sábado, 11 de diciembre de 2021

Moby Dick: de mares y venganzas

 





Llega el fin de semana y, como siempre, llega una nueva entrada. Hoy os traigo literatura y cine con mayúsculas, hoy os hablo de una de mis obsesiones: Moby Dick, una de las obras más completas jamás escritas que, a su vez, cuenta con una de las adaptaciones cinematográficas más épicas de todos los tiempos. ¿El por qué de mi obsesión? Motivos desde luego tengo, y os los explico en el siguiente artículo. Espero que disfrutéis de esta entrada tanto como yo con su escritura.



Si existe una novela que, por decirlo de algún modo, predijo el destino que su autor, sin duda esa es Moby Dick. Todo, absolutamente todo en ella es sobrecogedor, desalentador y terrorífico. Todo en ella es exceso, quizá por eso se ha convertido para muchos en una de las obras más farragosas de leer a lo largo de la historia. Escrita por Herman Mellville en el año 1849, y creada a través de las experiencias del autor durante un largo viaje a Europa, supuso para el autor un claro fracaso además de su descrédito literario. Las páginas de Moby Dick están compuestas por una temática diversa que va desde la ciencia hasta la política, pasando por la venganza e incluso la religión. Toda esta amalgama de cuestiones pudo ser, fácilmente, la culpable de su estrepitoso fracaso. Acuciado por las deudas, Melville hubo de vender la granja donde vivía en una pequeña localidad de Massachussets. Granja que, por cierto, se encontraba a pocos metros de la residencia de otro grande la literatura universal: el autor Nathaniel Hawthorne, con quien el escritor compartió una gran amistad. Tras la venta del terreno se trasladó a Nueva York, donde malvivió gracias al empleo de inspector de aduanas. Su final fue triste, llegó en el año 1891, tras arrastrar varios problemas físicos y psíquicos llegados a causa del suicidio de uno de sus hijos. Paradójicamente, incluso su nombre fue escrito de forma errónea en la tumba donde descansa junto a su esposa. Su legado es extenso y gracias a sus fans, actualmente es considerado como uno de los más valiosos dentro del ámbito literario.


Herman Melville. Imagen sujeta a derechos
de autor.




  Pero si hubo algo que transformó la travesía del ballenero Pequod en un hecho mítico, sin duda fue la versión cinematográfica llevada a cabo por el aclamado director John Huston en el año 1956. Cabe recordar que ya existían versiones anteriores. La primera de ellas, muda, del año 1926 titulada The sea beast





  A esta seguiría otra del año 1930 con el mismo título. Sin embargo, ninguna de ellas contaría con el profundo calado de la obra de Huston, que además de director fue productor ejecutivo de su propio film. Esto fue lo que le dio la libertad para trabajar el guion junto a otro de los más grandes autores contemporáneos: Ray Bradbury, quien leyó el libro ocho o nueve veces antes de completar este guion. Como apunte curioso, cabe añadir que los escenarios elegidos para su rodaje fueron la bahía de Las palmas de Gran canaria y la playa de Las Canteras. La elección del reparto para dar vida a la tripulación del Pequod pasará a los anales de la historia como una de las más acertadas: Como bien es sabido, en el papel protagonista, el obsesionado capitán Ahab, cuya pierna ortopédica estaba construida con la mandíbula de un cachalote, tenemos al gran Gregory Peck, convertido ya en un icono a pesar de ser considerado por muchos como un actor de registro limitado. Richard Basehart adquirió el rol de Ismael, el marino mercante que narra esta historia. El resto del multicultural cónclave, como los arponeros Quequeg, Tasthego y Daggoo, amén de Starbuck, Stubb o Peleg, llegaron encarnados por Friedrich Von Ledebur, Tom Clegg, Eric Connor, Leo genn, Harry Andrews, y Mervyn Johns entre otras muchas estrellas del momento. 





  Evidentemente, si nos fijamos en el interminable simbolismo de esta novela, acertaremos al comprender que el ballenero, cuyos pescantes están conformados por huesos de estos cetáceos, representa el género humano en el amplio sentido de la palabra. Sin embargo, esto no fue un problema a la hora de plasmar el espíritu de la obra en la gran pantalla. Sí lo fueron otras cuestiones, como la poca popularidad del argumento, las críticas al actor principal, catalogado como un Ahab demasiado joven, su altísimo presupuesto para la época, y un guion que toma un carácter más épico para alejarse de la carga filosófica de la obra. Su director, John Huston, hizo unas declaraciones al respecto:

  Se ha discutido demasiado sobre el sentido último de Moby Dick, al que se prefiere considerar como un libro secreto, enigmático. Pero en lo que a mí concierne se trata, negro sobre blanco, de una gran blasfemia. Ahab es el hombre que ha comprendido la impostura de Dios, ese destructor del hombre, y su búsqueda no tiende más que a afrontarle cara a cara, bajo la forma de Moby Dick, para arrancarle la máscara. (...) La película era una blasfemia extraordinaria. No creo que ningún crítico escribiera la palabra blasfemia, pero, no obstante, es el tema central del filme. (...) Esta película representa sencillamente la más importante declaración de principios que yo haya hecho nunca. Es más, diré que Moby Dick es mi película más importante. Melville se distingue por la afirmación de una filosofía que no tiene igual en ninguna otra narrativa. Moby Dick es una blasfemia. Estoy estupefacto de que nadie haya protestado. Pero la blasfemia es tan esencial en el relato que es preciso aceptarlo forzosamente. Ahab es el hombre que odia a Dios y que ve en la ballena blanca la máscara pérfida del Creador. Considera al Creador como un asesino y se encuentra en la obligación de matarle.


  Y lo cierto es que esta idea provocó que la censura no tuviese piedad. Recordemos ese famoso pasaje del libro en el cual Ahab, a punto de usar el arpón, pronuncia una formula contraria al bautismo: Ego non baptizo te en nomine Patris, sed in nomine diaboli. Es decir, Yo te bautizo no en el nombre del padre, sino del diablo. Evidentemente, este contrasentido era intolerable en la época, por lo que no apareció en la película. Igualmente, el hilo argumental se centró más en la obsesión del viejo lobo de mar que en otras cuestiones más ideológicas o biológicas. También ciertas escenas de corte sangriento que aparecían en la novela, no lograron pasar la criba.

  Sin embargo no hay nada, absolutamente nada que impida que esta superproducción se haya convertido en una epopeya inolvidable, firmada por el espíritu del mejor Huston, que ganó el Oscar a mejor director, impregnada por la gélida y desoladora atmósfera del gran fotógrafo Oswald Morris y llena de sentimientos que logran que el espectador se deje llevar por la ira,  el dolor y la obsesión de su protagonista. Una joya épica repleta de momentos dignos de gloria.




NIEVES.




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