viernes, 22 de mayo de 2020

Historias del bucle



Imagen sujeta a derechos de autor



No existe ni un sólo ser humano que no se acoja al lenguaje proverbial. El proverbio está ligado a la sabiduría y en pocas palabras es capaz de condensar cualquier enseñanza indispensable. El proverbio nos convierte en pequeños filósofos, en gurús del día a día, y no sólo eso, también enriquece enormemente nuestro lenguaje. Entre todas estas lecciones que abundan en nuestro imaginario, conocemos una repetida hasta a saciedad: una imagen vale más que mil palabras. Discutida en base a múltiples puntos de vista, podemos adaptar esta máxima al caso que nos ocupa, con ciertas salvedades. Nos encontramos frente a un conjunto de imágenes capaces de evocar cientos y cientos de palabras miliméticamente conectadas y aptas para un fin primordial: la transmisión de sensaciones y emociones. 

   Conocía de lejos la obra del artista sueco Simon Stålenhag antes de adentrarme en el universo retro-futurista de Historias del bucle, serie de 8 episodios estrenada el pasado 3 de abril en la plataforma Amazon Prime Vídeo. Considerada entre las 10 mejores distopías mundiales, Historias del bucle es una de las obras de ciencia ficción ilustradas que mejor acogida ha tenido en los últimos 30 años. La obra gráfica, publicada por vez primera en el año 2015 junto a una serie de historias cortas, llegó a España el pasado mes de diciembre de 2019 gracias a la apuesta de Roca editorial, un movimiento de fichas inmejorable. 

  Por supuesto, cabía esperar que un artista internacionalmente reconocido como Stålenhag recorriese otros caminos alejados del ámbito editorial. Fue en al año 2018 cuando la productora Amazon Studios en estrecha colaboración con otras tres productoras, entre ellas Fox 21, se embarcó en este proyecto ambicioso que tomaba como partida las ilustraciones del aclamado artista sueco. Los ingredientes auguraban un apetecible resultado, y las altas expectativas se han cumplido. Son muchos los talentos involucrados en estas historias emotivas y visualmente deslumbrantes, desde su creador Nathaniel Halpern, pasando por otros nombres no menos celebrados como Jodie Foster, Ti West o Kim So Yong. En cada episodio tenemos una dirección distinta, lo que ofrece dinamismo a la obra y variedad de enfoques. Su trama no puede definirse como lineal, puesto que en cada uno de los 8 capítulos, con una duración aproximada de 50 minutos cada uno, acompañamos a un personaje diferente y nos sumergimos en sus secretos y su mundo interior. Sin embargo, todas las historias tienen varios denominadores comunes, uno de ellos es la interacción de sus personajes, íntimamente relacionados, y la otra el medio: una enigmática ciudad donde existen unas instalaciones conocidas por sus habitantes como El bucleLa presencia de un acelerador de partículas sufragado por el gobierno, dará lugar a una serie de experimentos capaces de cambiar por completo las vidas de todos sus habitantes. Las intenciones del producto quedan claras desde un principio, tanto a nivel visual como argumental. Se trata de un conjunto filosófico, que enfatiza más en el campo de las relaciones personales y los sentimientos que en el ámbito de la ciencia ficción propiamente dicha. Su puesta en escena es puramente mágica, logrando que el espectador forme parte del propio bucle para desplazarse hasta los años 70-80. Las situaciones vividas por sus protagonistas oscilan desde viajes en el tiempo, pasando por mundos paralelos u otros conceptos típicos que, como bien dije anteriormente, sirven de excusa para presentarnos conflictos personales de carácter intenso. Tampoco hace falta ser un experto en cine para valorar sus encuadres, sus planos largos o sus simetrías, ya que su gusto estético puede ser apreciado por cualquier tipo de público.

    Otro punto a su favor es la utilización de un fondo sonoro acorde con la pretensión de este conjunto artístico. La partitura de Philip Glass y Paul Leonard-Morgan al piano es indiscutiblemente sublime, capaz de retrotraer al espectador a su infancia y devolverle momentos de alta carga emocional. Es nostalgia pura, dura y abigarrada. Un lujo para los oídos de cualquier espectador exigente. En lo referente al conjunto, insisto sobre todo en el diseño de producción, la realización, la exquisita dirección artística y la mano de Stålenhag no sólo como guionista, sino en el apartado promocional de la serie con la creación de magníficos carteles. 

     Una producción que destila mimo, con un desenlace espectacular, eso sí no apta para espectadores impacientes y/o amantes de las tramas llenas de acción, el apoyo de un reparto que cumple con creces y, en general, la fuerza necesaria para que la balanza se incline a su favor. Indagando en la obra de Stålenhag, he tenido conocimiento de un segundo volumen titulado Things from the flood, que vendría a ser una continuación ambientada en los años 90. No tengo ni idea de si tal volumen dará lugar a una segunda temporada, pero en mi opinión este punto y final es perfecto. 



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