viernes, 4 de enero de 2019

El negocio del pueblo sin Norte



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Además de en otras muchas disciplinas, Badger Hannibal es maestro en el campo de la sanación espiritual mediante el espíritu animal. Debido a su amplia experiencia, es la persona más indicada para alertarnos de la corriente de brujos-payasos que pone en peligro no sólo la salud de quienes confían en ellos, sino la integridad de las personas sinceras que nacen con un verdadero don.



  Existió un pueblo nómada que perdió el rumbo. Había corrido tanto mundo que acabó por olvidar sus orígenes. No podía volver al que fuera su punto de partida, el lugar donde se constituyó como clan. Perdió la sabiduría de sus ancestros, sus reliquias, sus recuerdos y abandonó sus tradiciones en el camino porque le resultaban demasiado pesadas. 



  Las gentes trasladaron sus hogares a un cómodo valle donde no les faltaba de nada: agua dulce y limpia, comida abundante, fuego para calentarse en las frías noches...y seres humanos a los que narrar viejas historias. Todo lo que un hombre necesita para vivir. Sin embargo, el agua no tenía buen sabor, la comida no saciaba y el fuego no calentaba. Los seres humanos se sentían solos a pesar de ser multitud, y las historias no corrían de boca en boca, pues eran fácilmente olvidadas. 



  Se sentaban todos juntos con la mirada perdida, y suspiraban por el pasado que habían olvidado. Extrañaban las antiguas narraciones entrecortadas de los ancianos balbuceantes. 

  Entonces, uno de ellos tuvo la idea de tocarse la cabeza con plumas, pintarse la cara e interpretar esas historias urdidas por la memoria fallida e imperfecta de los ancianos. Y así se creó una nueva "religión" llena de mitos y fantasía. 

  Todo fue alegría, la gente abrazó al brujo-payaso y se sintió feliz, pues en sus mentiras había encontrado algo con lo que llenar su vida vacía.





  Esto que acabáis de leer, es sólo un cuento corto que se me ocurrió, pero su base es real... La idea viene de la propia foto que acompaña esta entrada: un tipejo vestido de indio en Stonehenge, dándoselas de chamán Lakota (¿por qué siempre tienen que ser Lakota? Algún día estudiaré la atracción que ejerce este noble pueblo en el círculo de ciertos bocazas aprovechados). 

  Llevo muchos años dedicado al misterio, a las terapias y al esoterismo. Cada vez me doy más cuenta de lo perdidos que estamos. Sí, hemos perdido el norte. El mundo moderno en el que vivimos, con sus adelantos y comodidades, ha borrado el recuerdo del pasado. Nuestro tiempo es campo abonado para brujos-payasos como el del cuento, con sus absurdos remedios, rituales y pensamientos pseudo-religiosos. Todo el mundo es capaz de hablar del karma sin saber realmente qué es, o de repartir "abrazos de luz" en un intento por mostrar su pensamiento estúpido-buenista new age. 

 Y ahí están ellos, los listillos, los aprovechados, esos a los que no les importa lucrarse a costa de la vida de una persona desesperada. Falsos gurús con oscuras intenciones, sacerdotes y guías espirituales que sólo creen en el oro y el interés. Ciertamente, estamos rodeados de brujos-payasos que se convierten en chamanes por el simple hecho de tocarse con plumas; brujas de chichinabo con escobas, druidas y druidesas con una bata-manta e iluminados buscando las entrepiernas de sus acólitos... Gente que miente para lucrarse o gente que, sin ningún conocimiento, mueve lo que no debería en busca de una forma fácil de sobrevivir. Las tradiciones mágicas y las creencias se han comercializado. Todo es maravilloso (entiéndase la ironía). Un chamán o un sacerdote de vete tú a saber qué creencias acecha tras cada esquina, abuelas sabias y maestros que practican mil terapias chinas, reikistas obsesionados en el chakra raiz y abusadores sexuales con túnica.

  Y es a NOSOTROS a quienes nos corresponde distinguir, aprender y lograr que todos esos «brujillos» no destruyan el buen nombre y el trabajo de gente auténtica y sacrificada que malvive día tras día porque las creencias ancestrales y la magia son su verdadera naturaleza.

  Siempre adelante con la mente abierta y receptiva, pero crítica.


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