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Contar con la colaboración de Joan Lafulla Ferrer, dueño y señor de la prestigiosa web Almas oscuras, ha sido para mí un auténtico placer. Conocí a Joan hace ya unos cuántos años, y he tenido el placer de ser colaboradora habitual de su web. Como fan de la magnífica oleada de terror francés, Joan ha preparado un completo y riguroso artículo que hará las delicias de todo buen amante del género.
En cierta ocasión leí una entrevista concedida por Alexandre Aja en la que el director galo relataba cómo estuvo al borde de la depresión tras la pobre recepción que tuvo Haute Tension (Alta Tensión) en su país de origen. En contrapartida, la excelente recepción internacional que tuvo su película, sobre todo en Sitges, evitó que Aja cayera en un pozo de difícil retorno.
Julien Maury y Alexandre Bustillo, directores y guionistas de A l’Interieur y Livide, siempre han aprovechado la más mínima ocasión para denunciar el escasísimo interés que el género de terror despierta en su Francia natal. Directores admirados y seguidos por aficionados de medio mundo como pueden ser Xavier Gens (Frontiere(s)) o Pascal Lauguier (Martyrs) no han albergado ninguna duda a la hora de proseguir sus carreras fuera de Francia.
Quizás las condiciones y el escenario no fueran los más idóneos, pero en cualquier caso es un hecho consumado que una salvaje y rompedora generación de cineastas franceses abanderaron el género de manera totalmente espontánea —nunca hubo una conciencia de grupo más allá de su nacionalidad compartida y su pasión por el género—, durante la primera década del siglo XXI. Este movimiento se dio a conocer en algunos círculos con el nombre de Nouvelle Horreur Vague.
Cinco directores y cinco películas. Cinco propuestas cinematográficas con una marcada identidad propia más allá de la definición —o el intento— de cualquier movimiento orquestado, que presentan una característica común: concepción radical de la violencia, traducida en un salvajismo y brutalidad mostrados tanto en términos conceptuales como puramente estéticos. O dicho en otras palabras y para que todos nos entendamos: una violencia que acojona envuelta en una estética asombrosa. Bienvenidos a la Nouvelle Horreur Vague.
Haute Tension (2003)
Un salvaje slasher acusado de hacer trampas
Álex y Marie viajan a la casa de campo de los padres de ésta última para preparar sus exámenes con absoluta tranquilidad. En mitad de la noche un corpulento asesino irrumpe en la casa y acaba con la vida de todos los familiares de Álex.
Bajo el manto protector del mismísimo Luc Besson, un por aquel entonces desconocido Alexandre Aja sorprendía a propios y extraños con un contundente slasher de textura sucia y violencia exacerbada cuyo único pecado digno de mención fue una conclusión tan sorprendente como tramposa.
Haute Tension, estrenada en salas españolas con el título de Alta Tensión, pasó totalmente desapercibida en Francia y tuvo que esperar al referendo de los diversos festivales especializados, que abrazaron la película de Aja como la nueva esperanza europea del subgénero slasher. Aja supo aprovechar el éxito que cosechó su película a nivel internacional y logró hacerse con el apetitoso —y a su vez arriesgado— encargo de rodar el remake del clásico de Wes Craven; Las colinas tienen ojos. No sólo salió airoso de la dura prueba a la que voluntariamente se sometió… sino que su relectura de Las Colinas tienen Ojos pasa por ser uno de los mejores remakes —si no el mejor— de la historia del género. Por una vez y sin que sirviera de precedente un remake cumplía con la que debería ser una de las máximas de cualquier remake: superar con creces la pieza original.
Calvaire (2004)
El hijo más extraño de la familia
Tras la avería de su furgoneta, el cantante ambulante Marc Steven no tiene otro remedio que pasar la noche en un hostal en mitad del bosque. Bartel, el amable dueño del local, le ofrece alojamiento y comida, se presta a reparar la furgoneta y le pone sobre aviso: “no te acerques a los lugareños”.
Calvaire es una de las propuestas más surrealistas, extrañas, enfermizas y arriesgadas del cine de género de las últimas décadas. Un viaje a las profundidades de la locura humana que no deja indiferente a nadie. Una producción extrema que desde el mismo momento de su estreno cosechó defensores y detractores a partes iguales, y que probablemente será recordada por una conmovedora secuencia final en los pantanos que nos habla de redención, salvación y esperanza dentro de un universo en el que es imposible imaginar que tales conceptos tengan cabida.
Fabrice Du Welz, director de Calvaire, regresaría a la dirección cuatro años más tarde con la imperfecta Vinyan.
Frontiere(s) (2007)
Tras las huellas de La matanza de Texas
Un grupo de jóvenes huye hacia la frontera durante los disturbios en las calles de París. Tras horas de viaje en coche deciden pasar la noche en un hotel regentado por una familia de neonazis.
Quizás algún día convendría analizar el impacto que tuvieron los mencionados disturbios parisinos en la posterior obra de cineastas como Pascal Laugier, Maury, Bustillo y o el mismo Xavier Gens.
Sin duda alguna, Frontiere(s), dirigida por Xavier Gens, es la menos original de todas las películas de la Nouvelle Horreur Vague. Deudora en exceso del clásico de Tobe Hooper —desprende un fuerte aroma a La Matanza de Texas en cada uno de sus fotogramas— Frontiere(s) logra no solamente la absolución, sino la total veneración por parte de un gran número de aficionados. Estas reacciones se deben a su brutal y extremo uso de la violencia, su enfermiza atmósfera y treinta minutos finales que desafían la resistencia del espectador más curtido. A pesar de correr el evidente riesgo de convertirse en una más de las desangeladas y poco afortunadas copias de la película de Hooper, acabó convertida en una intensa y divertida experiencia que hizo del exceso, la adrenalina y la hemoglobina, sus mejores armas. Imprescindible.
A l’Interieur (2007)
Brutalidad en estado puro
Tras sufrir la pérdida de su marido en un accidente de coche, una joven mujer a punto de dar a luz se dispone a pasar sola la nochebuena. Una misteriosa mujer la acechará con intenciones desconocidas.
Poner frente a la cámara a una frágil y vulnerable víctima para someterla a un via crucis de tortura, dolor y muerte puede suponer para el espectador una de las experiencias cinematográficas más intensas, desasosegantes y difíciles de soportar que haya tenido en su vida. Maury y Bustillo, un par de críticos y aficionados metidos a directores de cine, lo lograron. Si su intención fue la de plasmar en pantalla una de las experiencias más brutales, feroces y aterradoras de los últimos tiempos un servidor apuesta sus escasas pertenencias a que con A l’Interieur lograron su objetivo. Y además, con creces.
El castigo, el dolor, la violencia y la sangre son las razones de ser de una película que más allá del disfrute —o la repudia― de dichos elementos, encuentra difícil justificación (en realidad en ningún momento la busca).
El éxito de A l’Interieur, más allá de las fronteras de su Francia natal, llevó a sus creadores hasta los Estados Unidos, país que les auguraba el inicio de una prometedora carrera. Tras una difícil peregrinación por tierras hollywoodienses durante la cual se atrevieron incluso a rechazar, por cuestiones de principios, una nueva secuela de Hellraiser, Bustillo y Maury regresaron a Francia para ofrecernos la hipnótica y a su vez confusa, Livide amén de embarcarse en nuevos proyectos.
Martyrs (2008)
La teología del sufrimiento
Tras quince años de cautiverio, Lucie cree haber encontrado a los responsables del mismo. Escopeta en mano irrumpirá en el hogar de quienes considera culpables para sembrar el caos y cumplir su venganza.
¿Una descarnada denuncia del fanatismo religioso y la enfermiza necesidad de encontrar respuestas a una serie de cuestiones que siempre escaparán a nuestro entendimiento?, ¿O una simple excusa para ofrecer un violento espectáculo de factura impecable pero de contenido vacío?
El director Pascal Laugier se valió de una movidita rueda de prensa, un grupo de ambulancias colocadas estratégicamente junto a la puerta del cine (puro marketing), una terrible —y para muchos insoportable— secuencia de tortura y, sobre todo, una propuesta cinematográfica de tales dureza y calado que dinamitó la edición del Festival de Sitges del año 2008.
Se puede estar o no de acuerdo con la subtrama pseudo-religioso-filosófica que se esconde tras los acontecimientos relatados en Martyrs; y posiblemente el hecho de aceptar o no dicha subtrama influye decisivamente en nuestra particular concepción de la polémica obra de Laugier. En cualquier caso considero que lo que no se le puede negar en modo alguno a Pascal Lauguier es que con Martyrs logró sacar adelante una película arriesgada, incómoda, difícil y con una sobrada capacidad para perturbar e incluso traumatizar al espectador.
C’est fini. Como vino, se fue. Muy probablemente el difícil escenario al que hacía referencia al inicio de este artículo fue el responsable de que la Nouvelle Horreur Vague tuviera una vida efímera. Maury y Bustillo recogieron los frutos de Livide, Among the living o la reciente Latherface. Tuvieron la valentía de afrontar un futuro incierto en un país, el suyo, al que siempre han acusado de negarles la atención que se merecen y que sí han recibido en el extranjero. Aja, Gens y Laugier aprendieron la lección y abandonaron Francia para intentar labrarse una carrera que, por el momento, nos ha dejado títulos tan interesantes como Las colinas tienen ojos, The Divide, El hombre de las sombras u otros muchos amados y criticados a partes iguales. Fabrice Du Welz desapareció un tiempo del mapa tras Vinyan para regresar en el 2014 con Alléluia, un drama de corte perturbador que cuenta con la presencia de Lola Dueñas y Laurent Lucas, protagonista de Calvaire. Ha seguido trabajando en proyectos posteriores.
Puede que la Nouvelle Horreur Vague sea un minúsculo reducto de la historia de este género al que tanto amamos. Pero siempre podremos decir que nosotros tuvimos el placer y el privilegio de vivirla además de disfrutarla. Siempre nos quedará la oportunidad de revivir el extraordinario legado cinematográfico de un puñado de jóvenes directores que, durante cerca de una década, puso a Francia en el punto de mira de todo buen aficionado al cine de terror.
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