viernes, 30 de abril de 2021

Operación Biting: asalto al radar de Hitler

 


Imagen sujeta a derechos de autor.




¡Nueva entrada! Necesitábamos una lección de historia y aquí la tenemos: David López Cabia regresa, siempre bienvenido, y nos habla sobre una de las operaciones más exitosas de la Segunda Guerra Mundial: Operación Biting, más conocida como The Bruneval Raid, una serie de operaciones combinadas cuyo fin consistía en robar el radar de Hitler. Toda una hazaña. 




Con la Europa continental bajo el yugo del Tercer Reich, una acosada Gran Bretaña tenía pocas opciones de respuesta. Una de esas escasas opciones eran los ataques aéreos.

  Sin embargo, las pérdidas de los bombarderos británicos comenzaron a aumentar a finales de 1940. La razón del incremento de las pérdidas británicas se encontraba en la tecnología de radar alemana. Así, los alemanes empleaban el radar Freya para detección de aviones a larga distancia, pues su alcance era de unos 120 kilómetros. El radar Würzburg, venía a complementar al Freya, aportando la altitud y el rumbo de los aviones enemigos. No cabía duda de que esta combinación de radares se estaba mostrando muy eficaz a la hora de detectar a los bombarderos de la Royal Air Force.

  En noviembre de 1941, los vuelos de reconocimiento británicos tomaron fotografías en los acantilados de Le Havre (Francia), cerca de Bruneval. Allí, las fotografías revelaron el emplazamiento de un objeto en forma de parábola. Se trataba de un radar Würzburg.

  Ante semejante hallazgo, Operaciones Combinadas comenzó a idear un plan para robar el Würzburg de Bruneval. Si la misión tenía éxito, podían conocer el desarrollo de la tecnología de radar alemana y copiarla, más aún, incluso podían diseñar contramedidas para burlar la vigilancia de los temidos radares alemanes.


Radar Freya. Imagen sujeta
a derechos de autor.


Radar Wüzburg. Imagen sujeta a derechos
de autor.



   Ahora bien, el terreno que rodeaba a la estación de radar alemana era complejo y entrañaba riesgos para la misión. Se trataba de una zona llana que se alzaba tras unos acantilados de unos noventa metros de altura. Por su parte, los alemanes habían establecido búnkeres en la costa para impedir cualquier asalto desde el mar.

   Ante la imposibilidad de efectuar un desembarco, todo lo que les quedaba a los británicos era una incursión aérea mediante el lanzamiento de paracaidistas. El plan de lord Louis Mountbatten, al mando de Operaciones Combinadas, planteaba lanzar a los paracaidistas tierra adentro, tras las líneas enemigas. Una vez tomasen tierra, los paracaidistas debían robar los componentes del radar, atacar desde atrás las fortificaciones enemigas (que estaban orientadas a la costa) y ser evacuados por mar.

  La Operación Biting, el robo del radar de Hitler, debía ser ejecutada por la compañía C del 2º Batallón Paracaidista del mayor John D. Frost. A los paracaidistas se sumarían ingenieros y un especialista en tecnología de radar, el sargento E.W.F Cox, de la Royal Air Force. Unos 150 paracaidistas saltarían sobre territorio enemigo la noche del 27 de febrero de 1942.


John Frost



  Mientras tanto, los bombarderos Whitley fueron enviados a la zona. De este modo, cuando llegase el verdadero ataque, los alemanes creerían que se trataba de una misión rutinaria.

  Siguiendo el plan, el 27 de febrero de 1942, los paracaidistas, a bordo de los bombarderos Whitley, surcaron los cielos. Era una noche gélida y cuando llegó el momento, el fuego antiaéreo provocó que algunos de los aviones se desviasen y que varios paracaidistas terminasen tomando tierra lejos de sus zonas.

  A pesar de no contar con todos sus hombres, el mayor Frost sabía que el tiempo apremiaba, por lo que, sin dudarlo un instante, se dirigió con sus hombres hacia el objetivo.

  Así pues, la fuerza de ataque se dividió en varios grupos.

  -Primera sección: Toma del radar y de la casa próxima.

  -Segunda sección: Asaltar las fortificaciones que protegen la costa.

 -Tercera sección: Proteger a los asaltantes de posibles contraataques alemanes.

  Los hombres de Frost se lanzaron al asalto, sorprendiendo a los defensores alemanes, tomando la casa con facilidad y haciéndose con el radar. Mientras tanto, el sargento Cox se dispuso a desmontar el radar para extraer los tan necesarios componentes. Pero, a medida que transcurría el tiempo, la situación comenzó a empeorar y las balas comenzaron a volar alrededor de Cox y de los paracaidistas.

  A pesar del fuego enemigo, Cox continuó impávido, desmontando el radar con una impavidez pasmosa. Sabía que debía ser delicado en su trabajo, pues no podía destrozar el radar. A pesar del chisporroteo de las balas que impactaban contra la superficie metálica, se consiguió desmontar el radar y cargar sus piezas en varios carros.

  Con su gran objetivo cumplido, los británicos colocaron explosivos en la estación del radar. Debían hacer creer a los alemanes que su objetivo era destruir la estación de radar en lugar de robar los tan preciados componentes.

  Sin embargo, para el grupo que debía atacar las fortificaciones costeras, las cosas no marchaban también. Los alemanes continuaban resistiendo y, para colmo de males, los refuerzos enemigos se aproximaban. La misión pendía de un hilo, pues los británicos estaban atrapados en una ratonera, sin poder salir al mar para ser evacuados.

  Sin embargo, el grupo de paracaidistas que había caído demasiado lejos de sus zonas de lanzamiento llegó justo a tiempo para sumarse al ataque. Finamente, los británicos consiguieron abrirse camino y llegar hasta la playa.



Teniente coronel Charles Pickard conversando
con algunos de los paracaidistas.



  Los paracaidistas de Frost, ocultos tras las rocas, lanzaron bengalas para solicitar la extracción, pero la marina británica no aparecía. La situación estaba tornándose angustiosa para los paracaidistas, con los alemanes disparándoles desde lo alto de los acantilados. Sabían que no podrían resistir durante mucho tiempo, acorralados en la playa.

  Afortunadamente, las lanchas terminaron perfilándose en el horizonte. El sargento Cox y las piezas del radar fueron los primeros en ser evacuados. A continuación, subieron a bordo el resto de los paracaidistas. La misión había concluido satisfactoriamente, al coste de un muerto, cinco heridos y siete hombres desaparecidos.

  Gracias al material robado por los paracaidistas de Frost, los expertos británicos pudieron diseñar contramedidas efectivas contra los radares alemanes. El éxito del ataque aerotransportado sobre Bruneval fue decisivo para que el ejército británico continuase desarrollando sus fuerzas paracaidistas.

  En los meses y años venideros, las fuerzas aliadas lanzarían grandes ofensivas aerotransportadas. Precisamente la contribución de los paracaidistas resultaría de gran valor en el desembarco de Normandía.


Plan esquemática de la maniobra, de los cinco grupos de
asalto. Extraído de la web: lasegundaguerra.com




BIBLIOGRAFÍA

Operaciones especiales de la Segunda Guerra Mundial, Manuel J. Prieto

Operaciones secretas de la Segunda Guerra Mundial, Jesús Hernández

Comandos y raids, Pere Romanillos

La guerra secreta, Max Hastings

The Bruneval Raid, Stealing Hitler’s Radar, George Millar




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