domingo, 17 de septiembre de 2017

It


Aquí flota quien yo quiera que flote


Título original: It


Nacionalidad: EEUU Año: 2017


Director: Andrés Muschietti


Guion: Chase Palmer, Cary Fukunaga, Gary Dauberman. Basado en una novela de Stephen King


Intérpretes: Bill Skarsgård, Sophia Lillis, Jaeden Lieberher.



“Eso” ha regresado al atormentado pueblo de Derry, ventisiete años después de la edulcorada versión televisiva de Tomy Lee Wallace, tal y como manda el canon de Stephen King. New Line es la “culpable” de este regreso hipervitaminado dividido en dos partes, para gloria de los personajes, de los fans de la novela más icónica del autor de Maine, y, también hay que decirlo, del bolsillo de los productores. Para semejante tarea, el demonio del Macrocosmos renueva bríos en la piel del actor de origen sueco Bill Skarsgård, capaz de adueñarse del famoso Pennywise y alejarlo del trabajo que realizó Tim Curry en la versión de 1990, y nos muestra su lado más enérgico y agresivo, con una espectacular colección de gestos y movimientos que consiguen embaucar al espectador con cierto encanto hipnótico para asustarle luego en el último momento. Quizá sea este el mayor logro de esta adaptación, el trabajo de los actores, un aspecto que despunta desde el principio de la película. Y es que el casting en esta producción hila muy fino, especialmente en lo concerniente a los niños protagonistas, que ofrecen un sólido bastión antagónico al diabólico payaso. No sería de extrañar que algunas de estas jóvenes promesas llegasen a despuntar en futuras producciones (a resaltar el trabajo de la neoyorquina Sophia Lillis, o de Finn Wolfhard, capaz de clonar a la perfección las carismáticas maneras de la estrella juvenil de los ochenta, Corey Feldman). El director, Andrés Muschietti, sabe aprovechar esta ventaja, y no son pocos los puentes que logra tender hacia el espectador gracias a la conexión interpretativa del joven elenco. En It sentiremos la inocencia de los personajes, el sabor aventurero de la adolescencia, el dolor de sus problemas personales y, sobre todo, el miedo, ese miedo todopoderoso, ultraterrenal, ilógico, que solo llegamos a percibir con esas edades. 




El montaje es lo suficientemente hábil para vendernos algo viejo como si fuese nuevo. Durante los 135 minutos que dura la cinta asistiremos a momentos claramente spielbergianos, pero con la huella sui generis del director argentino. También a continuas referencias a blockbusters de la década de los 80, desde Gremlims a Batman, pasando por la muy oportuna pesadilla en Elm Street 5, y digo oportuna porque, novela original aparte, la influencia del famoso asesino onírico de Wes Craven está bastante presente en la puesta en escena y en el tercio final del film. Sí, esto es la adaptación de una obra original de Stephen King, pero con bastantes licencias. 1504 páginas dan margen suficiente para que cualquier cineasta de talento edite y esculpa su visión personal de la obra: en esta, Muschietti se deshace de bastante material que poco o nada podía aportar a su reestructuración de la historia. La mitología cósmica que planteó Stephen King (el otro lado, la tortuga...), las referencias sesenteras (más acordes con la edad del escritor), o incluso el perfil de algunos personajes, desaparecen o se desdibujan para encajar con la sensibilidad del director, nacido en 1973 y formado en un entorno cultural totalmente diferente. Pero el It de Muschietti gusta, gusta mucho, y promete un desarrollo igual de bueno para su continuación, cuyo estreno se planea para 2019.




Yo, que nada esperaba de esta “gran” producción, por no ser incondicional de King, por recelar del cine de los grandes estudios (New Line, qué grandes momentos nos diste antes de perderte en los oropeles de La Tierra Media), y por los vergonzosos precedentes de la miniserie de televisión y la posterior versión para la productora hindú, Zee TV, sólo puedo decir que me bastaron los primeros momentos del film, ver al pequeño Georgie corriendo tras su barco de papel a pocos metros de una oscura boca de alcantarillado, o la fantasmal aparición de un rostro burlón en la ventana subterránea, para flotar como solo flotan los sorprendidos.



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