jueves, 3 de agosto de 2017

Murder Set Pieces




Título: Murder set pieces

Nacionalidad: Estados Unidos

Director: Nick Palumbo

Guión: Nick Palumbo

Intérpretes: Sven Garret, Cerina Vincen, Tony Todd


Hablábamos en el post anterior del complejo mundo del arte. De la lucha por alcanzar la gloria, de la envidia ante el talento, de “pecados” que acababan redimiéndose con sangre a manos de un siniestro asesino de artistas. Este es el caso contrario: se trata de la visual puesta en escena de las andanzas de un artista asesino.

Un fotógrafo misógino y perturbado que vive en la ciudad de las Vegas descubre que sus vocaciones son la humillación, la tortura y la muerte. Su vida aparentemente es normal, salvo a los ojos de la hermana de su novia, Charlotte, una desconfiada niña de once años.

Hablar de Murder set pieces es una tarea harto complicada, y no me refiero a la mera complejidad que reviste a cualquier producto controvertido, bien por sus altas cotas de violencia o por sus recurrentes escenas pseudopornográficas, que es precisamente de lo que se nutre la película; no, resulta un tema engorroso debido al bombo y platillo de Palumbo en las redes, quien llegó a jactarse de haber filmado la obra más “violenta, perturbadora y cruel” de la historia del cine. ¿Y qué hay de cierto en todo esto? Vayamos por partes: el formato 35 mm de la cinta, unido a una
ingente proliferación de escenas sádicas, crean un conjunto insano que, ciertamente, puede impresionar al espectador poco curtido en estas lides. Y precisamente ese es uno de los problemas que restan puntos al trabajo de Palumbo, pues su film se convierte en un cinema exploitation softcore donde la línea argumental queda olvidada, resultando un cuadro simplista, sin control y recargado. Eso sí, no se le puede negar su honestidad, las malas pulgas en sus intenciones, la fuerza que revistió el proyecto desde el primer momento, y, sobre todo, la labor de su director en el ámbito publicitario que, para bien o para mal, logró que el producto se transformase en uno de los más criticados y amados del año 2004.
 
Lo cierto es que Palumbo había logrado ya cierto peso dentro del cine de género underground gracias a Nutbag (2000), producción en la cual se narraban las andanzas de un asesino, también misógino, empeñado en limpiar el mundo. Y, precisamente, fue esa reputación la que le sirvió para presentar su nueva obra cuatro años después en Sitges, lo cual le acarreó un gran éxito, pues recibió el beneplácito de medios como Fangoria o incluso Variety. Sin embargo, la gloria de palumbo pasó pronto por razones obvias, entre ellas la apuestas constantes de nuevos y ambiciosos productos que llegan a triplicar la brutalidad del filme aquí expuesto. Y es que dar prioridad al fondo frente a la forma no es buena idea. Tampoco lo es el introducir clichés que aludan a traumas infantiles relacionados con la sexualidad, todo ello expuesto de una forma ambigua, simbólica y con ligeros toques oníricos. Todo esto se traduce en noventa minutos de diálogos minimalistas entre los cuales se intercalan largas escenas de sexo, sangre y algún momento flashback puntual.

Cabe resaltar lo insano de determinados momentos en los cuales se involucra a menores, particularmente una escena junto a una cuna que resulta escalofriante, así como lo acertado en sus ambientes, sobre soto el “sótano de los horrores” del protagonista, que resulta un pretendido homenaje a varias películas de culto de los años setenta y ochenta. Y es que de homenajes va también la cosa, pues algunos de los momentos más sorprendentes del film son la aparición de Tony Todd (Candyman) como regente de un sex shop o el más que obvio homenaje al clásico firmado por Tobe Hooper en los años setenta (La Matanza de Texas) mediante la incursión de un tercio final con el sonido de una motosierra como protagonista. Una pena que el aspecto sonoro emponzoñe la brutalidad de muchas de las escenas, lo cual se presta a confusión e incredulidad por parte del espectador.

Obviando sus pros y sus contras cabe espacio para ser condescendientes con el trabajo de Palumbo. Sí, es cierto que la estructura de la cinta es confusa, que su guión da más para un videoclip que otra cosa, que los protagonistas de esta historia no son, precisamente, nuevas promesas del cine, pues más bien patinan. Pero, como dije anteriormente, ciertos momentos malsanos la encumbran, la lucha de un director por su producto la encumbra, el haber estado en el punto de mira la encumbra y, por supuesto, la honestidad en sus formas amateuristas la encumbran. No, Murder set pieces no es en absoluto un producto reflexivo, sino un homenaje a las formas zafias y desafiantes que no resulta fácil de digerir ni de recomendar a cualquiera.






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