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¡Nueva lección de historia! Y nos llega, como no, de la mano de David López Cabia, nuestro colaborador experto en la Segunda Guerra Mundial, a quien podéis seguir a través de su página de Facebook y su Página web oficial. RECOMENDADO.
Los sueños de Mussolini se basaban en devolver a Italia la grandeza de la que hizo gala durante el Imperio Romano. Para ello, ambicionaba conquistar Grecia y Egipto. Llegado junio de 1940, las tropas italianas, desde sus bases en Libia, penetraron en Egipto. Sin embargo, los británicos pasaron al contraataque e infligieron un severo varapalo a las tropas de Mussolini.
Consciente de la catástrofe italiana en el norte de África, Hitler envió varias divisiones alemanas al desierto bajo el mando del mariscal Erwin Rommel, quien por sus éxitos terminaría siendo conocido como el zorro del desierto. Así, los británicos también sufrieron contundentes derrotas en el norte de África. Jamás se habían enfrentado a un rival tan difícil de derrotar. Los aliados contemplaban a Rommel con una mezcla de admiración y temor.
Para colmo de males, las tropas australianas permanecían acorraladas en la ciudad portuaria de Tobruk. Alemanes e italianos asediaban la ciudad. Todos eran conscientes de la importancia de Tobruk, pues su puerto era necesario para poder abastecer una invasión de Egipto. Por ello, al tiempo que el 8º Ejército británico se preparaba para lanzar una ofensiva que rompiese el cerco a la ciudad (operación Crusader), se puso en marcha una misión para acabar con Rommel. Y es que, el temido general alemán era un comandante insustituible.
Tobruk durante la Segunda Guerra Mundial |
Los submarinos Talisman y Torbay partieron de Alejandría, transportando en su interior un grupo de comandos dispuestos para secuestrar o matar a Rommel. Se trataba de la Operación Flipper. Era una operación muy osada y con pocas posibilidades de éxito, pero privar a los alemanes de su mejor general era todo un aliciente.
Las informaciones que manejaban los británicos indicaban que Rommel se encontraba en una tranquila villa de retaguardia en Beda Littoria (Libia). Un grupo selecto de 59 comandos bajo el mando del teniente coronel Geoffrey Keyes estaba dispuesto para llevar a cabo una hazaña inolvidable.
Sin embargo, Keyes no era precisamente un gran líder. Todos sabían que su posición se debía a su padre, Sir Roger Keyes, héroe durante la Primera Guerra Mundial por el ataque al puerto de Zeebrügge. Además, había dirigido varias Operaciones Combinadas. Keyes se había obsesionado con eclipsar la fama de su padre, y cazar al zorro del desierto, se le presentaba como una oportunidad inmejorable. Sin embargo, el teniente tampoco destacaba por sus cualidades físicas ni su puntería, pues tenía problemas auditivos y de visión, por no hablar de su aspecto enclenque.
Teniente Geoffrey Keyes |
En la noche del 14 al 15 de noviembre de 1941, los comandos se prepararon para abandonar los submarinos, que estaban frente a las costas de Libia. Keyes, en lugar de animar a sus soldados, les amenazó con pegarles un tiro si encendían un cigarro en la playa o les dijo de manera despectiva que debían cortarse el pelo.
Cuando los submarinos emergieron, la mar estaba revuelta. No eran las mejores condiciones para lanzarse al agua, pero la Operación Flipper no iba a detenerse
por nada. A pesar del oleaje, los británicos se hicieron a la mar.
Algunos murieron ahogados y otros no pudieron desembarcar debido a la marejada.
Ateridos, los comandos fueron recibidos en la playa por el capitán John Haselden, del Grupo de Largo Alcance del Desierto que, disfrazado de pastor árabe, había efectuado un reconocimiento de la zona. Una vez en tierra, se refugiaron en un fuerte próximo para pasar la noche.
John Haselden |
Al día siguiente, mientras avanzaban tierra adentro, los comandos de Keyes estuvieron a punto de ser descubiertos por un avión de reconocimiento alemán. Sin embargo, prosiguieron internándose a través de las colinas, ocultándose entre la vegetación y tratando de pasar desapercibidos entre los nativos, como si fuesen fantasmas. En su camino hacia Beda Littoria, una fuerte lluvia cayó asoló Cirenaica. Se trataba de la mayor tormenta que caía sobre la región en 40 años.
Para mantenerse con fuerzas, los británicos recurrieron a las pastillas de bencedrina. Si bien es cierto que, en un primer momento, aquellos comprimidos les proporcionaban una energía sobrehumana, los efectos fueron desastrosos a posteriori. Mientras tanto, se detenían a descansar en unas cuevas que los pastores de la zona utilizaban como refugio para el ganado.
Finalmente, la noche del 17 al 18 de noviembre sería la fecha del asalto a Beda Littoria, donde debían dar caza al temido zorro del desierto. Bajo una inclemente lluvia, con el estrépito de los truenos y los fogonazos de los relámpagos, los hombres de Keyes se aproximaron a su objetivo.
Los comandos localizaron su objetivo: un prominente edificio blanco de piedra con las persianas bajadas, por lo que Keyes y sus hombres debían entrar por la puerta principal. Sobre lo que ocurrió en el interior de aquella vivienda se han dado muchas visiones, por lo que el asalto a Beda Littoria no está exento de polémica. Hay quienes sostienen que Keyes murió heroicamente tras abrir la puerta de una estancia, mientras que el historiador británico y ex SAS (Servicio Aéreo Especial) Michael Asher defiende que Keyes cayó como consecuencia del fuego amigo.
Pese al caos y a la muerte de Keyes, la desastrosa incursión continuó y el segundo de Keyes, el capitán Campbell, terminó desplomándose al recibir un disparo en la pierna. Con las agujas del reloj corriendo en su contra y los soldados alemanes e italianos bajo alerta, los comandos abandonan al capitán Campbell por petición del propio oficial. El valiente Campbell, herido y cautivo, terminaría perdiendo la pierna como consecuencia de sus heridas. Así pues, ante semejante catástrofe, los comandos procedieron a la retirada.
Fotograma de la película de 1961: Un taxi para Tobruk |
¿Y qué había sido de Rommel? El zorro del desierto ni tan siquiera estaba en Beda Littoria. Aquellas tranquilas instalaciones de retaguardia, en contra de las informaciones de que disponían los británicos, no eran su cuartel general.
Los supervivientes del asalto a Beda Littoria, con el enemigo pisándoles los talones y peinando el terreno, regresaron a la playa donde aguardaba el teniente coronel Robert Laycock. Con el mar a sus espaldas, esperaban impacientes su evacuación. Acababan de sacudir un avispero y era cuestión de tiempo que las tropas del Eje terminasen descubriéndoles. Para colmo de males, la marejada hacía imposible la evacuación de los comandos.
Descubiertos por tropas coloniales árabes del ejército italiano, en un primer momento los británicos se las arreglaron para contener al enemigo. No obstante, la situación se tornó insostenible cuando llegaron más refuerzos alemanes e italianos a la playa. La evacuación por mar era imposible, por lo que el teniente coronel Laycock ordenó a los comandos dividirse en grupos de no más de tres hombres y que tratasen de escapar por sus propios medios.
Comenzó entonces una cacería. Ni los alemanes ni los italianos conseguían dar con los británicos, era como si se los hubiera tragado la tierra. Ante la falta de resultados, los italianos ofrecieron varios kilos de harina y azúcar por cada británico. Las tropas no tardaron en ser delatadas y solo el sargento Terry y el teniente coronel Laycock consiguieron atravesar el desierto y regresar a las líneas británicas.
Por su parte, el capitán Campbell, que había sido herido y capturado, recibió atención médica, aunque terminó perdiendo la pierna. En cuanto al difunto Keyes, Rommel ordenó que su adversario fuera enterrado con todos los honores militares.
Tumba de Geoffrey Keyes |
BIBLIOGRAFÍA
Get Rommel, Michael Asher
Kill Rommel, Gavin Mortimer
Comandos y raids, Pere Romanillos
Afrika Korps, Paul Carell
PARA SABER MÁS
Para conseguirlo, contactar con David López Cabia |
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