Es para mí un inmenso placer contar hoy con una colaboración tan especial como lo es la noche más especial del año: Samhain, cuando el velo que separa la vida de la muerte se rasga, cuando los niños celebran la vida en las calles entre sustos y caramelos. Os presento a Mar Goizueta y su Noche Especial. Podéis seguir a esta autora (cuya primera novela será editada en breve) en su propio blog, Al otro lado del espejo, y en diferentes espacios literarios donde colabora, como Ihmagazin, o Los búhos del caos.
―Jack, ven a ponerte el disfraz para bajar al pueblo a jugar, que dentro de nada se hará de noche.
El grito de la madre resuena en las paredes de madera de la casa y se expande en ondas vibrantes hasta el huerto donde Jack, rodeado de las altas plantas que crecen a lo largo de los surcos, cosecha su nabo para la Noche de Difuntos. El niño está contento. Siempre que mamá le deja bajar a jugar en noches como esta su linterna es la mejor, la que más asusta. Mientras desciende por la ladera, húmeda y llena de hojas resbaladizas, musgo y seres viscosos, que separan su solitaria casa del resto del mundo, recuerda las palabras de su madre: «Las calabazas sólo son pobres sustitutos del pálido nabo». Entonces, una alegría desbordante le hace recuperar la canción que su madre le enseñó la Noche Especial que empezó a tratarle como a un niño mayor:
La Noche Especial Jack sale a jugar.
Y sólo esa noche carne cenará.
Antes del alba, a casa volverá.
El resto del año, sopa comerá.
Y Jack desata esa noche el ansia que guarda durante todo el año, los doce meses en los que únicamente se relaciona con su madre, y se mezcla con los otros niños que se asustan entre ellos. «Sí, mamá, conozco las reglas: sólo puedo conocer a un niño cada vez, y antes de que amanezca debo volver a casa, como los niños buenos y obedientes». Ella está incluso cuando no está. Siempre suena en la cabeza el eco de sus palabras, sus canciones y poemas recurrentes que hablan de lo que debe hacer un niño bueno, un niño de mamá. Y Jack desea ser el niño que mamá quiere, así que antes de que ella se levante, siembra el cuerpo sin vida de su amigo en el surco de las calabazas, dejando la cabeza fuera. Luego se encierra en su habitación y duerme feliz y satisfecho, con la barriga llena y sabor a hierro entre los dientes. Ya no verá más allá de las paredes de su casa hasta el año que viene, cuando salga a jugar con su nuevo y reluciente nabo de Halloween, que alumbrará la noche más emocionante del año con una luminosa sonrisa de hueso y fuego.
Mar Goizueta
Mar Goizueta
¿Nabo, a qué nabiza se refiere?...ajajaja
ResponderEliminarQué bueno, lo del nabo.
Me suena a simplejo de Edhipo y Narcisismo; esos dos grumetes tan finos y que tanta la vara dan a cuanto de hombre en potencia hay de cualquier niño en acto...
Sólo los valientes superan esos que los aleja de las madres y que en cambio otros no, viéndose abocados a comerse el mundo a bocados o a quién se presente por delante. Madre incluida, finalmente
Son como los vinos entre dulces y secos, según convenga.
Puesto que en tanto más se bebe, más hipo tiene Narciso embriagado del reflejo del lago...
De muerte
Pues eso :)´