratamiento con sulfamidas, pero la infección se había extendido al torrente sanguíneo. Tras una larga agonía, Heydrich terminaría muriendo el 4 de junio de 1942. Finalmente, el cadáver de Reynhard Heydrich fue enviado a Berlín, donde fue enterrado con los máximos honores.
Furiosos, los alemanes desataron una oleada de represalias. Comenzaron las detenciones, los interrogatorios, las torturas y las ejecuciones. Los pelotones de fusilamientos disparaban incesantemente contra los condenados y en la prisión de Pankrac, la guillotina hacía rodar cabezas.
Mientras tanto, Kubis y Gabcik habían logrado pasar desapercibidos. Los alemanes, desquiciados y furibundos, eran incapaces de dar con los dos comandos checos. Sin embargo, un ultimátum pendía sobre la aterrorizada población civil. El 18 de junio era la fecha límite para la captura de los autores del asesinato de Heydrich. Nadie imaginaba en qué podía consistir la venganza que podían desatar los alemanes.
Kubis y Gabcik |
Karel Curda, otro comando checo, horrorizado por desenfrenada orgía de violencia nazi que había causado el atentado contra Heydrich, decidió delatar a sus compañeros. El 16 de junio, Curda se presentó el cuartel general de la Gestapo en Praga y desveló la identidad de Gabcik y Kubis.
Los nazis no tardarían en hacer hablar a los detenidos y en dar con la red de contactos de Gabcik y Kubis. Poco a poco, esta red se deshizo y las investigaciones llevaron a los alemanes hasta la iglesia de San Cirilo y San Metodio.
La noche del 18 de junio, asediados en la iglesia, resistieron bravamente durante horas ante cientos de soldados alemanes, hasta quedar encerrados en la cripta. La batalla en la iglesia concluyó con el trágico suicidio de los comandos checos.
Pero las consecuencias del asesinato de Heydrich no se limitan a lo sucedido en la iglesia de San Cirilo y San Metodio. Las represalias se hicieron sentir en forma de atrocidad en la pequeña localidad de Lídice.
El 10 de junio de 1942 tuvo lugar la matanza de Lídice. Los alemanes habían llegado allí para hacer pagar al pueblo checo por la muerte de Heydrich. Poco importaba que el pueblo no guardase ninguna relación con el atentado contra Heydrich. En Lídice, todos los hombres fueron fusilados, mientras que las mujeres y los niños fueron enviados a campos de concentración. En cuanto al pueblo, todas sus casas fueron destruidas, siendo literalmente borrado de la faz de la tierra.
Memorial de la masacre de Lídice |
BIBLIOGRAFÍA
Operaciones secretas de la Segunda Guerra Mundial, Jesús Hernández
Operaciones especiales de la Segunda Guerra Mundial, Manuel J. Prieto
La resistencia contra los nazis, Hervé Barre
Eso no estaba en mi libro del Tercer Reich, Jesús Hernández
Comandos y raids, Pere Romanillos
Me alegro de que te guste.
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