¡Nueva entrada semanal! Ya tocaba un nuevo relato de nuestra saga favorita, a cargo del imaginativo Sergio Vargsson. Disfrutad de vuestra ración mensual de sensualidad y horror...
Era verano y en mi apartamento, situado a escasos metros del mar, decidí pasar unos días. Deseaba esa escapada ya que últimamente me habían sucedido demasiadas cosas. Necesitaba tiempo para mí misma, para aceptar y asimilar. Jamás me hubiese imaginado lo que allí sucedería y ni mucho menos lo que iba a descubrir...
Bueno, todo había comenzado desde aquel sueño en el que …
Era de noche, pero la oscuridad que me envolvía poseía un brillo especial. Yo me había despertado al entrar, por la mañana, la fresca brisa del mar. Me incorporé lentamente de la cama y dicha brisa envolvió mi cuerpo como si quisiera dibujar mi figura. Agitó mi cabello y lo dejó caer pacientemente a lo largo de mi espalda.
Tras abrir los ojos, me hallaba frente a un espejo de grandes dimensiones donde mi imagen, se reflejaba nítidamente. Casi parecía que fuese yo misma de nuevo, como dos cuerpos separados de uno mismo.
Mi imagen reflejada descubría de forma especial el rojo vivo de mis retorcidos cabellos, la misma mirada profunda de mis grandes ojos verdes y aquellos labios ni demasiado grandes ni demasiado pequeños pero a su vez, cargados de múltiples deseos.
Alargué la mano y acariciando el frío cristal pude percibir la suavidad de mi piel. Sí, mi piel, ya que a la vez que acariciaba mi reflejo, notaba como algo acariciaba mi ser en la misma zona y tiempo que yo. Incluso juraría que con la misma intensidad.
Mis pezones se endurecieron dándole un excitante aspecto a mi voluminoso, turgente y redondo pecho. Al volver a mirarme en el espejo pude contemplar la muerte de mis padres. No reflejaba cómo ni cuando, más bien era la imagen de sus tumbas repletas de preciosas flores violetas, y allí, a sus pies, estaba yo.
Llevaba un vestido blanco y me acompañaba un hombre de tez pálida, cabello rubio y completamente vestido de negro. Lo más morboso fue que no sentía pena ni dolor en mi sueño ni en mi interior. Tan sólo en mi reflejo, una lágrima azulada resbaló por mi mejilla. Entonces, aquel hombre se aproximó a mí y tras tomar mis manos y besar aquella extraña lágrima depositó en ellas una peculiar caja de madera.
Y tras esto, sin llegar a un final definido, me desperté con los ojos brillantes y con extrañas sensaciones que jamás habían recorrido de forma igual mi cuerpo. Durante una semana tuve el mismo sueño y noche tras noche lo sentía de forma más real hasta que... sucedió. Mis padres sufrieron un accidente de tráfico en el que ambos perdieron la vida. Siempre había pensado que nunca podría superar algo así pero, como en mi sueño, no me sentía dolida.
Tras la ceremonia y todo lo demás me quedé sola, allí, frente a ellos. Una extraña sensación recorrió mi cuerpo al divisar cómo lentamente se acercaba hasta mí un hombre de tez pálida, cabellos rubios y completamente vestido de negro. Llevaba algo entre las manos y sus ojos no dejaban de mirarme fijamente.
Llegó hasta mí y como si nos hallásemos en otra época pasada, tomó mi mano y la besó. Después depositó en ellas una vieja caja de madera. Ésta parecía latir al contacto con mi mano, como si algo vivo y con mucha fuerza habitase dentro de ella.
Suavemente alzó mi cara y con voz grave me dijo...
—Eres distinta. No perteneces a esta precaria especie —,giró su cuerpo y señalando las tumbas de mis padres continuó diciendo...)—. Ellos no son tus padres biológicos, sólo tenían la misión de cuidar de ti y darte unos elevados conocimientos. Tan sólo ha sido un proceso en tu vida y es por ese motivo por el que no puedes sentir dolor por su muerte.
Sus palabras eran crueles pero sabía que tenía razón, al menos en lo que se refería a mis sentimientos. En ese momento, sin saber cómo ni por qué, una lágrima se escapó de mis ojos y aquel intrigante hombre, mojando sus labios en ella, besó mi mejilla. Tras esto continuó diciendo...
—Tenemos un vínculo en común y destino que cualquier noche descubrirás. Ahora, abre la caja porque... todo llegará a su tiempo.
Segura de mí misma y sin comprender muy bien lo que estaba sucediendo, sentía cómo se precipitaba mi destino. Abrí la caja y algo se despertó en mi interior al contemplar aquella joya arcana con sendos lazos de cierre rematados por lo que parecían trenzas de cabello humano. En cada extremo de la misma, había una figurita parecida a un escorpión. Se trataba de un ciclópeo, escamoso y bípedo, con vagas reminiscencias humanoides. Dos alas de murciélago se mantenían desplegadas desde su espalda y el lugar que debía ocupar su rostro, justo debajo de dos amatistas de un venenoso color violeta que representaba su cruel mirada, una acumulación de tentáculos serpentinos se desenroscaba hasta su pecho. Mientras contemplaba la joya, aquel hombre de negro rompió su silencio.
—Sientes su fuerza. Perteneció a tu pasado más lejano y generación tras generación ha continuado su existencia.
Sin poder apartar la mirada de aquella peculiar joya le dije...
—Creo entender todo lo que esto significa. Sólo que, todo está sucediendo tan deprisa...
Tras un breve silencio él me respondió
—No necesitas comprender, ya lo sabes. Hace tiempo que esperabas este momento. Inconscientemente tu verdadera identidad se está revelando. Sólo debes saber que en el momento que aceptes esta joya, tendrás que estar dispuesta también a aceptar las cosas tal y como vengan. Sin fijarte ningún tipo de límite vivirás plena y conscientemente sin sujetarte a más leyes morales que las que tu te marques.
Sólo pude responder...
—Lo sé, No sé cómo pero lo sé...
Y así, sin más, pasó a través de mí, desapareciendo de misma forma extraña en que había aparecido. Me dieron una semana libre en mi trabajo por todo lo sucedido, así que decidí pasar el tiempo entre el sol, el agua salada y sobretodo en pensar e mi verdadera existencia.
Mis sueños también cambiaron. Solían ser perversiones sexuales en las que yo era la protagonista, la que aportaba toda la fuerza y decisión. Todos ellos, tenían un nexo en común: el extraño hombre de negro y aquella joya.
En uno de aquellos deslumbrantes atardeceres, cuando el sol estaba casi ahogado en el océano, decidí desnudarme y dirigirme hacia la playa para introducirme en el mar. Pero justo antes de poder caminar hacia la playa alguien llamó a mi puerta...
—Hola! —Y mirando asombrado mi cuerpo desnudo continuó—. Creo que... he llegado en un momento un poco... ¿inoportuno?
—¿De veras lo crees así? —respondí sutilmente.
—Bueno... —y sin poder apartar su mirada de mi cuerpo continuó—, soy vendedor de seguros y...
—Pero, pasa. No te quedes en la puerta —le dije inocentemente tras interrumpir su explicación.
Él, entró en mi salón y mientras se acomodaba decidí cubrir mis encantos con algo de ropa. Ya había caído la noche y el mar perecía enfadado. Todas las ventanas del apartamento se hallaban abiertas por el exceso de calor, a pesar de que tras el enfurecimiento del mar, soplaba una suave brisa.
De repente se fue la luz. Tome diversas velas de color rojo y las distribuí por el salón. Su luz emitía ligeros parpadeos ya que la suave brisa trataba de acabar con ella. Mientras, mi joven invitado se acomodó familiarmente en el sofá y yo rompí el silencio...
—¿Quieres tomar algo?.
—No gracias —.Respondió inmediatamente y como si no esperase más que yo le prestase atención a sus palabras continuó hablando—, como te decía, soy vendedor de seguros y traigo varias propuestas.
—¿Has asegurado tu vida? —le interrumpí de nuevo mientras me acomodaba sobre unos grandes cojines en el suelo. Justo enfrente de él.
—No, ni mi vida ni mi cuerpo —sonrió y continuó— ¿Y a ti?, ¿Te gustaría hacerlo...?.
Le miré a los ojos y sin pensarlo ni un segundo me alcé del suelo y colocando mi cara frente a la suya le dije...
—Sí. Quiero hacerlo ahora mismo. Pero, antes quisiera que vieses una antigua joya. Quizás la asegure y luego... podemos hacerlo.
Le tomé de la mano y acompañados por una de las velas le conduje a mi alcoba. Una vez allí saqué la joya de la caja y mientras mis ojos cobraban un brillo especial, se la mostré. Él totalmente sorprendido dijo...
—No sé que valor puede tener pero, como reliquia debe costar una fortuna —se acercó a mí y apartando mi cabello me la puso—. Se amolda a ti perfectamente. No realza tu belleza porque en ti no es necesario. Pero si parece como si ambas formaseis un mismo cuerpo.
Me tomó de la cintura y tras despojarme de la única prenda que llevaba puesta, besó mi cuerpo. Le tumbé sobre la cama y lentamente, con dientes y uñas, le desgarré la ropa.
Comenzamos a excitarnos cada vez más. Él deseaba con fuerte pasión poseerme y yo, me resistía a ello proporcionándole más juegos eróticos y con ellos, mayor excitación. Ya no se oía al mar enfurecido sino jadeos incontrolados de dos fieras que buscaban sin descanso saciar su apetito.
Totalmente extasiada noté que unos enfurecidos ojos me observaban, Miré hacia la ventana y tras una sombra oscura se hallaba la luna llena. Aquella sombra era él. El hombre de negro. Sin poder controlarme y tras emitir un fuerte rugido, como si de un fiero felino se tratase, incruste mis uñas en su pecho, arranqué su corazón y tras mancharme con la sangre que escupía su cuerpo, salté de la cama dirigiéndome hacia aquello ojos de indescriptible color.
Ambos, uno frente al otro, con una malévola sonrisa en los labios, comenzamos a devorar sensualmente de ambas bocas el corazón aún latiente de aquel vendedor de seguros. Una vez devorado, comencé a desnudarle y mientras una extraña magia nos envolvía, comenzamos a poseernos.
Me entregué a su juego más que erótico, del cual, palabras menores que perversión, sólo definirían un breve cuento de niños.
Mientras amanecía, desperté entre los brazos de aquel perfecto amante, y tras morderle dulcemente en el cuello, me desperecé sensualmente entre las poderosas caricias de sus manos. Camino de la ducha, contemplé mi cuerpo desnudo en el espejo. Estaba magullado, pero me causaba un morbo especial el acariciar aquellos finos arañazos y desgarros de mi piel. Tras ducharme y salir del baño pude comprobar que en mi alcoba no quedaba nada más que, sobre la cama, un corazón de cristal transparente con algo parecido a una lágrima azul en su interior.
El resto de la habitación desvelaba la presencia de mi amante, a pesar de que él, ya no estaba. Se había desvanecido. Recordé que mi primer acompañante fue... sencillamente, devorado mientras apagaba mi sed con aquellos malévolos ojos. No quedaba nada de él y me resultó divertido pensar que mi pobre vendedor de seguros no hubiese asegurado su cuerpo.
Tras recoger un poco el apartamento, regresé a la ciudad y a mi trabajo. ¿Ya conocía mi verdadera identidad y estaba dispuesta a aceptar mi destino. Pero, sin marcar ningún límite, es más pasaría por encima de todos ellos.
¡¡Buenas noches habitantes nocturnos!! Os saludo acompañada de mi joya arcana y deseando seguir relatandoos, lo que en las noches de luna llena, me cuentan de forma tan real ambos escorpiones.
Saludos a todas las criaturas de la noche, pero en especial a ti, Dämon Schwarze. Mi cuerpo espera con ansia tus poderosas caricias.
P.S. Cuidad la existencia de vuestro cuerpo y mente, ya que son los únicos que os aportarán placer en vuestra escasa vida...
Ópal Mond
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