viernes, 9 de julio de 2021

Combate en la jungla

 





¡Nuestro querido David López Cabia regresa a Caosfera! Y, como siempre, nos trae una interesante lección de historia. Como bien nos explica, Birmania es uno de los escenarios más olvidados de la Segunda Guerra Mundial, y también de los más escalofriantes a mi juicio. Toda una pesadilla para los aliados que revivimos hoy aquí, en Caosfera. 




Uno de los teatros de operaciones más olvidados de la Segunda Guerra Mundial es Birmania, la actual Myanmar. Entre sus selvas, combatieron y murieron soldados británicos, japoneses, indios, nepalís, australianos, africanos y de muchas otras nacionalidades. Pero, para los soldados aliados, el japonés no era el único enemigo, pues también debían sobrevivir a la jungla.

  Internarse en las junglas birmanas era peligroso, y desplazarse a través de ellas resultaba terriblemente complicado. El relieve estaba plagado de toda clase de accidentes geográficos, sobre todo de carácter montañoso y, en numerosas ocasiones, la densidad de la maleza ralentizaba el movimiento de las columnas.

  Así pues, el manual del Ejército de la India distinguía tres tipos de jungla que podían encontrarse en Birmania. En primer lugar, la “delgada”, donde los soldados podían desplazarse fácilmente, después señalaba que en la jungla “gruesa” un hombre necesitaría apartar la maleza con un palo para poder avanzar y por último en la selva “densa” sería imprescindible un machete para cortar la maleza y abrirse camino.

  En ocasiones, la vegetación era tan densa o se enmarañaba de tal modo que las columnas podían desorientarse y perderse. La frondosidad del paisaje hacía las marchas tan lentas que recorrer un kilómetro y medio en una hora se consideraba una buena progresión.

  El desgaste físico resultaría terrible para quienes combatieron en Birmania y las enfermedades llegarían a ser en muchas ocasiones la principal causa de las bajas. Entre las numerosas patologías que podía contraer un soldado se encontraban la anemia tropical, la fiebre amarilla, la disentería y la malaria. De entre todas las cepas de esta última enfermedad, la más temida era la malaria cerebral, que podía causar la muerte.

  Para protegerse de la malaria, las tropas aliadas disponían de quinina y de pastillas mepacrina. Ahora bien, algunos soldados aliados, creyéndose los embustes lanzados por la propaganda japonesa, prefirieron no ingerir la mepacrina temiendo que les provocase problemas de impotencia.

  Un claro ejemplo del impacto de las enfermedades son los registros de la 20ª División India después de seis meses de lucha. Esta fuerza de combate tenía 1.118 hombres hospitalizados por malaria y tifus, 197 por disentería y 210 por problemas cutáneos.


Hombres de la 20ª División en Birmania
(3 de mayo de 1945)



  No solo existía el riesgo de contraer las enfermedades anteriormente mencionadas, sino que cualquier rozadura o corte podía provocar infecciones o dolorosas úlceras.

 La malnutrición también causaba estragos entre los combatientes que subsistían en lo más profundo de la jungla. Aun así, los aliados estaban mucho mejor abastecidos que sus aliados japoneses. En este sentido, las raciones británicas contenían galletas, pasas, queso, leche en polvo, fruta enlatada, carne enlatada y huevos. Ahora bien, los gurkhas nepalís, por cuestiones religiosas, se abstenían de comer las raciones de carne de vacuno. Y si las raciones no bastaban, también había quienes echaban mano de la bencedrina para sacar fuerzas de flaqueza.

 Sin embargo, las raciones no siempre cubrían las necesidades nutricionales, sobre todo en un terreno tan exigente como el de Birmania. Por ello, muchas veces los soldados recurrían al trueque con los nativos, denominados nagas y conseguían hacerse con arroz, pollos y cerdos.

  En el peor de los casos, también podían recurrir a la propia jungla para alimentarse. Plantas, raíces, serpientes, ranas, lagartijas y palomas podían añadirse a la dieta del soldado. Las palomas resultaban especialmente sabrosas a los soldados británicos. No obstante, tras disparar con una bala de fusil Enfield a una paloma, no quedaba mucho de ella, por lo que era necesario cazar al menos seis palomas para disponer de una ración consistente.

  Las criaturas que habitaban aquellos inhóspitos parajes también representaban una amenaza para los combatientes. Birmania es un país en el que abundan las serpientes venenosas. Un claro ejemplo fue lo que le sucedió al general británico William Slim, que comandaba el 14º Ejército. Slim, en medio de la noche, se desplazó hasta la sala de mapas del cuartel general y estuvo a punto de pisar una serpiente cuya picadura era mortal. Desde entonces, Slim no caminaría por la noche sin una antorcha.


William Slim



  Los insectos eran igualmente peligrosos. Por la selva pululaban arañas, escorpiones, ciempiés venenosos y hormigas rojas y blancas cuyas picaduras podían resultar muy molestas.

  No todas las amenazas estaban en tierra, pues al adentrarse en humedales, ríos y tierras pantanosas podían sufrir las picaduras de mosquitos que transmitían la malaria. También en este tipo de terrenos húmedos las sanguijuelas se adherían a la piel, pudiendo llegar a causar úlceras. Los soldados aliados empleaban dos técnicas para desprenderse de las sanguijuelas; utilizaban sal o bien las quemaban con cigarrillos y encendedores.

  Ciertas áreas de Birmania eran verdaderamente intransitables, por lo que no se podían introducir medios mecanizados para transportar los suministros y el material pesado a través de la jungla. En este sentido, el lanzamiento de suministros y armamento desde el aire resultó fundamental para aprovisionar a unidades como los Chindit, que combatían en lo más profundo de la selva.

  En las largas marchas a través de las selvas, las bestias de carga tuvieron un papel clave. Bueyes, mulas y elefantes ayudaron a los soldados de infantería a transportar el material más pesado. Es curioso el caso de los bueyes blancos, que fueron pintados de verde para facilitar su camuflaje. En cuanto a las mulas, podían cargar con hasta 70 kilos de pertrechos. Ahora bien, era fundamental colocar correctamente los arreos de las mulas y no cargarlas en exceso.

  Existiría un gran apego entre aquellos animales de carga y los soldados. Durante la Operación Longcloth, llevada a cabo por la 77ª Brigada de Infantería india (conocida como los Chindit) en 1943, fueron varios los soldados que rompieron a llorar cuando tuvieron que ejecutar a sus mulas para poder comer.


Los Chindit en Birmania



  Los elefantes también servirían como animales de carga, aunque no podían acarrear muchos más kilos que una mula. Sin embargo, se revelarían especialmente útiles en la construcción de puentes, pues con su trompa podían levantar troncos que superaban los doscientos kilos de masa. A pesar de esta imagen romántica de los paquidermos en la guerra, se estima que unos 4.000 elefantes murieron durante la campaña de Birmania.



BIBLIOGRAFÍA

-Los Chindit y otras fuerzas británicas del frente asiático, Tim Moreman.

-Némesis, la derrota del Japón, Max Hastings

-War in the Wilderness, Tony Redding




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