viernes, 31 de mayo de 2019

El secreto de Blancanieves




  
 Sabemos que estáis deseando leer los relatos que nos llegaron con motivo de la convocatoria de nuestra antología splatterpunk, Gritos sucios. ¡Por fin ha llegado el momento! Esta semana os traemos un macabro cuento de nuestra compañera Mandragora Brujah, a quien podéis seguir los pasos en La mansión del doctor Clock y en el grupo de facebook El pueblo maldito del Doctor Clock, donde podéis encontrar interesantes aportaciones y compartir vuestras inquietudes. Sin más os dejo con este perverso homenaje a los cuentos que marcaron nuestra infancia.



  Se dice que algunos libros los inspira el demonio. No sabemos si esta afirmación puede ser cierta, pero el relato que os voy a referir hará que esta apreciación cobre fundamento. 



  Sucedió hace mucho tiempo en una lejana comarca donde gobernaba un rey llamado Siriaco. Dicho rey vivía en un inmenso castillo con su hijo, el príncipe Rodrigo. A diferencia de su padre, un hombre valiente y grande, Rodrigo era pequeño, miedoso y de rostro inocente. Siriaco solía burlarse de él y, además, le reprochaba el parecido con su madre y difunta esposa. La reina murió durante el parto, y su marido tenía la terrible costumbre de cargar a su hijo con esta ominosa culpa. 

  Para demostrarle a su padre que estaba equivocado y probarse a sí mismo, Rodrigo se marchó a la guerra. Su experiencia en el campo de batalla le hizo cambiar por completo. Fue la primera vez que vio la muerte de frente. Jamás imaginó que el verdadero infierno era obra de los hombres. Para su desgracia, aquel horror que tanto le impresionaba logró insensibilizarle y poco a poco se acostumbró a los alaridos de dolor que impregnaban el aire. Las terribles visiones de la carne cercenada ya no le impresionaban, el olor de las vísceras palpitantes le excitaba y disfrutaba haciendo rodar las cabezas de sus enemigos. Sonreía al ver los pequeños trozos de extremidades colgando entre las ramas. Inmerso en su ira inaplacable, continuó derramando océanos de sangre. La podredumbre se adueñó de aquella tierra fértil y el zumbido de las moscas se convirtió en un himno macabro. Aquella cruzada sangrienta era lo mejor que le había pasado. Borró los recuerdos de su niñez y sintió que renacía en el cuerpo de un hombre regio y poderoso. 

  Cuando llegaron los tiempos de paz, tuvo que regresar; mas pronto experimentó el aburrimiento. Necesitaba adrenalina, esto le llevó a sumergirse en el alcohol y el vicio. Organizaba fiestas donde la violencia era una constante. Su sed de sangre le llevó a inventar unos “juegos" macabros apoyados por sus amigos de la nobleza. Las víctimas solían ser prisioneros y campesinos. Mandaba traer a sus pobres familias y las hacía correr en un campo cercado. Unos salvajes perros de montería se encargaban de atraparlos. Magullados y moribundos, los cuerpos eran atados con sogas y arrastrados hasta la muerte. Como premio, tiraba los restos a sus fieles canes. Pero su perversión iba mucho mas allá y en ocasiones él mismo se cubría con pieles de lobo y se unía a la jauría para disfrutar del macabro festín. 

  A las mujeres les esperaba otro destino no menos terrible. Las llevaba a un cuarto oscuro para desnudarlas y cubrirlas con túnicas blancas. Les hacía danzar y les obligaba a comportarse como animales para después arrancarles sus exiguas vestimentas y poseerlas ferozmente. 

  Le encantaba coleccionar trofeos. Sus favoritos eran las cabezas. Las exhibía con orgullo en una vitrina y disfrutaba con la visión de sus rostros desencajados. Se excitaba acariciándolas mientras contemplaba sus cuencas vacías y el color verdoso de la carne descompuesta. Para inmortalizar su pasión, mandó llamar a un artista llamado Jeremías, el cual le hizo un retrato a tamaño natural. Posó desnudo sobre un altar de cráneos con su espada en la mano. La ferocidad de su rostro y la brutal erección de su miembro viril eran imponentes, tanto que los invitados se paraban a contemplar la escena a medio camino entre la fascinación y el pavor.

  —¡Ya es tiempo que te cases y me des un heredero! 

  Fue la determinante orden de su padre, que amenazó con desheredarlo. Para más inri, le advirtió que si en el plazo de un mes no había elegido a su futura esposa, él mismo lo haría. Desesperado, pensó en buscar a las vírgenes más hermosas del reino. Tal era su egolatría, que a pesar de conocer la fama de apolíneo y arrogante que lo definía, pensó que cualquier mujer moriría de amor por él. 

  Malhumorado por la determinación de su progenitor, marchó a una taberna. Allí se mofó de unos borrachos que, entre biliosos vómitos y rebuznos, le contaron una increíble historia. Esta historia hablaba de una extraña hembra que habitaba el bosque. Pero no una mujer cualquiera, sino una de las mas bellas que se hubiesen visto. Unos afirmaban que era un ángel perdido, otros un hada bondadosa. También había quienes aseguraban que se trataba en realidad de una bruja, pero jamás pudieron dar crédito a ninguna de estas afirmaciones. 

  —¡Eso son mentiras! —gritó Rodrigo—. No existe ninguna mujer así.

   —Si la hubieras visto con estos —dijo uno de los borrachos tocándose los ojos—, cogiendo moras en el bosque no dirías eso. Sabrías que es muy real. 

  Comenzó a describirla con pelos y señales, utilizando palabras lascivas y vulgares propias de su vocabulario.

  Rodrigo emitió una carcajada.

  —¡No te creo! pero aún así iré en su busca. Si lo que dices es cierto te pagaré con una bolsa de oro, de lo contrario espera a mi verdugo. 

  —Te tomo la palabra. Para encontrarla deberás ir hasta un lejano lugar llamado paraíso.

  Todos miraron a Rodrigo. Ninguno de los presentes habló, solo hicieron muecas burlonas mientras el hombre se marchaba.

  A primera hora partió a lomos de su alazán. Les acompañaba una neblina persistente. Atravesaron extensos campos y se adentraron en bosques tenebrosos donde se escuchaban sonidos inquietantes y desconocidos. Imaginó que cabalgaba a través de rocosos desiertos y sorteaba pantanos delos cuales emanaban fétidos hedores. Creyó enloquecer, y comprendió que todas esas alucinaciones no eran sino fruto de un encantamiento. La fiebre quemaba su frente, pero su obsesión era más fuerte y le dio fuerzas para continuar. Su mirada estaba plagada de destellos rojizos e infernales, el viento susurraba infamias e imprecaciones a sus espaldas.

  Escuchó el familiar sonido de un cauce y lo siguió. Descubrió un pequeño arroyo y sació su sed. Los rayos solares impactaban sobre las prístinas aguas. Cegado por los maravillosos destellos, empezó a experimentar un inexplicable sopor y no pudo evitar quedarse profundamente dormido. Despertó alertado por los sonidos inquietos del caballo y vio que le habían robado la espada. A pesar de sentirse indefenso continuó con su aventura.

  Tras largo tiempo cabalgando divisó un claro en el bosque y, al fondo, vio lo que parecía un extraño muro de piedra repleto de moho y musgo. Quiso escalar el muro, pero era demasiado alto, así que lo fue bordeando hasta que encontró varias hayas que crecían próximas y vio la oportunidad perfecta. Se acercó junto a los árboles y, dispuesto a trepar por el más cercano, se subió de pie sobre el caballo y comenzó a agarrarse con fuerza a las ramas. Cuando logró cierta altura no pudo creer lo que vio: se trataba de hermoso un jardín iluminado por una luz tenue y rosada. La deliciosa fragancia que emanaba de exóticas flores invadió sus pulmones. Tuvo la certeza que ese era el lugar del que le habló aquel sucio aldeano. Se aferró a la rama más próxima y saltó sobre el muro con cuidado de no caer. Creyó apreciar sobre la hierba las huellas de unos pies que identificó como delicados y femeninos. Sonrió al pensar que había encontrado a la hermosa mujer.

  Se aferró a uno de los coloridos árboles frutales que encontró junto al muro y, por fin bajó al jardín. Siguió los delicados pasos, que le llevaron a un estrecho camino. Al final del sendero se topó con una pequeña cabaña. Golpeó la puerta que, para su sorpresa, se abrió fácilmente. Los muebles eran pequeños y todo estaba muy limpio. Sobre una mesa encontró toda clase de frutas. Cogió una manzana y la devoró. Estaba exquisita, tanto que decidió comerse el resto de la fruta. Cuando estuvo satisfecho, se acostó en una de las pequeñas camas y cayó rendido. 

  Cuando despertó le atrajo un aroma dulce y persistente. Alzó la vista y quedó ensimismado: una hermosa mujer lo miraba fijamente. Era la mujer más bella que había visto nunca. Sus cabellos eran largos y negros como el ala de un cuervo y la expresión de su rostro era dulce y lánguida. Sintió un deseo irrefrenable de de besarla y acariciarla. Se acercó a ella y la besó. Intentó desnudarla, pero entonces sintió un fuerte golpe en la nuca y quedó inconsciente.

  Cuando volvió a recuperar la conciencia percibió un olor rancio y sintió un terrible dolor en todo el cuerpo. Permanecía sentado sobre una silla, amarrado de pies y manos. A su alrededor se amontonaban unos hombrecillos que llevaban grandes gorros. Eran horribles, reían y se relamían. Advirtió el brillo maligno de sus pupilas y sintió pánico. Percibieron el olor del miedo y se burlaron con sus voces chillonas:

  —¡Aquí llega Blancanieves! la mujer a la que tanto buscabas...

  La joven adquirió un aspecto siniestro y se acercó con unos movimientos mecánicos. La expresión de su rostro era fría. Cuando abrió los labios, una mezcla de sangre y bilis le resbaló por las comisuras. Se agachó sobre su víctima y le bajó las mallas. Echó la cabeza atrás para mostrar sus afilados colmillos que, deseosos de sangre, perforaron el pene de aquel orgulloso incauto que se deshizo en alaridos. En cuestión de minutos quedó exhausto por culpa de la hemorragia y su boca se silenció para siempre. 

  Un hombre vestido con una capucha de cuero marrón y el torso desnudo comenzó a afilar los cuchillos que había sobre la mesa. Sonriente, profirió estas palabras: 

  —¡Hola hijo, te estaba esperando junto a toda la familia, ahí tienes a tu abuela! 

  Señaló a una anciana mendiga que acababa de llegar. Estaba envuelta en vapor y, sentada en el piso, murmuraba algo incomprensible. Clavó las uñas en la raída madera y dibujó un pentagrama a sus pies. Un cuervo entró por la ventana, se posó sobre el pentáculo y dijo con voz cavernosa: ¡Nunca mas! 

  —Sabia que ibas a encontrar la mujer correcta para ti. ¿Has visto qué hermosa se ha puesto tu hermana? 


  Desde el interior de un armario donde había colgado un espejo enorme, se asomó una niña vestida con una caperuza roja. La niña llegó acompañada de un lobo. Juntos, esperaban participar del suculento banquete. 

  Todos miraron a la hermosa Blancanieves, que besó los labios pálidos de su difunto hermano, Rodrigo. El hombre de la capucha asintió y dejó que el ritual se completase antes de lacerar aquella carne joven y varonil. 

  La luna de sangre anunciaba un nuevo comienzo. 





viernes, 24 de mayo de 2019

Entrevista a Julián Manuel Cambero




Reconozco que puedo preciarme de haber conocido a lo largo de mi vida personas singulares y extraordinarias. Sin duda alguna, Julián Manuel Cambero Sánchez es una de ellas, cuando conozcáis su talento comprenderéis lo que digo. No dejéis de visitar su página Necroarte y maravillaros. De momento os dejo con esta estupenda entrevista.





1. ¿A que edad tomaste la decisión de dar rienda suelta a tus instintos artísticos?
  

  Empecé a dibujar cuando era muy pequeño, tendría en aquel entonces 8 o 9 años. 


2. ¿Qué te llevó a hacerlo?

  Era mi manera de llamar la atención.


3. ¿Tuviste algún referente?

  No, en esa época de mi vida yo no sabía nada de arte, mi único cometido era llamar la atención de las personas que me interesaban.



4. ¿Cuál dirías que es el artista gráfico y/o ilustrador más emblemático del siglo XXI?

  Nunca he sido mitómano. Los hay buenísimos, personas capaces de crear una firma propia; pero si debo destacar uno, diré el nombre de H.R Gigger.


5. ¿Y el más polifacético?

  ¿Más que Gigger? Imposible.


6. Salvador Dalí dijo: "Saber mirar es una forma de inventar". ¿Estás de acuerdo?

  Totalmente. Para crear hay que saber mirar, y lo más importante: ver más allá.


7.¿crees que el mundo del arte está en declive?

  
  Definitivamente no, siempre habrá movimiento creativo y calidad. Que el público separa valorarla o no, es otra cosa.


8. ¿Qué consejo o consejos les darías a las nuevas generaciones?

  Que crean en sí mism@s, que nunca dejen de soñar y que luchen por esos sueños.


9. Ahora vamos a hablar de tu producción artística. ¿De dónde surge el concepto "Necroarte"?

  Poco te puedo contar a ti que no sepas (risas). Cada uno tiene sus fetiches y obsesiones, los míos son la pintura y los huesos, ¿qué otro nombre podría haber elegido?


10. ¿Qué te animó a darle forma?

  Después de ver por primera vez mi casa llena de huesos y no salir despavorida, te lo puedes imaginar (risas). Evidentemente, en mi círculo familiar esto no era tan comprendido y decidí buscar el modo de ahuyentar su rechazo. La solución era crear arte, y lo demás lo sabes (risas).


11. Este tipo de arte tan particular pone de manifiesto tu alta capacidad como diseñador. ¿En qué parámetros te basas a la hora de decantarte por un diseño u otro?

  En un principio elegía diseños que pudiesen gustar a los demás, pero poco a poco los propios huesos me fueron enseñando a trabajar. Sus formas naturales ponen límites a ciertas formas y colores, ha llegado un punto en que los miro de frente y, directamente, veo el diseño de forma instantánea.



12. ¿Cuáles son tus materiales favoritos para trabajar?

  Los materiales acrílicos y la fibra de vidrio para reconstrucciones, les sientan muy bien.


13. He podido verte en varias exposiciones y me he maravillado. ¿Podremos verte en alguna sala próximamente? Háblame sobre tus futuros proyectos y añade todo lo que quieras.
  

  Por ahora no tengo idea de hacer ninguna exposición. Durante un tiempo no pude conseguir huesos, pero ahora vuelvo a tener material y nuevas ideas. También llevo un tiempo pintando sobre pizarra, se trata de diseños más comerciales que me absorben menos tiempo, pero tengo muchas ganas de seguir metiendo caña...



viernes, 17 de mayo de 2019

Historias de Dämon Schwarze and Opal Mond, volumen 4





¡Viernes de relato! Y por fin tenemos una nueva entrega de nuestras Historias de Dämon Schwarze and Opal Mond a cargo de nuestro querido Sergio Vargsson (conversaciones con un vampiro). Recordad que podéis seguir la saga completa en los siguientes enlaces: Historias de Dämon Schwarze and Opal Mond volumen 1Historias de Dämon Schwarze and Opal Mond volumen 2 e Historias de Dämon Schwarze and Opal Mond volumen 3




Estaba cansada del ruido, las luces y los olores de la ciudad. Necesitaba huir de aquella cárcel de cemento y aglomeraciones humanas. 

  Decidí viajar y, sin saber el motivo, elegí como destino un antiguo balneario situado en el interior de un denso bosque. En aquel lugar idílico pude disfrutar de hermosos amaneceres, y de noches oscuras y silenciosas que adquirían un encanto especial cuando brillaba la luna llena. 

  No quise llevar mucho equipaje, cogí lo estrictamente necesario y algo fundamental para mí: la plateada joya arcana labrada con una especie de trenzas de cabello humano en sus cierres. De estos cierres colgaban unas extrañas figuritas con la forma de una deidad exótica parecida a un largarto bípedo con alas de murciélago y el rostro lleno de tentáculos.  En los ojos tenía incrustadas dos amatistas de un venenoso color violeta, que destacaban sobre el frío brillo del metal. La valiosa joya había sobrevivido generación tras generación, y desde que la heredé no podía desprenderme de ella. 

  Una de aquellas oscuras noches en las que solía salir a pasear por los alrededores, noté que alguien me perseguía. Sentí un tacto frío recorriendo mi espalda. 

  Buenas noches. —Noté cómo mientras acariciaba mi pelirrojo cabello comenzaban a endurecerse mis pezones—. Como te prometí, siempre estaré cerca de ti, deseándote como tú me deseas. 


  Me giré lentamente hacia él.

  Quiero que sea aquí y ahora, no puedo esperar ni lo deseo.

  Y mirando sus ojos de indescriptible color, leí su mente. 


  Me estaba amando como jamás nadie lo había hecho, llenándome de pasión y desenfreno, arrastrándome hasta los límites de la perversión. 

  Con su dedo pulgar acarició mis labios y, tras humedecer  mi boca, se convirtió en una figura evanescente que me atravesó, dejando mi cuerpo completamente húmedo. 


  Regresé al balneario jadeando y sin dejar de pensar en lo sucedido. A lo lejos, en la entrada, divisé a un hombre corpulento vestido con uniforme. A medida que me iba aproximando percibía cómo el portero vigilaba mis pasos minuciosamente. 

  Buenas noches, señorita. ¿Está usted alojada en este recinto?  

  Su voz era grave. Con la más encantadora inocencia le respondí:


  Sí, pero, me gustaría que me tratase de una forma más cercana, ya que supongo que tras este pequeño y casual encuentro nos volveremos a ver de nuevo. Así lo deseo...

   Pareció encantado con mi pequeño atrevimiento. 


  Gracias, porque no podría dejar de mirar esos ojos verdes y profundos que hieren el alma. 


  Me cedió el paso caballerosamente y, consciente de mis  alabados atributos, contoneé las caderas sensualmente y le regalé una última mirada antes de  regresar a mi alcoba. 

  Dos días después, coincidí casualmente con aquel apuesto portero en una de las múltiples saunas nocturnas. Entablamos una conversación que se tornó acalorada, ayudada por las altas temperaturas, el sudor de nuestros cuerpos y la densa niebla de vapor que nos envolvía. 

  Tras un largo rato de conversación, decidí ir a por algo que nos refrescase un poco. Mientras regresaba con dos vasos de agua fresca sonreí maliciosa al recordar cómo, minutos antes, mi acompañante me había intentado conquistar de forma sutil. De repente sentí que algo me llamaba desde los más profundo de la bóveda celeste. Era ella, la poderosa e irresistible luna llena, que con su brillo hizo que mis ojos se iluminasen, despertando mis más oscuros instintos. 

  El metal de la adorada joya ardía en mi pecho y las amatistas de sus ojos parecían cobrar vida. Vibré de pura energía y regresé rápido a la sauna. Cada uno de mis pasos estaba envuelto en una magia tenebrosa y excitante.

  Abrí la puerta de la sauna y, tras una ola de vapor, vi a mi acompañante bañado en sudor. Le miré a los ojos y, mientras me aproximaba lentamente, tiré al suelo la toalla que cubría mi cuerpo. Alcé la mano y le dije 

   Tienes sed. 

  Él se incorporó lentamente. Sus ojos se clavaron en los míos, como si estuviese bajo los efectos de un hechizo. 

  Sí. 

  Respondió seguro de sí mismo y derramé el agua por mi cuerpo mientras sus ojos contemplaban cómo las gotas se iban evaporando lentamente sobre mi piel. Me tomó entre sus brazos y comenzó a lamer las gotas que se deslizaban por mi cuerpo. La temperatura continuaba subiendo. Me senté sobre él y comencé a poseerle. Entonces fue cuando comenzó lo bueno... 

  Mis uñas desgarraron su espalda. Le besé con ansia mientras gritaba y vi que sus ojos continuaban bajo aquel extraño hechizo. Sus manos oprimían con fuerza mis senos. Nos revolcamos por el suelo como si de dos fieras se tratase y, cuando parecíamos alcanzar el clímax del placer, mordí su cuello y dejé que su sangre impregnase mi cuerpo. 

  Seguía vivo cuando le arranqué las cuerdas vocales. Lo sé porque vi cómo abría los ojos, horrorizado. 

   No mereces morir. Mírame a los ojos por última vez. No los olvides por toda la eternidad, ya que serán los únicos que hieran tu alma.

  Acaricié con ternura su cabello y, tras abrirle los párpados, clavé mis uñas en sus dos preciosos globos oculares. El líquido intraocular empapó las yemas de mis dedos y se deslizó por sus ensangrentadas mejillas. Extraje con cuidado las pequeñas esferas, que pendían de un fino hilo de nervios oculares.

  Mientras lamía mi cuerpo impregnado con la sangre de aquel ser, pensé en que realmente jamás me olvidaría. Precioso. Lo que sí tenía claro es que sus perdidos ojos se vendrían conmigo mientras que él permanecería en una eterna oscuridad.





Saludos, adoradas criaturas de la noche. En especial a ti Dämon Schwarze, el señor de mi cuerpo, mente y alma.

  No os dejéis engañar, pero si por casualidad os ocurre, que no sea por los ojos de una mujer inocente y de mirada profunda. Las apariencias engañan...




Opal Mond





viernes, 10 de mayo de 2019

Saint Nazaire, misión suicida





Nuestro experto en la Segunda Guerra Mundial, David López Cabia, vuelve a la carga. Esta vez nos habla de la operación Chairot, cuya finalidad consisitía en destruir el dique seco de Saint Nazaire, objetivo británico que quedó cumplido con unas bajas estimadas en más de 160 muertos. No os perdáis esta apasionante historia..

El primer ministro británico Winston Churchill era consciente de que el dominio de los mares era fundamental para que el Reino Unido continuase en la contienda. Sin embargo, dos monstruosos acorazados alemanes, el Bismarck y el Tirpitz, suponían toda una amenaza para la Royal Navy.

  La marina británica se las arregló para hundir el poderoso Bismarck en mayo de 1941. Quedaba en pie su acorazado gemelo, el Tirpitz, una auténtica fortaleza flotante de 42.900 toneladas, armada con 8 cañones de 380 milímetros, 12 cañones de 150 milímetros, 16 de 105 milímetros, 16 piezas de 37 milímetros y hasta 70 piezas antiaéreas de 20 milímetros.

  Solo un puerto disponía de un dique seco lo suficientemente grande como para reparar el Tirpitz. Se trataba de Saint Nazaire (Francia), situado en la desembocadura del río Loira. Así pues, los aliados trazaron planes para destruirlo. Si dejaban fuera de servicio el dique, privarían al Tirpitz de un refugio vital.

  Los comandos, liderados por el teniente coronel Charles Newman serían los responsables de llevar a cabo la incursión. Bautizado bajo el nombre de Operación Chariot, el golpe de mano consistía en camuflar un viejo destructor como si se tratase de un buque alemán y empotrarlo cargado de explosivos contra el dique seco.


Charles Newman

  Los británicos se pusieron manos a la obra y recortaron dos chimeneas para que el viejo destructor Campbelltown tuviese la apariencia de un barco alemán. Por su parte, el capitán Beattie sería el encargado de estrellar el buque contra el dique seco.

  En cuanto al puerto de Saint Nazaire, se trataba de una plaza fuertemente defendida por cañones de muy diversos calibres. Unos 1000 soldados alemanes se encontraban guarneciendo el estuario, mientras que en los alrededores se encontraban unos 5000 hombres.


S. Beattie

  El 26 de marzo de 1942, los comandos zarparon del puerto de Falmouth. El Campbelltown, con unas cuatro toneladas de explosivos escondidas en su interior, iba escoltado por lo que los alemanes creían era una flotilla de lanchas de escolta.

  En su trayecto hacia Saint Nazaire fueron avistados por un submarino alemán, pero el fuego británico ahuyentó al sumergible. Pese a haber sido detectados por el enemigo, los comandos prosiguieron con su travesía, topándose en su camino con dos barcos pesqueros. Para no levantar sospechas, apresaron a las tripulaciones y destruyeron los barcos.

  Cayó la noche del 27 de marzo de 1942 y con ella el ataque de la Royal Air Force. La escasa visibilidad limitó mucho el bombardeo aéreo de los británicos, por lo que los pilotos, tratando de evitar bajas civiles, se retiraron después de una breve actuación. Por su parte, los alemanes, alertados, sospecharon que podía tener lugar un lanzamiento de paracaidistas.

  El Campbelltown avanzaba inexorablemente hacia Saint Nazaire. Mientras se aproximaba al puerto, tuvieron lugar dos momentos estremecedores. El viejo buque navegaba por aguas poco profundas, corriendo el riesgo de quedar encallado. Y es que, en dos ocasiones, el destructor rozó la superficie. 

  Sobre las 01:22 horas los defensores alemanes iluminaron al Campbelltown y a las lanchas de escolta. Se efectuaron varios disparos de advertencia y, a continuación, comenzó un tenso intercambio de señales luminosas. Por suerte, los británicos disponían de un libro de señales sustraído a los alemanes durante el ataque a la isla de Vaagso (Noruega). Así, consiguieron engañar a los alemanes y continuar internándose en el puerto. 


Cartel de la película "Attack on the iron
coast", basada en esta conocida misión


  Después de ignorar reiteradamente las advertencias de los alemanes, los cañones germanos comenzaron a relampaguear en la oscuridad, con el Campbelltown atrayendo la mayor parte del fuego enemigo. Pero el capitán Beattie siguió haciendo avanzar al viejo destructor hacia su objetivo, directo hacia el dique seco. 

  A las 01:34 se produjo una brutal colisión. El Campbelltown, con el casco apuntando al cielo, había quedado empotrado en la esclusa del dique. Los comandos saltaron del barco, dispuestos a cumplir con su misión, arrasando las instalaciones portuarias y aniquilando a quien se cruzaba en su camino. 

  La estación de bombeo, que regulaba el nivel de agua del dique, fue destruida y también los sistemas de apertura y cierre de las esclusas. En el puerto de Saint Nazaire se estaba llevando a cabo un combate de sangre y fuego y los comandos, con las balas hendiendo el aire a cada paso que daban, trataban de alcanzar el punto de evacuación situado en el espigón viejo. 

  Su sorpresa fue terrible cuando encontraron unas aguas oleosas y en llamas, con las lanchas hechas trizas y reducidas a un montón de madera ardiente. No iban a ser evacuados por mar. 

  Pero los comandos no se rendían fácilmente. Así, el teniente coronel Newman propuso que los hombres se dividiesen en pequeños grupos y atravesasen la ciudad burlando el anillo de seguridad alemán. Debían escapar de la ciudad de Saint Nazaire, atravesar la Francia ocupada y allegar a Gibraltar a través de España. Sin duda era un plan desesperado para una situación igualmente desesperada. 

  Los comandos cargaron con valentía, luchando por su libertad, dejando atrás un puerto humeante y en llamas, plagado de cadáveres. Tras salir del puerto, lograron internarse en la ciudad, enfrentándose a los alemanes en las calles. Los británicos se escondieron en las casas, pero, uno tras otro, los grupos fueron descubiertos por los alemanes y hechos prisioneros. 

  Por la mañana, los alemanes, victoriosos, se hacían fotografías junto al buque. Todos celebraban haber detenido la incursión británica, incluso había quienes se mofaban de cómo los comandos habían tratado de destruir el dique seco empotrando un endeble destructor.

  Sobre las 10:55 horas, tuvo lugar la enorme explosión del Campbellton. Un diluvio de trozos de metal acompañó a la detonación. Las cuatro toneladas que escondía el destructor habían explotado justo a tiempo. 



  
  A pesar de haber sido hechos prisioneros, los comandos guardaron silencio sobre el explosivo secreto que ocultaba el Campbelltown. Cumplieron su misión y la destrucción del dique seco de Saint Nazaire dejó al acorazado Tirpitz sin un lugar en el que ser reparado. 

 Mientras rabiaba de ira, Hitler ordenó reforzar las defensas del llamado Muro Atlántico al tiempo que destituía al comandante de las fuerzas alemanas en el oeste, el general Carl Hippert. 

  Solo cinco hombres lograron escapar de Saint Nazaire para regresar a Gran Bretaña. Por semejante hazaña, se otorgaron cinco Cruces Victoria, dos de las cuales fueron a título póstumo. 

  Pero, ¿qué fue del temido acorazado Tirpitz? Privado de una base de reparaciones, el monstruoso buque, terminó siendo destruido por los bombarderos Lancaster de la Royal Air Force en noviembre de 1944. 


Acorazado Tirpitz





Bibliografía 

Comandos y raids, Pere Romanillos





viernes, 3 de mayo de 2019

La torre de papel





Ya conocéis a Milos de Azaola, habitual de nuestras filas con su sección Lemegeton. Esta semana os presentamos su faceta literaria, y qué mejor que el propio Milos para hablarnos de su última novela: La torre de papel, una guerra literaria que hará las delicias de los más fervientes devoradores de libros. Sin más, os dejamos con las simpáticas palabras de nuestro compañero:




  La Torre de Papel es una biblioteca de bolsillo. Un libro que contiene todos los libros. Una confusión de lenguas, una mezcla disparatada de frases de mi propia cosecha y frases de otros autores. Pongo voz a los muertos, dejando que revivan con sus propias palabras. Se supone que es una novela —o algo así— pero está plagada de poemas, caligramas, boletines de noticias absurdas y definiciones sacadas de diccionarios malditos. Trasciende todos los géneros literarios, porque los abarca todos. Es la pesadilla de un crítico —tal vez por eso ninguno se ha animado a reseñarla todavía— y el sueño húmedo de un bibliófilo. Es el libro que nunca se atrevió a escribir Borges, la anti-Rayuela que se ríe de Cortázar. Es la novela hipertextual llevada al paroxismo, la metaliteratura como metralleta. Es un acto de sabotaje cultural, un atentado contra los clásicos de la literatura universal. Un suicidio comercial, la antítesis de un best-seller. Ninguna editorial decente se atrevería a publicarlo, así que lo publico yo. Por ahora sólo está disponible en español, pero sus páginas contienen obras de escritores franceses, italianos, alemanes, rusos, ingleses, irlandeses, estadounidenses, judíos, polacos, japoneses... Lo podéis comprar desde cualquier parte del mundo —bueno, a lo mejor desde Corea del Norte no— y por supuesto está disponible en papel, que por algo se llama así. Si fueras un mensajero de Amazon y naufragaras en una isla desierta con un cargamento de ejemplares de La Torre de Papel, no necesitarías más libros (¡y además tendrías con qué limpiarte el culo!). Pronto sustituirá a los libros de texto en las clases de literatura, ¡y los chavales se lo pasarán mejor que con el Quijote!






¿Dónde conseguirlo?