viernes, 29 de noviembre de 2019

Operación agreement, olor a fracaso






¡Viernes de historia! De nuevo nuestro colaborador David López Cabia nos trae un nuevo capítulo de la Segunda Guerra Mundial. En este caso una de las operaciones secretas más catastróficas de la historia, saldada con la friolera de más de 700 muertos aliados. La historia nunca nos deja indiferentes.




En el verano de 1942 llegó a Egipto el general Bernard L. Montgomery para tomar el mando del Octavo Ejército británico. Por su parte, las tropas del Eje, exhaustas, estaban detenidas en El Alamein. Los aliados tenían una oportunidad de romper la dinámica derrotista y dar un vuelco a la guerra. 

  Mientras tanto, las unidades de operaciones especiales británicas se preparaban para llevar a cabo una serie de golpes de mano en Cirenaica (Libia). El más espectacular de ellos, era la Operación Agreement, una gran incursión de comandos en la localidad portuaria de Tobruk. 

   Bañada por las aguas del Mediterráneo, Tobruk disponía de un puerto de vital importancia para abastecer al Afrika Korps de Rommel así como a sus aliados italianos. Tan importante había sido su conquista para los alemanes que Rommel fue ascendido a mariscal de campo por ello. Por otra parte, en la ciudad, se hallaba un objetivo de gran interés para los aliados: los depósitos de combustible de Rommel. Si un puñado de hombres lograba infiltrarse en la ciudad y destruir dichos depósitos, el Afrika Korps podía quedar inmovilizado, herido de muerte, pues sin combustible, los temibles panzers no podrían ir a ninguna parte. ç


Rommel y el General Bayerlein en Tobruk


   Así pues, se dio luz verde a la incursión en Tobruk. No obstante, cada vez se añadieron más objetivos, haciendo la operación más estrepitosa. A la voladura de los depósitos de combustible había que añadir la destrucción del puerto y de los talleres de reparación de blindados, sin olvidar que también debían liberar a los prisioneros de guerra confinados en Tobruk. Aunque fuese una misión muy arriesgada, la operación Agreement resultaba tan atractiva como prometedora. 

   Al mando de los comandos que debían internarse en Tobruk estaba el teniente coronel John Haselden. Este valiente oficial británico procedía de una familia que había tenido éxito en el negocio del algodón. Haselden hablaba árabe, francés e italiano y conocía bien el desierto, por no hablar de que era capaz de hacerse pasar por un pastor árabe en territorio enemigo. De hecho, durante la desastrosa operación para capturar o matar a Rommel (operación Flipper), Haselden, como oficial del Grupo de Largo Alcance del Desierto, se había encargado de realizar el reconocimiento de la zona que debían atacar los comandos. En fin, queda claro que el valor de Haselden estaba fuera de toda duda. 


Coronel Haselden

   
   Pues bien, un grupo de comandos debía partir desde el oasis de Kufra y atravesar cientos de millas a través del desierto hasta llegar a Tobruk. Estos hombres se harían pasar por prisioneros de guerra que irían custodiados por falsos guardias alemanes. Los supuestos guardias eran en realidad agentes del SIG o Grupo Especial de Interrogatorios, judíos alemanes ataviados con el uniforme del Afrika Korps que sabían comportarse como cualquier soldado teutón. 

   Una vez se internasen en Tobruk, los comandos eliminarían la artillería costera en la bahía de Mersa Umm-esc-Sciausc para que desembarcasen refuerzos de infantería. Con la artillería costera destruida, enviarían la señal de éxito y se daría inicio a los desembarcos. Así, al norte de Tobruk desembarcaría el 11º Batallón de Marines Reales para avanzar hasta el puerto y destruirlo junto con los talleres de reparación de blindados. En Mersa Umm-esc-Sciausc tomarían tierra un pelotón de ametralladoras de los Fusileros Reales de Northumbria y tropas de los Argyll&Sutherland. Una vez reunidos con los comandos, los de Argyll&Sutherland avanzarían junto a los comandos para volar los depósitos de combustible. Todo ello se llevaría a cabo la noche del 13 al 14 de septiembre de 1942. 

    Sin embargo, la seguridad en torno a la operación era una broma macabra. En el Club Náutico de Alejandría los hombres del 11º Batallón de los Marines Reales habían sido vistos llevando a cabo sus maniobras de ensayo de desembarco y algún que otro soldado ebrio se había ido de la lengua. Lo más granado de la sociedad egipcia comentaba que los británicos atacarían Tobruk mientras saboreaban sus copas en el Club Náutico de Alejandría. Incluso en el remoto oasis de Kufra, desde donde debían partir los comandos, se rumoreaba que iban a atacar Tobruk. La operación Agreement era un secreto a voces. 

   A pesar de todo, los comandos mostraron buen ánimo y, escoltados por la patrulla Y1 del Grupo de Largo Alcance del Desierto, partieron desde el oasis de Kufra. Marchaban a bordo de camiones británicos pintados con cruces blancas y decorados con los emblemas del Afrika Korps para simular que se trataban de vehículos capturados por el Eje a los aliados. El viaje fue tedioso, pues los vehículos se hundían en las blandas arenas o se veían obligados a ascender escarpadas pendientes. El calor era implacable y los camiones carecían de lonas, por lo que los británicos siempre estaban expuestos a un sol ardiente. 

    A pesar de todo, el convoy británico logró alcanzar Hatiet Etla, una depresión de terreno ideal para esconderse y tomarse un respiro antes de atacar Tobruk. Allí, entre los arbustos y los hierbajos, los comandos ensayaron la incursión y descansaron. La noche previa a la incursión el ataque los comandos estaban de buen humor y brindaron entusiasmados por el éxito de la operación Agreement a pesar de que eran conscientes de que muchos no volverían.


Prisioneros británicos en Tobruk. Imagen sujeta a derechos
de autor

   La patrulla Y1 del Grupo de Largo Alcance del Desierto escoltó a los comandos hasta las proximidades del perímetro de Tobruk. Mientras observaban cómo el convoy de los comandos marchaba directo hacia Tobruk, los hombres del Grupo de Largo Alcance del Desierto se percataron de cómo un convoy italiano avanzaba directo hacia los hombres de Haselden. La patrulla Y1 reaccionó y en una épica carga motorizada interceptó a las tropas italianas. Hicieron un prisionero. Cuando el capitán Owen interrogó al prisionero, este le respondió que formaba parte de una división que había sido enviada a Tobruk. Había aumentado el número de defensores en la ciudad y ya era demasiado tarde para avisar a los comandos de Haselden. 

    La Fuerza B o los comandos que debían avanzar hacia Mersa Umm-esc-Sciausc superaron todos los controles sin ser detenidos. Los falsos guardias (que en realidad eran agentes del Grupo Especial de Interrogatorios) cumplieron a la perfección con su papel, intercambiando los clásicos insultos con los soldados italianos. A medida que avanzaban, llegaron a pasar ante los codiciados depósitos de combustible, excavados en roca, bien protegidos de los bombardeos aéreos. Hubiera bastado un puñado de hombres con explosivos para destruir aquellos depósitos. 

    Con los comandos llegando a la bahía de Mersa Umm-esc-Sciausc, unos cien aviones aliados comenzaron a bombardear la ciudad, tratando de distraer la atención de alemanes e italianos. Por su parte, los comandos, lograron asegurar la bahía y el teniente coronel John Haselden estableció su puesto de mando en un barracón italiano. 

   Mientras tanto, en Egipto, los mandos británicos aguardaban impacientes, pues si no recibían la señal de éxito, se suspenderían los desembarcos. Cuando se acercaba la hora límite, los hombres de Haselden enviaron la señal de éxito. Era el momento de proceder a los desembarcos. 

   El 11º Batallón de los Marines Reales (Fuerza A) marchaba a bordo de lanchas motorizadas y también a bordo de unas endebles embarcaciones de madera remolcadas con cuerdas. El desembarco no pudo ser más caótico para este batallón. La lancha del jefe de la unidad, el coronel Unwin, se averió y tuvo que tomar el mando su segundo, el mayor Hedley. Para colmo de males, las cuerdas se enredaban en las hélices y los que avanzaban hacia las playas, comenzaron a recibir un fuego muy intenso. El mayor Hedley logró llegar a tierra, aunque desembarcando muy al oeste de la playa que se les había asignado. Apenas un puñado de hombres lograron abrirse camino y, pronto, terminaron siendo capturados. 

   En la bahía de Mersa Umm-esc-Sciausc, el teniente coronel Haselden paseaba nervioso sujetando un maletín de cuero. Los refuerzos no llegaban. Las lanchas torpederas que debían transportar a los Argyll&Sutherland y al pelotón de ametralladoras de los Reales Fusileros de Nortumbria no habían respetado las instrucciones sobre la velocidad, por lo que rompieron la formación. Solo dos de las dieciocho lanchas llegaron a tierra. El resto llegaron al puerto, pero ante las fuertes descargas de los defensores, dieron media vuelta. 

   En el mar, las cosas no iban mucho mejor. El destructor Sikh fue avistado por la artillería costera y entabló un furioso duelo artillero. El buque británico terminó siendo fatalmente alcanzado, incluso el destructor Zulu trato de remolcarlo, pero fue inútil. Las escenas que se vivieron en el Sikh fueron terribles, con los hombres muriendo ahogados o corriendo envueltos en llamas. Así, ante lo insostenible de la situación se ordenó evacuar el barco. Sin embargo, esa no sería la única pérdida que sufriría la Royal Navy. Con la luz del día, el destructor Zulu y el crucero antiaéreo Coventry fueron detectados por la aviación enemiga y enviados al fondo del mar. 

   En la bahía de Mersa Umm-esc-Sciausc la situación se tornaba desesperada para los hombres de Haselden. Estaban solos y aislados y el cerco enemigo se iba estrechando sobre los comandos. Así, Haselden optó por la huida. Los comandos se dividieron en pequeños grupos y se decidió evacuar a los heridos en el camión de los operadores de radio. Mientras trataban de escapar, Haselden, que conducía el camión, frenó y empuñó su Thompson para acabar con una ametralladora enemiga. Una granada explotó y el valiente Haselden perdió la vida. 

   Solo un puñado de hombres, hambrientos, sucios, desnutridos y ojerosos, atravesando un sinfín de penalidades, lograron atravesar el desierto y ganar la seguridad de las líneas británicas. El último de ellos sería el teniente David Russell, que regresó un 18 de noviembre de 1942. 

   La malograda operación Agreement les había costado más de 700 muertos aliados, varias lanchas torpederas, dos destructores y un crucero antiaéreo. Por el contrario, el Eje había sufrido escasas pérdidas. 







BIBLIOGRAFÍA 

Tobruk Commando, Gordon Lansborough 

Afrika Korps, Paul Carell 

Operation Agreement, Jewish commandos and the raid on Tobruk, John Sadler 

A raid too far, David Jefferson 

SAS Ghost Patrol, Damian Lewis



PARA SABER MÁS

Sangre y fuego en Tobruk, David López Cabia




No hay comentarios:

Publicar un comentario