viernes, 10 de mayo de 2019

Saint Nazaire, misión suicida





Nuestro experto en la Segunda Guerra Mundial, David López Cabia, vuelve a la carga. Esta vez nos habla de la operación Chairot, cuya finalidad consisitía en destruir el dique seco de Saint Nazaire, objetivo británico que quedó cumplido con unas bajas estimadas en más de 160 muertos. No os perdáis esta apasionante historia..

El primer ministro británico Winston Churchill era consciente de que el dominio de los mares era fundamental para que el Reino Unido continuase en la contienda. Sin embargo, dos monstruosos acorazados alemanes, el Bismarck y el Tirpitz, suponían toda una amenaza para la Royal Navy.

  La marina británica se las arregló para hundir el poderoso Bismarck en mayo de 1941. Quedaba en pie su acorazado gemelo, el Tirpitz, una auténtica fortaleza flotante de 42.900 toneladas, armada con 8 cañones de 380 milímetros, 12 cañones de 150 milímetros, 16 de 105 milímetros, 16 piezas de 37 milímetros y hasta 70 piezas antiaéreas de 20 milímetros.

  Solo un puerto disponía de un dique seco lo suficientemente grande como para reparar el Tirpitz. Se trataba de Saint Nazaire (Francia), situado en la desembocadura del río Loira. Así pues, los aliados trazaron planes para destruirlo. Si dejaban fuera de servicio el dique, privarían al Tirpitz de un refugio vital.

  Los comandos, liderados por el teniente coronel Charles Newman serían los responsables de llevar a cabo la incursión. Bautizado bajo el nombre de Operación Chariot, el golpe de mano consistía en camuflar un viejo destructor como si se tratase de un buque alemán y empotrarlo cargado de explosivos contra el dique seco.


Charles Newman

  Los británicos se pusieron manos a la obra y recortaron dos chimeneas para que el viejo destructor Campbelltown tuviese la apariencia de un barco alemán. Por su parte, el capitán Beattie sería el encargado de estrellar el buque contra el dique seco.

  En cuanto al puerto de Saint Nazaire, se trataba de una plaza fuertemente defendida por cañones de muy diversos calibres. Unos 1000 soldados alemanes se encontraban guarneciendo el estuario, mientras que en los alrededores se encontraban unos 5000 hombres.


S. Beattie

  El 26 de marzo de 1942, los comandos zarparon del puerto de Falmouth. El Campbelltown, con unas cuatro toneladas de explosivos escondidas en su interior, iba escoltado por lo que los alemanes creían era una flotilla de lanchas de escolta.

  En su trayecto hacia Saint Nazaire fueron avistados por un submarino alemán, pero el fuego británico ahuyentó al sumergible. Pese a haber sido detectados por el enemigo, los comandos prosiguieron con su travesía, topándose en su camino con dos barcos pesqueros. Para no levantar sospechas, apresaron a las tripulaciones y destruyeron los barcos.

  Cayó la noche del 27 de marzo de 1942 y con ella el ataque de la Royal Air Force. La escasa visibilidad limitó mucho el bombardeo aéreo de los británicos, por lo que los pilotos, tratando de evitar bajas civiles, se retiraron después de una breve actuación. Por su parte, los alemanes, alertados, sospecharon que podía tener lugar un lanzamiento de paracaidistas.

  El Campbelltown avanzaba inexorablemente hacia Saint Nazaire. Mientras se aproximaba al puerto, tuvieron lugar dos momentos estremecedores. El viejo buque navegaba por aguas poco profundas, corriendo el riesgo de quedar encallado. Y es que, en dos ocasiones, el destructor rozó la superficie. 

  Sobre las 01:22 horas los defensores alemanes iluminaron al Campbelltown y a las lanchas de escolta. Se efectuaron varios disparos de advertencia y, a continuación, comenzó un tenso intercambio de señales luminosas. Por suerte, los británicos disponían de un libro de señales sustraído a los alemanes durante el ataque a la isla de Vaagso (Noruega). Así, consiguieron engañar a los alemanes y continuar internándose en el puerto. 


Cartel de la película "Attack on the iron
coast", basada en esta conocida misión


  Después de ignorar reiteradamente las advertencias de los alemanes, los cañones germanos comenzaron a relampaguear en la oscuridad, con el Campbelltown atrayendo la mayor parte del fuego enemigo. Pero el capitán Beattie siguió haciendo avanzar al viejo destructor hacia su objetivo, directo hacia el dique seco. 

  A las 01:34 se produjo una brutal colisión. El Campbelltown, con el casco apuntando al cielo, había quedado empotrado en la esclusa del dique. Los comandos saltaron del barco, dispuestos a cumplir con su misión, arrasando las instalaciones portuarias y aniquilando a quien se cruzaba en su camino. 

  La estación de bombeo, que regulaba el nivel de agua del dique, fue destruida y también los sistemas de apertura y cierre de las esclusas. En el puerto de Saint Nazaire se estaba llevando a cabo un combate de sangre y fuego y los comandos, con las balas hendiendo el aire a cada paso que daban, trataban de alcanzar el punto de evacuación situado en el espigón viejo. 

  Su sorpresa fue terrible cuando encontraron unas aguas oleosas y en llamas, con las lanchas hechas trizas y reducidas a un montón de madera ardiente. No iban a ser evacuados por mar. 

  Pero los comandos no se rendían fácilmente. Así, el teniente coronel Newman propuso que los hombres se dividiesen en pequeños grupos y atravesasen la ciudad burlando el anillo de seguridad alemán. Debían escapar de la ciudad de Saint Nazaire, atravesar la Francia ocupada y allegar a Gibraltar a través de España. Sin duda era un plan desesperado para una situación igualmente desesperada. 

  Los comandos cargaron con valentía, luchando por su libertad, dejando atrás un puerto humeante y en llamas, plagado de cadáveres. Tras salir del puerto, lograron internarse en la ciudad, enfrentándose a los alemanes en las calles. Los británicos se escondieron en las casas, pero, uno tras otro, los grupos fueron descubiertos por los alemanes y hechos prisioneros. 

  Por la mañana, los alemanes, victoriosos, se hacían fotografías junto al buque. Todos celebraban haber detenido la incursión británica, incluso había quienes se mofaban de cómo los comandos habían tratado de destruir el dique seco empotrando un endeble destructor.

  Sobre las 10:55 horas, tuvo lugar la enorme explosión del Campbellton. Un diluvio de trozos de metal acompañó a la detonación. Las cuatro toneladas que escondía el destructor habían explotado justo a tiempo. 



  
  A pesar de haber sido hechos prisioneros, los comandos guardaron silencio sobre el explosivo secreto que ocultaba el Campbelltown. Cumplieron su misión y la destrucción del dique seco de Saint Nazaire dejó al acorazado Tirpitz sin un lugar en el que ser reparado. 

 Mientras rabiaba de ira, Hitler ordenó reforzar las defensas del llamado Muro Atlántico al tiempo que destituía al comandante de las fuerzas alemanas en el oeste, el general Carl Hippert. 

  Solo cinco hombres lograron escapar de Saint Nazaire para regresar a Gran Bretaña. Por semejante hazaña, se otorgaron cinco Cruces Victoria, dos de las cuales fueron a título póstumo. 

  Pero, ¿qué fue del temido acorazado Tirpitz? Privado de una base de reparaciones, el monstruoso buque, terminó siendo destruido por los bombarderos Lancaster de la Royal Air Force en noviembre de 1944. 


Acorazado Tirpitz





Bibliografía 

Comandos y raids, Pere Romanillos





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