Vladimir Gavreau. Imagen sujeta a derechos de autor |
¿Sois apasionados del mundo del misterio? Pues aquí os traemos un nuevo artículo de nuestro colaborador Jorge Ríos (Informe Enigma, Enigma en la onda, Informe insólito, etc) en el cual nos habla del ser humano y sus infinitas capacidades perceptivas..
Como la maquina perfecta que es, el ser humano recurre al empirismo —método de aprendizaje basado en las experiencias vividas y la observación de los hechos— con el fin de afrontar nuevas experiencias. Pero cuando estas experiencias tienen relación con el mundo de lo paranormal son capaces de generar en su interior una sensación de terror y ansiedad, por otra parte una respuesta lógica del subconsciente ante la incapacidad de afrontar determinadas situaciones.
La razón y las emociones bien equilibradas son compatibles, aunque a menudo nos dejamos llevar por las segundas. Sin duda, la que más nos invade es el miedo, sentimiento que experimentamos sobre todo cuando nos viene a la mente el mayor enigma de todos: la muerte. Cuando este pensamiento es recurrente hasta convertirse en una obsesión, se denomina tanatofobia, término frecuentemente unido al de necrofobia (miedo a las cosas muertas).
Llegados a este punto, aludimos de nuevo al empirismo, ya que la tanatofobia suele desarrollarse a raíz de algún tipo de experiencia traumática vivida en la infancia y/o juventud. La conclusión final de todo esto es que es normal sentir miedo ante un terrible presagio como la muerte, sin embargo esta fobia, relacionada frecuentemente con otras patologías, va mucho más allá del simple y mero pensamiento decadente para llevarnos a los intrincados laberintos de la enfermedad mental. Y eso no es lo que buscamos.
La finalidad de este artículo es adentrarnos en el campo de la investigación paranormal. Han sido muchas las personalidades que han tratado de buscar respuestas a la ancestral creencia de la vida en el más allá. Para empezar, vamos a explorar algunas cuestiones indispensables para cualquier investigador y amante de la paraciencia que se precie.
¿Fantasmas o alucinaciones?
En 1857 el pedagogo francés Allan Kardec —de nombre real Hippolyte Léon Denizard Rivail— lanzó El libro de los espíritus, tratado que sentaría las bases del espiritismo moderno. Según Kardec, el alma humana sobrevive al cuerpo y logra la ascensión a un nivel superior. Normalmente, no podemos contactar con los espíritus, sin embargo estos pueden encontrar la forma de establecer ese contacto. Muchos han defendido la hipótesis de Kardec y sus seguidores, entre ellos Antoine Laurent Lavoisier (1743– 1794), considerado padre de la química actual. Lavoisier desarrolló la denominada ley de la conservación de la energía, en la cual el eminente químico afirma:
«La cantidad total de energía en cualquier sistema físico aislado (sin interacción con ningún otro sistema) permanece invariable con el tiempo, aunque dicha energía puede transformarse en otra forma de energía. En resumen, la ley de la conservación de la energía afirma que la energía no puede crearse ni destruirse, solo puede cambiar de una forma a otra».
Existen infinidad de teorías y creencias acerca de la explicación de esta energía. La más extendida, sin duda, alude al alma de los difuntos (dos de cada diez españoles afirman tener la certeza de que existen los espíritus). Hay quienes, por su parte, aseguran que se trata de demonios o entidades malignas. Sin embargo, la ciencia sigue atendiendo a la lógica y achaca estas visiones a otras causas como fallos cerebrales, parálisis del sueño, intoxicación por monóxido de carbono e infrasonidos. Hablaremos hoy de esta última.
Infrasonidos y ultrasonidos, aliados de la lógica
La ciencia cada vez avanza más en este campo y ha sido capaz de demostrar en recientes investigaciones que muchas de estas visiones tienen una explicación más sencilla y lógica. Para entender esto debemos hacer hincapié en los conceptos infrasonidos y ultrasonidos. Los sonidos de baja frecuencia o infrasonidos son ondas acústicas que están por debajo del espectro audible de un ser humano, es decir entre los 20 Hz y los 20.000 Hz (hertzios). Para que nos hagamos una idea, la frecuencia más baja que podemos sentir es un LA a 27,5 Hz muy próxima al límite, en cuanto a capacidad auditiva se refiere, de cualquier ser humano. Sin embargo, los animales pueden rebasar estas frecuencias. Estos infrasonidos son utilizados por los elefantes para comunicarse entre sí en distancia.
Los infrasonidos pueden ser provocados por diferentes fenómenos meteorológicos como las tormentas, los fuertes vientos estacionales, los patrones del clima u otras causas como algunos tipos de terremotos, el sonido de música en la lejanía o los ruidos del tráfico. Cualquiera de estos factores puede afectar a nuestro oído interno y, en general, al sistema nervioso. Puesto que el cerebro es capaz de percibir ondas imposibles para nuestro oído, aquí tendríamos una prueba de nuestra propensión a sufrir ciertas alucinaciones.
Si hay unas frecuencias estudiadas dentro del mundo de los infrasonidos son las inferiores a 19 Hz, conocidas como las frecuencias del terror. Este tipo de frecuencias pueden provocar la vibración de los globos oculares, lo que se traduciría en ilusiones ópticas.
Por la contra, los ultrasonidos son ondas acústicas que rebasan la capacidad del oído humano. Su descubrimiento llegó a manos del biólogo Lazzaro Spallanzani, quien descubrió su existencia a base de observar a los murciélagos cazar a sus presas. La ciencia y la medicina han hecho un completo uso del descubrimiento de Spallanzani, sobre todo la segunda, ya que son frecuencias muy útiles para realizar diagnósticos. Aunque su uso es polémico en algunos casos, por ejemplo durante el embarazo, ya que pueden provocar alteraciones en el crecimiento del feto, en la audición y en la visión. Como apunte y curiosidad, aludiré a una noticia sobre la utilización por parte de una conocida marca de un sistema de ondas ultrasónicas que tendría la finalidad de crear mundos virtuales en el interior del cerebro humano. Como vemos, la ciencia y la ficción caminan de la mano.
Sin duda, tanto la ciencia como la lógica aportan las explicaciones más válidas para este tipo de fenómenos. Pero no nos olvidemos de que existe una realidad que escapa a nuestro control. Cierto tipo de fenómenos se manifiestan en ambientes donde no interviene ningún tipo de estímulo, lo que nos hace conservar la creencia de que existe una dimensión más allá de lo que nuestros ojos —u oídos— pueden percibir.
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