Cuando el carácter de un alma, tintado de una especial sensibilidad y un gusto por lo finamente elaborado, se derrama sobre el papel con la finalidad de dar vida a un lienzo de ambiguas mezcolanzas pueden suceder dos cosas: que nos encontremos con una mezcla Goyesca inapreciable para todos los paladares o, por el contrario, que la etérea claridad de la luz se desparrame sobre el entendimiento. Debido a esto segundo la obra de la conquense Pilar Narbón irradia frescura a lo largo de sus 240 páginas labradas a base de pinceladas puntillistas.
La muerte del
reconocido Pintor Lorenzo del Moral inicia un trágica secuencia de
asesinatos que, peligrosamente, comienzan a tener una amplia
repercusión mediática. El denominador común a todas ellas es la
participación común de todos los artistas en una exposición grupal
en la ciudad de Goelia. Conforme avanza la investigación, irán
despejándose incógnitas como la vinculación emocional entre ellos
y la omnipresencia de un marchante vinculado al tráfico ilícito de
arte. Novela protagonizada por un inspector provinciano y una
criminóloga que logra el virtuosismo a base de la acertada muestra
de un ambiente opresivo acaparado por rastreras personalidades.
El Caso Monet es una novela construida con bases pictóricas, y por ello es que el título de cada uno de sus episodios corresponde a un color, intentando “emular” un lienzo que no luce en todo su esplendor hasta llegar al final. La trama está construida como un sutil rompecabezas donde las piezas que van encajando acaban siendo sustituidas por otras hasta formar un conjunto donde lo inesperado toma cuerpo y forma. A esto contribuye el método narrativo omnisciente, ciertamente “desenfocado” en algunos puntos de la trama. Esta visión indiscriminada de la realidad ofrece al lector el descarnado retrato de unos personajes carcomidos por el odio, la envidia, la hipocresía, con historias personales llenas de dolor y venganza, perfiles psicológicos de gran dureza que constituyen uno de los principales atractivos de su lectura.
Como en todo buen
thriller negro que se precie descolla la presencia de un
inmisericorde asesino, en este caso metódico, sagaz, meticuloso,
experto en no dejar rastro. Su metodología resulta suspicaz: es
capaz de desangrar a las víctimas sin permitir que una sola gota
toque la alfombra. Buena prueba de ello es la imagen que se muestra
al comienzo de la novela: la aparición del cadáver de Lorenzo del
Moral despeñado desde un desfiladero con una profunda herida de arma
blanca en el cuello. Aquí el escenario toma una importancia
primordial, pues cada uno de los parajes identificados a lo largo de
la novela bien podrían ser relacionados con Cuenca, ciudad natal de
la autora. Es por ello que en declaraciones para un medio local
afirmó: “El libro es ficción y no quiero que nadie se sienta
excesivamente identificado y pueda herir sensibilidades, pero, aunque
podría ser cualquier ciudad cerrada, Goelia es un territorio
perfectamente identificable con Cuenca”.
No es ningún secreto
que Pilar es una perfecta conocedora del mundo del arte pues, además
de desgranar la psique de sus vulnerables personajes, se adentra en
otros territorios que escapan a la mera ficción, como el tráfico
ilícito de obras robadas por el bando nazi durante la segunda guerra
mundial. Entre los años 1933 y 1945 el régimen del tercer Reich
llevó a cabo uno de los mayores robos de arte coordinados por Hitler
y en palabras de Héctor Feliciano, periodista que formó parte del
grupo de expertos de la Comisión presidencial de bienes del
holocausto en Estados Unidos, “Todavía hay muchas obras por
recuperar. En Europa Occidental quedan al menos 100000 oficialmente
desaparecidas. Tan sólo en Francia, a día de hoy, más de 40000
obras continúan sin aparecer. Y desaparecidas es un término real,
quiere decir que se encuentran camufladas en algún lado, en
colecciones, museos, en galerías o en casas de subastas”. Y es
aquí donde entra en juego la figura de Henry Steine, un turbio
pasante íntimamente ligado a esta subtrama de desapariciones que
adquirirá cierto peso en la resolución del caso. Así mismo, la
guinda se corona con la desaparición de un cuadro de Picasso que
guarda estrecha relación con uno de los personajes. A nivel
histórico está reconocido que, en el año 2004, el FBI recuperó en
Chicago Mujer en Blanco, un cuadro fechado en 1922 cuyo rastro
se había perdido hace más de sesenta años, aunque no existe
certeza de que Pilar haya tomado estas bases para construir la
perdida de una obra desconocida del pintor.
La calidad narrativa
podría describirse perfectamente como prosa poética, pues contiene
una estructura y lenguaje arduamente cuidados sin incurrir en el
exceso. La propia autora confiesa haber huido del artificio, y para
ello ha retocado su obra hasta minimizarla a 240 páginas en virtud
de las recomendaciones del poeta Francisco Mora. No en vano, recordar
que la pluma de Pilar es ya experta, pues en su haber cuenta con la
novela La muerte tendrá mis ojos (2006-2008, ediciones
ARTDECU), y los libros de relatos Días fugaces (1980-1982,
Crónicas de Cuenca) y Boleros (1985-1988, Crónicas de
Cuenca), amén de su participación en varias revistas
literarias.
Dar un sí nunca es
fácil, pero dárselo a Pilar es hacer justicia.
Lady Necrophage
Lady Necrophage
Muy buena reseña, Lady. Si no lo hubiera leído ya, lo incluiría en mi lista
ResponderEliminarMuchas gracias Cristina, esa es la finalidad: que obras de tanta calidad como esta lleguen al corazón del público. Un placer compartir opinión contigo.
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