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Aunque pueda parecer lo contrario, hoy no o, no vengo a hablar expresamente de literatura, mi intención es analizar el fondo de una de las obras más brillantes, arquetípicas y simbólicas de los últimos tiempos. Se trata, como no podía ser de otra manera, de La pata del mono, el famoso relato escrito en el año 1902 por el humorista inglés William Wymark Jacobs. Resulta paradójico, y a la vez una rareza, que precisamente sea Jacobs, autor reconocido entre los más brillantes humoristas, quien escribiese uno de los mejores cuentos de terror de la historia de la literatura. La obra de Jacobs está plagada de personales viles y marginales, como ladrones o chantajistas. También es sobradamente conocida su propensión a ridiculizar el miedo a lo sobrenatural al igual que los fenómenos de esta índole. Como no podía ser menos, aquí sucede lo mismo. Para explicarlo, es bueno que recordemos la sinopsis y algunos pasajes de esta magnífica obra:
Los protagonistas, la familia White, compuesta por el señor y la señora White y su hijo, tienen una vida feliz hasta que, una noche, reciben la visita de un militar: el sargento mayor Morris, gran amigo del señor White. La familia al completo se reúne con Morris en el salón y este comienza a hablar de sus viajes y aventuras. Uno de esos viajes fue a la India y Morris, ciertamente incómodo, saca una pata de mono disecada. Recordemos la escena en a que el sargento y la familia hablan del talismán:
-A primera vista, es una patita momificada que no tiene nada de particular -dijo el sargento mostrando algo que sacó del bolsillo.
La señora retrocedió, con una mueca. El hijo tomó la pata de mono y la examinó atentamente.
-¿Y qué tiene de extraordinario? -preguntó el señor White quitándosela a su hijo, para mirarla.
-Un viejo faquir le dio poderes mágicos -dijo el sargento mayor-. Un hombre muy santo… Quería demostrar que el destino gobierna la vida de los hombres y que nadie puede oponérsele impunemente. Le dio este poder: Tres hombres pueden pedirle tres deseos.
Habló tan seriamente que los otros sintieron que sus risas desentonaban.
-Y usted, ¿por qué no pide las tres cosas? -preguntó Herbert White.
El sargento lo miró con tolerancia.
-Las he pedido -dijo, y su rostro curtido palideció.
-¿Realmente se cumplieron los tres deseos? -preguntó la señora White.
-Se cumplieron -dijo el sargento.
-¿Y nadie más pidió? -insistió la señora.
-Sí, un hombre. No sé cuáles fueron las dos primeras cosas que pidió; la tercera fue la muerte. Por eso entré en posesión de la pata de mono.
Habló con tanta gravedad que produjo silencio.
-Morris, si obtuvo sus tres deseos, ya no le sirve el talismán -dijo, finalmente, el señor White-. ¿Para qué lo guarda?
El sargento sacudió la cabeza:
-Probablemente he tenido, alguna vez, la idea de venderlo; pero creo que no lo haré. Ya ha causado bastantes desgracias. Además, la gente no quiere comprarlo. Algunos sospechan que es un cuento de hadas; otros quieren probarlo primero y pagarme después.
-Y si a usted le concedieran tres deseos más -dijo el señor White-, ¿los pediría?
-No sé -contestó el otro-. No sé.
Tomó la pata de mono, la agitó entre el pulgar y el índice y la tiró al fuego. White la recogió.
Desde el mismo momento en que el señor White decide conservar la pata de mono, la desgracia se cierne sobre la familia. Cierto es que el talismán concede los tres deseos, pero a un precio muy alto.
Tras el primer deseo de White: la cantidad de 200 libras, la familia recibe una terrible noticia: su hijo, Herbert, muere en un accidente laboral y se les entrega tal cantidad a condición de eludir la responsabilidad de su muerte.
Tras noches de remordimiento, la señora White decide, en estado de locura, pedir el segundo deseo: la resurrección de su hijo muerto. Amedrentado por la esposa, el marido decide hacer caso. Y aquí es donde comienza una de las escenas más emblemáticas y angustiosas de la literatura de género: ese momento en el que la esperanzada señora White anhela la llegada de su hijo mientras el aterrorizado marido se arrepiente de haber deseado la resurrección de un monstruoso cadáver.
Si nos fijamos, por un lado la obra analiza el fenómeno del subconsciente. Y lo hace del modo que hemos visto anteriormente, barajando la posibilidad de que una historia fantástica y supersticiosa hubiera podido crear un condicionante que pudiese desencadenar los trágicos sucesos. Por otro, utiliza símbolos que logran que su resultado esté sujeto a interpretaciones. Su título, La pata del mono, es ya de por sí revelador.
Tenemos una mano abierta que bien podría relacionarse con el símbolo Jamsa, si nos remontamos a la antigüedad este símbolo ha estado vinculado con el poder desde diferentes épocas históricas. Se identificaba con La mano de Dios, recordemos que es también conocido como mano de Fátima y que la religión judía y la musulmana lo utilizaban a modo de protección. Para los Cartagineses era un amuleto. Pero, ¿por qué un mono? La elección de este símbolo está sujeta a varias interpretaciones, una de ella podría ser el significado espiritual de esta especie. Es un símbolo ambivalente, que tiene un significado de bondad, de valentía e incluso de protección, pero también alude a la falta de prudencia y la tendencia a actuar de forma irresponsable. Evidentemente, aquí se está poniendo de manifiesto la dualidad humana y el influjo negativo que ejerce el poder sobre un carácter benévolo.
Jamsa |
Si recordamos el origen del amuleto, Morris alude a un viaje a la India, recordemos que en la mitología hinduista, Jánuman es un dios mono adorado no solo en la India, sino en más rincones de Asia. Si examinamos diferentes libros especializados en antropología o religión, podremos encontrar la leyenda de la sirvienta del dios Brijaspati, condenada a ser transformada en mona. Supuestamente, el dios Shiva se habría reencarnado en el vientre de esta sirvienta con la forma de un mono. Los monos saltarines o Langures son una de las especies sagradas de la India, y es bien sabido que campan a sus anchas por diferentes ciudades convertidos en un divertimento y, en ocasiones, amenaza. Una vez analizado el carácter simbólico de la obra, podemos sacar la conclusión de que su título es sinónimo de poder, de fuerza, de generosidad, así como también lo es de irresponsabilidad e irracionalidad.
Mono Langur gris |
Para finalizar ya este análisis, viene bien recordar el pasaje final de este angustioso drama, un pasaje sujeto a libre interpretación, pues por un lado puede tomarse como escena sobrenatural ligada a un significado de corte fantástico y esotérico mientras que, por otro, cabe la posibilidad de que sentimientos como la culpabilidad o el miedo sean los que hayan conducido a unos dolidos padres a la locura. Este último pasaje corresponde al momento en que el aterrorizado señor White decide pedir al talismán el tercer y último deseo. Un talismán destrozado y maldito por causa de la ambición humana. Sin duda, uno de los finales más terroríficos que jamás han existido.
NIEVES
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