domingo, 9 de octubre de 2022

Frontera sangrienta

 




¡Se abre la nueva temporada de Caosfera! Con el otoño, llegan las novedades, y que mejor manera de arrancar que con un nuevo lanzamiento literario. Nuestro compañero David López Cabia, nos habla, al detalle, de su última novela: Frontera sangrienta, una obra histórica, descarnada, y muy bien documentada que no os podéis perder...




Con la contundente victoria aliada en Normandía y la liberación de París, el final de la guerra en Europa parecía encauzado. Todas estas esperanzas se vieron defraudadas en el otoño de 1944, cuando los aliados se aproximaron a las fronteras del Reich alemán.

    Una de estas amargas batallas tuvo lugar en el bosque de Hürtgen, un enclave situado al este de la frontera entre Bélgica y Alemania. Este duro enfrentamiento ha quedado olvidado. De hecho, son muchos los que parecen ver un paseo triunfal en el intervalo que transcurre desde la campaña de Normandía hasta la derrota definitiva del Tercer Reich. Por ello, para honrar la memoria de los caídos en el bosque de Hürtgen, decidí escribir mi novela Frontera sangrienta.

   Entre septiembre y diciembre de 1944, alemanes y estadounidenses se desangraron en una cruenta lucha en el barro. El bosque de Hürtgen, era un lugar frondoso, de aspecto fantasmal, poblado por un sinfín de enormes árboles, salpicado por quebradas y barrancos y escasamente poblado. El tiempo era gélido, las lluvias, el aguanieve e incluso las nevadas eran muy frecuentes, lo que hacía más miserable la vida de los combatientes, que languidecían entre el barro.

    Este es el trasfondo infernal que plantea la novela Frontera sangrienta y que deberá afrontar el teniente Boyle, un joven oficial con un incipiente pie de trinchera, al borde del derrumbe moral y con pocas esperanzas de sobrevivir. La moral de sus hombres es baja, se sienten enviados al matadero y deben obedecer las órdenes de oficiales carentes de toda empatía.

    En Hürtgen, la humedad era constante y las botas y calcetines de los soldados quedaban empapados. Todo ello dio lugar a una temida afección conocida como pie de trinchera. El roce del calzado, la humedad y la falta de transpiración de los calcetines de lana provocaban heridas en los pies que podían llegar a infectarse. Si la infección se extendía podía desembocar en gangrena y conllevar la amputación de los pies. Huelga decir que en Hürtgen, con unas lluvias casi constantes, mantener los pies secos se antojaba francamente complicado.

    Sin embargo, el pie de trinchera no fue el único problema que tuvieron que afrontar quienes combatieron en aquel bosque. La meteorología adversa, los constantes bombardeos, la pérdida de buenos compañeros, la brutalidad de la lucha y la falta de descanso podían llevar a los soldados a la locura. Era la temida neurosis de guerra, que se manifestaba en forma de llantos incontrolables, embotamiento, temblores y ataques de pánico.

    La particular dureza de las condiciones de batalla en Hürtgen provocó que proliferasen los casos de neurosis de guerra y las deserciones. De hecho, la 28ª División de Infantería, que en poco más de una semana de combate en Hürtgen sufrió más de 6.000 bajas, registró un alto índice de deserciones. Eran muchos los que preferían ganarse la vida como fugitivos en París que perder la vida en un gélido bosque.

    Resulta llamativo el caso del soldado Eddie Slovik, perteneciente a la 28ª División de Infantería. Si bien desertó antes de que su unidad fuese destinada al bosque de Hürtgen, fue arrestado y condenado a muerte. Pese a que apeló al general Eisenhower para librarse de su ejecución, el comandante en jefe de las fuerzas aliadas en Europa ratificó la sentencia. Fue así como Slovik fue el primer soldado estadounidense en ser ejecutado por deserción desde 1864. Con su fusilamiento, los mandos aliados buscaban una ejecución ejemplar que disuadiese a los soldados de desertar.

    Sin embargo, Hürtgen fue una campaña horriblemente dirigida desde el punto de vista táctico, pues la espesura del bosque dificultaba el desarrollo de las operaciones y neutralizaba el poderío aéreo aliado. Igualmente, el general Hodges, responsable de la campaña de Hürtgen y comandante del 1º Ejército de Estados Unidos, insistió en una absurda estrategia de ataques frontales que dieron lugar a continuas masacres.

    En vista de esta funesta estrategia, no he escatimado en críticas hacia Hodges. Y estas críticas se hacen visibles a través de los protagonistas, un puñado de soldados de infantería a los que los días se les hacen años, que viven atemorizados, y que, tras desfilar triunfalmente por las calles de París, ven cómo sus esperanzas se hacen trizas en un deprimente escenario de barro, lluvia y muerte.

    No menos desesperada es la situación de los defensores alemanes. El Tercer Reich se encuentra al borde de la catástrofe. Alemania ha perdido 1.200.000 soldados en el aciago verano de 1944. Sus tropas están desmoralizadas, luchan en su propia patria y Hitler recurre a cualquier hombre. Prueba de ello es la 275ª División de Infantería alemana, formada por hombres demasiado viejos para hacer la guerra. Baste como ejemplo su denominada “compañía de los padres de familia”, donde no había un soldado menor de 45 años.

    Para colmo de males, los soldados alemanes, estaban mal alimentados, aunque pese a su estado físico, y como decía un combatiente estadounidense, tenían fuerzas para sentarse tras una ametralladora y apretar el gatillo.

    Así, en mi novela Frontera sangrienta, en el bando alemán, encontraremos a dos despiadados francotiradores. Su leyenda causa verdadero pavor entre los estadounidenses, no tienen piedad y a sus espaldas cargan con una larga lista de muertos. Se trata de dos tiradores implacables que se convertirán en los peores enemigos a los que debe enfrentarse un mentalmente castigado teniente Boyle.

    Estos son los ingredientes de Frontera sangrienta. Un bosque gélido, una lluvia constante, las astillas de los árboles volando en medio de salvajes bombardeos, un héroe que debe luchar contra sus demonios interiores y salvar el pellejo, dos francotiradores maquiavélicos y una joven que se ha ocultado de los nazis en un pequeño pueblo de Hürtgen y aguarda impacientemente el final de la guerra.

Los corazones de los hombres palpitan acelerados, mientras el vaho brota de sus bocas, cae la lluvia, las bocas de los cañones escupen proyectiles sin cesar y los soldados de infantería tratan de atisbar el peligro entre los árboles. El teniente Boyle amartilla su subfusil Thompson. ¡Ha llegado el momento de combatir!


Contacto: info@davidlopezcabia.es









No hay comentarios:

Publicar un comentario