Hoy Caosfera tiene el placer de presentarles a Josef Spinnt, escritor, artista audiovisual y crítico de cine. Si queréis conocer más sobre él y su obra, visitad su web J.A o su Facebook
Auténtico estandarte del cine de los circuitos underground y de la más militante serie B, la controvertida filmografía de este outsider alemán es un claro ejemplo de espíritu transgresor y provocador. Un cine casi marginal, de escasa distribución, aunque con gran número de seguidores. Decididamente no apto para todos los estómagos, y, sin embargo, más emparentado con la tradición de autor europea que con los cánones típicos del gore de explotación.
La estética del "arte abyecto"
Devorador de cine de terror, el berlinés, padre del ultragore alemán, muestra ya desde sus primeros trabajos (Mein papi (1981), un seguimiento cámara oculta de su padre, o Hot love (1985)) un doble interés por la escatología y la experimentación de tono más enfermizo. Tal afán le emparenta con el llamado "arte abyecto", término estético definido por la teórica Julia Kristeva en su ensayo Poderes de la perversión.
Lo "abyecto" se refiere aquí a los procesos naturales tradicionalmente obviados por la estética oficial, relacionados directamente con los fluidos nauseabundos y otra serie de tabúes referentes al cuerpo humano. Así, existe una serie de artistas que recurren a la utilización de humores corporales o incluso de cadáveres y cuerpos mutilados para la realización de sus obras. La fotografía freak de Joel Peter Witkin y Cindy Sherman, o la esculturas realizadas con cadáveres plastificados de Gunter Von Hagens son ejemplos de esta estética que pretende ir más allá de los límites clásicos del gusto y la expresión artísticas.
En el caso de Buttgereit estaríamos ante un auténtico cine de autor también en el sentido más físico. La filosofía del vídeo doméstico, en pleno boom de los 80, del "hágalo usted mismo", le lleva al extremo de dominar casi todos los procesos de producción, desde el guión y la realización, hasta el montaje, la escenografía y los efectos especiales. No en vano, sus películas tienen mucho de videoarte.
Nekromantik y el amor por la muerte
Nekromantik (1987), prohibida en muchos países, es una obra de culto y la película manifiesto de Jörg Buttgereit. Con un tema tan incómodo y poco tratado como el de la necrofilia, entra dentro del terreno de los filmes de arte y ensayo con su estética sucia y su minimalismo extremo, emparentado con el cine maldito de Paul Morrissey, aunque también con un cierto aire de cine mudo. El gusto por lo bizarro y lo explícito de sus escenas, de clara vocación snuff, se conjugan con un romanticismo perverso que cuestiona el sentido clásico de belleza y los caminos sexuales ortodoxos.
En el terreno conceptual, Buttgereit expone un ferviente interés, casi amor, por el tema de la muerte, que será aún más evidente en su segundo largo, El rey de la muerte (1989). En su obra más experimental, un cuasi-documental en episodios, propone diferentes reflexiones sobre diversos aspectos de la necrosis, como son el suicidio, el asesinato, los accidentes o la tortura. Todo ello jugando constantemente con las posibilidades expresivas del montaje y apoyándose en la estética degradada del vídeo.
Manierismo y escatología
Nekromantik 2 (1991), tan polémica o más que su predecesora, será una secuela superior en cuanto a sus hallazgos estéticos. El berlinés comienza un manierismo formal que refina la escatología hasta extremos malsanos, ahondando aún más si cabe en la dimensión sentimental de la historia para subvertir del todo la estabilidad moral de cualquier espectador.
Buttgereit se empeña en provocar con sus imágenes una autopsia que remueve la percepción que tenemos del mundo, planteándonos la muerte y el horror que la rodea como una extensión de las "bellas artes".
Yendo más allá en el terreno de esta provocación necrófila está su último largometraje, Schramm (1993). La introspección psicológica en la mente de un sociópata sexual dará como resultado un filme difícil y surrealista, un delirio de imágenes enfermizas e inconexas que se erigen de nuevo como una violación de nuestros sentidos. Con un sentido iconoclasta punk, aplastante y grotesco, horror y belleza van de la mano en un todo indisoluble, sin concesiones ni respiro.
Un legado alternativo más allá del gore
Tras legarnos este canon de la muerte, Buttgereit ya no dirigirá más largos de ficción pero se mostrará de lo más polifacético, dedicándose a los campos del documental (Monsterland), la televisión (en su haber algún capítulo de Lexx), el videoclip, el teatro filmado (Captain Berlin versus Hitler), así como ocasionalmente los efectos especiales (El condón asesino) e incluso el cómic. Su regreso al celuloide se producirá en 2015 con el film de episodios German Angst, un notable intento de resucitar el aletargado cine de género alemán, al que contribuirá junto a Michal Kosakowski (Zero killed) y Andreas Marschall (Tears of Kali) con Final girl, un cortometraje de horror psicológico que apunta por dónde podrían escorar sus futuras películas en caso de un deseado retorno. Sin embargo, bastan unos pocos títulos para verificar una incómoda parcela de posmodernidad dentro del cine europeo. El cine de Buttgereit, y en especial su saga Nekromantik, sigue siendo referencia de culto dentro de los circuitos más alternativos y malditos. Un plato de consumo nada tradicional tanto para los paladares más freak como para los que le piden algo más al gore que la consabida exhibición de charcutería.
Web: http://www.joergbuttgereit.com/
El aclamado director Jörg Buttgereit nunca ha sido santo de mi devoción, y eso que en literatura soy un ferviente amante de la necrofilia. Sin embargo, cuando visualizo las dos partes de «Nekromantik», lo hago más como un acto de fe que cualquier otra cosa. Es decir, me paso todo el metraje esperando la ansiada escena sexual o gore, y cuando estas llegan te sacan una amplia sonrisa, pero también te preguntas si la espera ha valido la pena. Creo que si estos filmes hubieran sido dos cortometrajes, concentrando todas las escenas truculentas en treinta minutos, todos saldríamos ganando. Nota: la escena del descuartizamiento de la foca en la segunda parte sobraba.
ResponderEliminarRespecto a «Schramm» curiosamente me gustó más que la saga «Nekromantik». Si en cierto, que en una escena concreta del filme que agarré los genitales con dolor, pero por lo demás me entretuvo mucho. Lástima que Buttgereit no continuará con esta línea cinematográfica, y que hubiera regalado una segunda e incluso una tercera parte de «Schramm».
Personalmente tengo bastantes esperanzas respecto a su posible regreso, porque el sector que dirigió para "German angst" es de lo más sugestivo y su estilo muy diferente a la vertiente sucia que le hizo famoso
EliminarCreo que es un síntoma de estos tiempos, el esperar estar satisfecho todo el tiempo. El ver una película y que cada secuencia sea agradable, que el ritmo no pare, que no sea tan larga, porque hay que ir a satisfacer otras necesidades.
EliminarAsí como la escena de la faena de la foca causa repulsión en algunos, o aburrimiento en otros; yo mismo cuando vi Nekromantik 2, harán unos 15 ó 20 años atrás, la caminata en la playa me pareció aburridísima, sobrante, que no decía nada.
Por supuesto, con los años entendí que era parte de un todo, una impronta del autor, que buscaba generar sensaciones más allá del horror (tal como dicta el título del presente post).
Pienso en la el Retorno de Twin Peaks, como una obra afín en este aspecto, una especie de reclamo contra el cine actual: sobrecargado de glutamato monosódico, que tiene que hacernos reír y llorar, tener una coherencia narrativa evidente, efectos especiales infalibles, casting perfecto, etc. La pornografía de los sentimientos "nobles".