viernes, 3 de noviembre de 2017

Historias de Dämon Schwarze & Opal Mond Volumen 1


Imagen cedida por Líneas Sinmas



A Caosfera le encanta recibir amigos, y es por eso que hoy presenta una colaboración a dos bandas. Por un lado os presento a la gran ilustradora Lineas Sinmás, cuyo trabajo podréis disfrutar en: Líneas Sinmás Ilustraciones, y también a Sergio Vargsson, locutor de radio en: Conversaciones con un vampiro/, con un estupendo homenaje lovecraftiano de tintes clásico eróticos. ¡Bienvenidos a bordo, amigos!



Decía a mis padres el abuelo de una de mis compañeras de residencia, al que siempre por alguna extraña razón visité en una habitación a oscuras...

     — “¡Cuidad que siempre esté lejos del mar...!”

    Como si yo tuviera que tener alguna razón para temer al agua cuando siempre me he sentido atraída por ella. Como se sabe, los que nacemos bajo los signos acuáticos —el mío es el de Escorpión— sentimos una natural predilección por el líquido elemento. También se dice que poseemos ciertos dones psíquicos, pero esto es otra cuestión. En cualquier caso, tal era el criterio de aquel hombre extraño a quien no podía describir aunque de ello dependiera la salvación de mi alma —lo cual, dicho a la luz del día, resulta un tanto ambiguo—. Antes de morir en un extraño accidente de circulación mi padre se había obsesionado tanto con este tema que solía repetirlo con frecuencia. Después, ya no fue necesario, dado que mi madre me crió entre montañas, bien lejos de la vista, del ruido y los olores del mar.

   Pero tarde o temprano sucede lo que tiene que suceder. Me encontraba estudiando en una universidad del Medio Oeste cuando murió mi madre. Una semana después, murió mi tío paterno Alfred, dejándome cuanto poseía. Yo no había llegado a conocerle, era el excéntrico de la familia de mi padre y por lo visto yo era la única descendiente directa de la familia de mi padre y por lo tanto, la única heredera de las posesiones de mi estirpe. Acudí al despacho del abogado que tenía a su cargo la resolución de la herencia de mi tío y me comunicó que se me había otorgado la posesión de una casa solariega en un pueblecito de Massachusetts llamado Innsmouth, una desahogada cantidad de dinero y una cadena labrada en plata antigua que estaba depositada en la caja fuerte de la mansión.

   Al conocer todo esto decidí trasladarme al pueblo para tomar posesión de la propiedad. Mi primera acción fue usar el valor monetario para saldar todas las deudas que tenía, restándome aún el suficiente dinero después de esto como para no tener que volver a la universidad, ni verme obligada a emprender trabajos que no me apetecieran. Mi propósito era precisamente llevar a cabo lo que me había sido prohibido durante veinte años... ver el mar y tal vez comprar un velero, un yate o lo que quisiera...

   Pero las cosas no iban a resultar como yo esperaba. Me trasladé a Innsmouth y me encontré con un pueblo realmente extraño. Las casas eran casi todas de manufactura colonial, construidas en madera y con ese peculiar estilo que impera en nueva Inglaterra, con techos picudos y extrañas buhardillas de ventanas tapiadas. La gente no era cordial y miraba a los forasteros con recelo. Sin embargo, algunos me sonreían cuando averiguaban quién era yo, pero en sus sonrisas había algo extraño y enigmático, como si supieran algo inconfesable de tío Alfred. 

   Afortunadamente pude trasladarme por fin a la casa. Ésta, estaba materialmente colgada sobre los acantilados que dominaban la bahía de Innsmouth. Daba la impresión de que se trataba de algún animal antediluviano agazapado y vigilante. Allí me recibió un hombre que dijo ser el antiguo secretario de mi tío. Era alto y ancho de espaldas y vestía totalmente de negro. Su cabello era rubio y su tez muy pálida. Un extraño rictus de crueldad soterrada parecía bailar en la media sonrisa que se dibujaba en sus labios. Me condujo al interior donde fácilmente pude comprobar que mi tío había sentido una atracción casi morbosa por el mar. Los libros de la biblioteca, los tapices de las paredes e incluso las tallas en madera diseminadas por las habitaciones, todas aludían a extrañas y temibles deidades marinas o a sucesos extraños relacionados con los océanos. El extraño hombre de negro me hizo pasar al despacho de mi tío, presidido por un enorme tapiz en el que estaba tejida una inquietante figura. Se trataba de alguna extraña perversión de la figura de Escorpión, de cuando probablemente la constelación tenía un aspecto diferente del que tiene ahora. Se trataba de un ser que se adivinaba ciclópeo, escamoso y bípedo con vagas reminiscencias humanoides. Dos alas de murciélago se mantenían desplegadas desde su espalda y el lugar que debía ocupar su rostro, justo debajo de dos ojos rojizos y malévolos, una acumulación de tentáculos serpentinos se desenroscaba hasta su pecho. Aquella composición pareció remover algo en mi interior como si la hubiera contemplado antes de ese momento. Al pie de la figura rezaba la palabra Cthulhu en caracteres estilizados.

   El secretario abrió una pequeña caja fuerte. Me entregó un libro grande, sólidamente empaquetado y una caja de terciopelo negro. En el interior de la misma descansaba la cadena. Pude observar que mediría unos cincuenta centímetros de largo, con sendos lazos de cierre rematados por lo que parecían trenzas de cabello humano. En cada extremo de la figura había una reproducción en miniatura de la figura del tapiz. En los ojos de cada una se había incrustado sendas amatistas de venenoso color violeta que destacaba sobre el lunar brillo del metal. El hombre de negro se dirigió hacia mí y con un tono frío y monocorde como el batir de unas olas contra una costa de piedras enmohecidas me dijo...


   —En el momento que aceptes esta joya arcana, tendrás que estar dispuesta a aceptar las cosas tal y como vengan sin fijarte ningún tipo de límite... y vivir plena y conscientemente sin sujetarte a más leyes morales que las que tú te marques.


   Dicho lo cual pasó por mi lado como el viento del invierno y salió del despacho sin ni siquiera volver la cabeza. Sorprendida, fui tras él para que me explicara lo que había querido decir y cuando salí al salón, había desaparecido como si no hubiera existido jamás.

   Extrañada me acerqué a una de las ventanas para ver si lo podía localizar, pero en el jardín nada más pude ver salvo a un rudo y alto mocetón que recortaba los setos. Reconocí en él al hijo del tendero del pueblo. Sabía con referencias que se trataba de un joven con un cierto retraso mental que hacía pequeños trabajos para la vecindad. Llevaba un sucio mono gris de trabajo y su largo pelo recogido en una cola de caballo. Retrocedí de nuevo hacia el despacho de mi tío y allí volví a contemplar en silencio el extraño tapiz. Movida por un extraño impulso saqué la cadena del estuche y me la puse. Al instante, todo pareció cambiar, fue como si las cosas se vieran desde otra dimensión. Una leve excitación recorrió mi cuerpo endureciendo mis pezones. Todo parecía latir a mí alrededor. Lentamente, me dirigí hacia la puerta del jardín notando como la casa misma parecía respirar a mí alrededor. Atravesé el dintel y salí fuera, fui al encuentro del jardinero y pude apreciar la impresión que mi persona causaba en él.


  Soy consciente de que mi larga cabellera pelirroja, mis verdes ojos, mis pechos altos y turgentes y la forma de mis caderas, atraen poderosamente a los hombres desde que tenía muy corta edad. No obstante, esta vez fue diferente. Sentí ganas de cantar mientras me dirigía hacia él desabrochándome la blusa. Fue como si en ese momento fuese más consciente de mi sexualidad. Los dos nos vimos envueltos en una vorágine que me hizo perder la noción de las cosas.

   Lo siguiente que recuerdo es haber despertado en la playa con mi cuerpo desnudo y rebozado en arena húmeda y una cálida y pegajosa sensación en los labios. Me relamí sensualmente disfrutando de la dulzura del líquido que manchaba mi cara y me giré hacia un lado... Allí, con los ojos horrorosamente abiertos y la boca congelada en un mudo grito de pánico se hallaba el cuerpo del joven jardinero, destrozado, con la garganta abierta y las costillas asomando rotas por su pecho desgarrado. Donde debería estar su corazón solamente había un agujero ensangrentado.

   Lentamente, en lugar de asustarme, me chupé con parsimonia los dedos y mientras me dedicaba de nuevo a la tarea de terminar de despedazarlo, con una leve sonrisa no pude por menos pensar que al fin y al cabo, no podía quejarse, había podido disfrutar de mi cuerpo pero sencillamente, mi amor, le había devorado el corazón.

   Al cabo del tiempo me decidí a leer el libro que me había dado el hombre de negro. Era un libro llamado Necronomicón y en él, pude encontrar el significado del apellido de mi familia. Dagon es el nombre, en realidad, del antiguo Dios del mar, que rinde culto al demonio primordial Cthulhu, el cual, regresará algún día para reconquistar la tierra y cuando esto ocurra, nosotros, los profundos, los que habitamos en tierra y mar, aquellos que los antiguos llamaban nereidas, gobernaremos a su lado. Ya Homero, en la Odisea, usó la ficción para advertir a sus contemporáneos del peligro de cruzarse con mi especie… el pueblo de las Sirenas.

   Ahora, quemaré la mansión para no dejar ninguna huella, y luego, nadaré hasta mar abierto para reunirme con mi pueblo y dirigirnos hacia los ocultos lugares de adoración donde esperaremos la vuelta de nuestro Dios...



  ¡Buenas noches monstruos! Os escribo cómodamente arrellanado sobre una corroída lápida de este cementerio donde resido. Me gustaría que pudierais ver esta luna que me ilumina, grande gibosa y de un profundo color rojo de sangre. A la sombra de esta acogedora gárgola que me contempla con vacíos ojos carcomidos por el musgo y la lluvia he emplazado mi máquina de escribir para poderos contar con tranquilidad la historia de la doncella del mar...


   ¡Dulces pesadillas... Seres de la noche...!


   Por cierto, me gustaría que esta pequeña historia hubiera conmovido vuestras almas... recordad que si una noche de verano decidís a ir a nadar a la playa bajo la luna y oís una dulce y melancólica canción, que parece que provenga de esa solitaria chica que está sentada en la arena, mejor que deis media vuelta, subáis el volumen de vuestra radio y busquéis una playa más lejana... no vaya a ser que esa chica os robe el corazón...



Dämon Schwarze



1 comentario:

  1. Excelente relato Lovecraftiano lleno de elementos macabros y siniestros. Por suerte vivo en una zona montañosa, pero si algún día bajo hasta la costa, trataré de evitar a las hermosas damas solitarias.

    ResponderEliminar