sábado, 18 de diciembre de 2021

Tiburón, las mandíbulas del éxito

 




El señor Spielberg ha cumplido 75 años. Años de genialidad en los que nos ha regalado títulos que son indiscutibles referentes. Y con motivo de este 75 aniversario he tenido el honor de participar en la iniciativa del podcast "La hora cinéfaga", hablando de un clásico entre clásicos:  Tiburón, cinta basada en un best seller del autor estadounidense Peter Blenchey

  Redactor de artículos para Washington post amén de otras importantes plataformas como National Geographic, Blenchey dedicó su vida a escribir tanto novelas como otros textos divulgativos centrados en la vida marina y, más concretamente,  en los tiburones. Conocido por su ánimo concienciado hacia la naturaleza marina, fue conocido conferenciante de una asociación ecologista de cierto peso hasta el año 2006, mismo año en el que perdió la vida por causa de una fibrosis pulmonar.


Peter Blenchey. Imagen sujeta a 
derechos de autor.



  Quienes más me conocen saben que la novela de Blenchey, editada en el año 1975, no es para mí, ni mucho menos, un referente del género. No en vano, sí la considero un fresco divertimento veraniego sin más trascendencia, a pesar de sus millonarias ventas. Siendo justa, también le reconozco ciertos pasajes prometedores. Tiburón es un claro ejemplo de que no siempre un guion fidedigno a una obra literaria tiene por qué ofrecer un resultado sobresaliente. Tampoco es ni será el único ejemplo de este tipo que la industria del cine ofrece al público. Tal fue la repercusión de esta novela que los productores Richard Zanuck y David Brown decidieron comprar sus derechos para llevarla a la gran pantalla con el meritorio resultado que todos conocemos. En un principio, Blenchey fue contratado para llevar a cabo el guion. El autor redactó tres guiones diferentes que fueron revisados por Howard Sackler, director de gran calado en Broadway, que accedió a participar a cambio de no aparecer en los créditos. Tras las muchas pegas de Blenchey, quien se negaba a incluir la parte final por parecerle "poco creíble”, el escritor fue expulsado del rodaje para ser sustituido por Carl Gottlieb, quien se convirtió en un célebre guionista gracias al film de Spielberg y llegó a recibir el premio Primetime Emmy. A pesar de la insistencia de Steven Spielberg para que el gran Richard Matheson participase en la redacción del guion, no tuvo nada que hacer, pues Matheson alegó falta de tiempo. Aunque, eso sí, el escritor trató de solventar esta negativa participando en la tercera parte considerada, por cierto una de las peores películas de la historia.

  Huelga decir que la presentación de Jaws, título original del film, convirtió a Spielberg en uno de los directores más reputados de la historia. La suerte del director fue mayúscula, pues los productores habían seleccionado otro director y el proyecto recayó finalmente en sus manos gracias a que el primero hubo de abandonar el proyecto

  Además de la pericia del antes nombrado Gottlieb, el director estadounidense contó con una serie de buenas ideas, como una escena en la Quint se encontraba sentado en una sala de cine viendo un memorable corte de Moby Dick. Escena que, finalmente, no pudo incluirse por la negativa de Gregory Peck, quien en aquel entonces contaba con los derechos de la obra de Huston. Y lo cierto es que esta lluvia de ideas terminó convirtiendo Tiburón en una película muy diferente a la idea original de Blenchey. Los cambios en la obra fueron notorios, uno de ellos la relación entre Hooper y la mujer de Brody, que no fue incluida en la película, como tampoco lo fue la relación del alcalde Vaughn con la mafia, causa de su presión hacia Brody para abrir las playas.

  El impecable reparto hizo el resto. Tenemos a Roy Scheider como el jefe Martin Brody, obsesionado en dar caza a la bestia marina que ha invadido su territorio. La relación entre Brody y el gigantesco pez es casi mística, en ese sentido podríamos comparar esta rivalidad, por llamarla de algún modo, con la del capitan Ahab y el monumental cachalote blanco. Richard Dreyfuss llegó recomendado por George Lucas, y al principio rechazó el papel. Finalmente, Dreyfuss aceptó convertirse en el biólogo marino Matt Hooper, quien ayudará a Brody en su terrible cruzada. Para completar este triángulo protagonista es absolutamente indispensable nombrar al gran Robert Shaw en el papel de Quint, un auténtico lobo de mar cascarrabias y alcohólico que acepta ayudar a Brody en su empeño a cambio de una considerable suma, papel que en primera instancia el actor rechazó por su aversión al libro y al que Robert Duvall no le hacía ascos. Sin embargo, Shaw sería convencido por su mujer y su secretaria para, finalmente, inmortalizar a un Quint que no puede ser visto de otra manera ni concebido con otro rostro. Se dice que el personaje de Quint tiene una base real, inspirado en Craig Kingsbury, un excéntrico pescador local, del cual tomaría incluso algunas expresiones verbales. Y, por cierto, hablando de este personaje, os habréis dado cuenta de que para comenzar este programa he elegido uno de sus diálogos: la famosa historia de la tragedia del Indianápolis que, se dice, fue incluida por consejo del aclamado guionista, productor y director de cine John Millius.

  El rodaje fue excesivamente complicado y el presupuesto se disparó. Se necesitaron tres réplicas de la criatura que fueron diseñadas por el director de arte Joe Alves y creadas por un equipo de más de cuarenta expertos en fx supervisados por Bob Mattey, famoso por construir también el calamar gigante que aparece en la película Veinte mil leguas de viaje submarino, fechada en el año 1954


Imagen sujeta a derechos de autor.



  Lamentablemente, el empeño de Spielberg por rodar en medio del mar fue el origen de los muchos problemas de la producción, comenzando por la avería de cámaras mojadas, la aparición de barcos que se colaban en las tomas y las constantes averías de los tiburones mecánicos que, además de necesitar catorce personas para ser accionados, se hinchaban constantemente debido a que la espuma de neopreno que los revestía absorbía el agua. Este factor fue crucial durante todo el rodaje, pues el director se vio forzado a modificar varias escenas en las cuales la presencia del escualo aparecía de forma sugerente. Lejos de estar descontento con este detalle Spielberg, hizo unas positivas declaraciones al respecto: El tiburón averiado fue un regalo del cielo, hizo que me pareciese más a Alfred Hitchcock y a Ray Harryhaussen.

  No hace falta añadir que ninguno de estos múltiples inconvenientes, ni otros más graves como el peligro que corrió Shaw de ser decapitado por una hélice, la constante rivalidad entre Dreyfuss y el propio Shaw o el mareo de parte del equipo por el movimiento de los barcos entre muchos otros, impidieron que Tiburón se convirtiese en una obra memorable, avalada por una recaudación de más de 450 millones de dólares. La magnífica banda sonora del compositor John Williams terminó por rematar el éxito, ya que logró que la producción ganase un Oscar.





  Poco más puedo decir ya que no se haya dicho de esta producción de alto rango, no disfrutar de ella al menos una vez al año es pecado mortal para cualquier amante del cine que se precie, del CINE con mayúsculas, quiero decir...



NIEVES.






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